Capítulo 7. - Más vale prevenir que curar.

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Juanjo siempre había sido un niño nervioso. Su cabeza iba muchas veces más rápido que su cuerpo. Solía preocuparse de más por tonterías.

Por ejemplo, siempre pensaba que suspendería los exámenes y acababa sacando sobresalientes. Sus amigas siempre se reían de él por eso. Era un poco dramático y exagerado, pero ahí residía parte de su humor y su gracia.

También se preocupaba mucho cuando pasaba por delante de un grupo de gente. Sobre que pensarían de él. Se sentía continuamente juzgado a pesar de ser una persona que jamás juzgaría a los demás.

Quizá por eso siempre le gustaba caer bien, quería que le quisieran a toda costa porque tenía muchísimo miedo al rechazo.

Llevaba un par de años intentando cambiar esto, dejando de juzgarse tanto y de hacerse daño con lo que su cabeza le decía de sí mismo. Había empezado a vestir como le daba la gana. A cantar a todo pulmón si le apetecía. A llevar el pelo sin hacer cuando le daba pereza sacar la plancha. A dejarse barba algún día que otro.

Sobretodo había aprendido a ser más sincero, más él. Con la gente y consigo mismo.

Por eso los comentarios que antes le podían doler o hacerse plantear su aspecto mil veces, ahora le hacían gracia.

- Que pantaloncitos más cortos llevas Juanjo.

El maño se estaba acercando con un par de cervezas hacia la fogata que habían hecho los monitores una noche después de cenar y acostar a los niños.

El comentario de Martin le hizo gracia, más que nada porque el menor se había pasado todo el día mirando sus muslos de forma poco disimulada.

- ¿No te gustan? - preguntó sentándose a su lado y pasándole una de las bebidas que traía consigo.

El vasco aceptó el botellín, dio un trago e hizo una mueca antes de contestar.

- Me encantan, - respondió en voz un poco más baja para que todos los demás no escucharan su conversación - póntelos todos los días.

Kiki y Rus los observaban desde la derecha, riendo y cuchicheando como siempre.

- Algún día tendré que lavarlos. - comentó el mayor dirigiendo su vista al frente y recolocándose en el asiento.

- Ese día vas sin, pues. Mejor.

- Eres un sinvergüenza. - respondió Juanjo bebiendo un sorbo de cerveza y negando con la cabeza.

- Es broma eh, me gustan de verdad. - comentó el pequeño cambiando a un tono más serio.

Martin sabía que se pasaba el día tensando la cuerda. Si no les hubiera tocado ser compañeros podría haber ignorado la tensión, o podría ahora fingir simplemente cordialidad. Pero le encantaba tontear con Juanjo y meterse con él a todas horas. El maño le devolvía la tontería la mayoría de las veces y si sentía que se pasaba, reculaba enseguida.

De momento era una situación que ambos parecían controlar, Juanjo cada vez se ponía menos rojo y respondía más cabrón. Martin cada vez tenía más ganas de comerle la boca.

- Ya lo sé. No has dejado de mirarme el culo en toda la tarde.

Martin se descojonó, sabía que no disimulaba muy bien, pero quería pensar que no se le notaba tanto.

En ese momento Salma se acercó a su lado, tendiéndole a Juanjo la guitarra.

- Cántate algo, maño. Una jota.

- Si mira, ni coña. - contestó apartando el instrumento de si mismo.

- Venga pues toco yo algo y te me unes.

No hay verano sin ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora