Capítulo 3. - Una golondrina no hace verano.

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El bañador de Martin era larguito y tenía dibujados narvales, su pez preferido. Podría sonar raro tener un pez preferido, pero Martin siempre había sido muy curioso. Le gustaba aprenderse el nombre de las cosas, conocer el porqué de todo y buscar vida en los detalles más pequeños. Sentía que había tanto que ver y conocer que ni en mil vidas podría hacerlo. Quería ver todas las pelis y leer todos los libros. Vivir todas las emociones cada día y no desperdiciar ni un segundo en la tierra.

Por eso le había propuesto a Juanjo ir al claro a bañarse. Él lo había hecho decenas de noches los otros años. Le encantaba bañarse por la noche y huir por un rato de los niños y de sus compañeros.

Había ido alguna noche allí con Violeta, aunque le gustaba ir sólo porque conocía también otros lugares que no había compartido aún con nadie.

El bañador de Juanjo era azul, más corto que el suyo y sin dibujitos. Le quedaba muy bien. Demasiado seguramente, porque el vasco no podía parar de mirarlo de reojo mientras caminaban con la linterna del móvil en la mano y las toallas colgadas al cuello.

- Si de día ya estaba fría no me imagino como estará de noche. - dijo Juanjo cuando se estaban acercando al lugar.

- ¿No te irás a rajar ahora? - en la voz del vasco había un reto.

- Ni de broma, nunca me echo atrás. Y menos con un "no hay huevos" - contestó el maño con una sornisa dejando su toalla cerca de la orilla.

- No hay huevos a tirarse de bomba.

Juanjo, que ya estaba metiendo un pie en el agua, lo miró.

- ¿No han dicho que es peligroso? Por las rocas y eso.

- Desde aquí no. - contestó el vasco subiendo a unas rocas que había a la izquierda.

- Venga va, tú primero pues. - dijo el mayor acercándose.

- Ah no, los novatos primero... - Martin acompañó su frase de un pequeño empujón en la espalda del maño.

A Juanjo le recorrió un escalofrío de pies a cabeza al sentir el toque del menor. Se echó hacia delante, mirando al vasco por última vez antes de armarse de valor y lanzarse.

Juanjo no había sentido jamás mil puñales clavándose en su piel al mismo tiempo, pero suponía que sumergirse en ese agua era lo más parecido que experimentaría a eso. Sus pulmones se vaciaron de golpe, y le ardía toda la sangre del cuerpo.

Al rozar con los pies el fondo se impulsó hacia la superficie y porfin cogió aire.

Con los dientes castañeando se giró buscando al vasco. Que justo cruzó miradas con él y se lanzó a pocos metros de distancia. El menor salió a los segundos con el pelo pegado a la fente y tiritando.

- Hostia puta, es peor de lo que recordaba.

Juanjo intentó respirar profundamente un par de veces. Al cabo de un rato moviéndote dejaba de doler. A penas distinguía la forma de Martin en el agua, estaba muy oscuro y sólo la luna proporcionaba algo de luz. Poco a poco sus ojos se acostumbraron a la oscuridad.

- Vale, ya mejor. - dijo acercándose al pequeño, que cada vez temblaba menos.

- Me encanta venir aquí de noche. Sólo se oyen los grillos y el agua bajando por el río. - dijo el menor echando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos.

- Encima la luna está preciosa. - añadió Juanjo en voz baja.

El maño cerró también los ojos intentando relajarse y escuchar los sonidos de la naturaleza que los rodeaba. De repente sintió unas manos sobre sus hombros que hacían fuerza para ahogarlo.

No hay verano sin ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora