Capítulo 16. - Guerra avisada no mata soldados.

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- ¿Puedo dormir contigo? - preguntó Martin después de la hoguera.

Violeta, que andaba delante de ellos, se giró sonriendo al oírlos.

- Sí. - respondió Juanjo en un susurro.

- ¿Podemos hacer algo más que dormir?

- No.

- Jope.

- Te jodes.

Violeta seguía carcajeándose enfrente se ellos. El vasco cogió sus cosas y se fue con la chica a lavarse los dientes.

- No digas nada, eh. - dijo él cuando se quedaron solos en el lavabo.

- Soy una tumba. - comentó la pelirroja - Pero, ¿sabes dónde te estás metiendo?

- Solo hacemos el tonto. No es nada.

- Martin... Veo tu cara cada vez que dice una tontería, eso no es ser nada.

- Solamente me gusta un poco.

- Un poco me gusta a mí rascarme el pie si me pica. A ti ese chaval te tiene con las patas colgando.

- Valee, me gusta bastante. - admitió el menor en voz baja.

- Pero es que eso no es lo que me preocupa, que también.

- ¿Y qué te preocupa?

- Cómo te mira él a ti.

- ¿Cómo me mira?

- Pues como si fuera besar el suelo por donde pisas. Ese chaval te baja la luna mañana mismo si se lo pides.

- Eres una exagerada... - comentó el chico con las mejillas ardiendo.

- Por mí como si os casáis mañana, pero ten cuidado.

- Que sí.

- Y ten muchísimo cuidado con que os pillen. No sé si hace falta que te recuerde que el año pasado echaron a Álvaro por menos que dormir en la misma cama.

- Tendremos cuidado, mamá... - respondió poniendo los ojos en blanco.

- Y por favor no folléis mientras dormimos al lado.

- Tú ponte tapones por si acaso. - vaciló el vasco.

Un manotazo en el brazo fue la respuesta de Violeta.

Juanjo ya estaba con el pijama y en la cama cuando llegó a la habitación. Martin se cambió de ropa despacio bajo la atenta mirada del aragonés, que tragó saliva cuando se quitó la camiseta.

El pequeño quería torturarlo un rato, pero al ver que el mayor devolvía la mirada a su móvil, terminó por ponerse su camiseta de tirantes habitual rápidamente.

- ¿Qué haces? - susurró al echarse a su lado.

El mayor bloqueó enseguida el móvil, pero a Martin le dio tiempo a ver que estaba en el Google Maps.

- ¿Qué miras? ¿A dónde quieres ir?

- Nada, tonterías.

Sus mejillas ardían y el vasco decidió dejarlo pasar, tampoco era plan de pasarse todo el día presionando.

Todos los demás ya habían apagado la luz y Ruslana roncaba a pierna suelta. Ellos miraban al techo de la litera de arriba, apenas cabían en la cama.

- ¿Quieres hablar? - preguntó el menor.

- ¿De qué?

- De lo que quieras, de las flores, sel padre de Jaime que se va a Turquía, del beso, del mar, de nosotros...

No hay verano sin ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora