Capítulo 5. - Muerto el perro se acabó la rabia.

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El grupo que les correspondía era el de niños y niñas de seis años.

A Juanjo le encantaban los niños, le gustaba su humor, su sinceridad y sus ganas de aprender. Adoraba pasar tiempo con los pequeños de su familia. A los seis años aún no se creían más listos que tú, y si tenías paciencia y ganas podías aprender mucho de ellos. También soñaba con ser padre algún día (aunque nunca lo hubiera dicho en voz alta). Sabía que la adopción en España podía ser un proceso complicado pero estaba dispuesto a hacerlo y convencido de que algún día lo haría, solo, o en pareja si tenía esa suerte.

Martin era el mayor de tres hermanos, se había pasado la vida rodeado de niños pequeños. Su corazón se derretía de ternura cada vez que una sonrisa con la mitad de dientes se dirigía a él. Encima los niños le tenían una confianza y un amor innato. Algo en él hacía que los niños se sintieran cómodos al instante. Siempre se las apañaba para sacarles confesiones sobre sus problemas e inquietudes. El vasco adoraba charlar con ellos y darles su espacio para hablar, un espacio que la mayoría de adultos ignoraba totalmente.

Los dos estaban súper contentos con el grupo que les había tocado, aunque igual no tanto con el compañero... Juanjo se sentía ansioso y alerta. No quería que sus problemas con el vasco se tradujeran a un problema con los niños.

Mientras esperaban a que todos los niños se despidieran de sus padres y dejaran las cosas en sus habitaciones, Juanjo decidió a romper el silencio.

- ¿Podemos hablar luego?

- ¿De qué? Ya he preguntado si podíamos cambiar de compañero y Manu me ha dicho que no. - Martin lo había hecho para ver si podía ahorrarles a ambos el mal trago de pasarse el verano codo con codo. No quería volver a sentirse rechazado.

Juanjo por su parte sintió las palabras como una daga al corazón.

- Lo siento de verdad si no quieres trabajar conmigo. Sé que desearías no tener que verme más la cara, pero tenemos que hablarlo o será peor.

El vasco lo miró confundido, mirándolo con los brazos cruzados apoyado en la pared del pasillo. Los niños estaban empezando a salir ya.

Martin pensaba que era Juanjo el que desearía tener otro compañero. Y Juanjo pensaba exactamente lo mismo del menor.

- Después de cenar búscame y iremos a hablar.

El pequeño empezó a dirigir a los alumnos hacia el exterior para empezar con los juegos de presentación. Juanjo siguió al grupo cabizbajo, intentando cambiar su semblante para volver a ser el "Juanjo monitor divertido" que todo el mundo esperaba que fuera.

El grupo estaba formado por diez niñas y siete niños de seis años. Todos estaban nerviosos y vergonzos pero tras un par de bromas de Martin las carcajadas empezaron a volar por la arboleda.

Juanjo lo miraba encandilado, con su voz suave y sus muecas se había ganado a los niños en menos de cinco minutos. Cuando le tocó al maño presentarse, el sonrojo subió a sus mejillas al instante, aunque fuera muy extrovertido a primera vista, siempre quería causar buena impresión, más ahora delante de Martin.

El grupo escogió el nombre de Las Lobas, así se referían a ellos cuando los llamaran al comedor, a dormir o a hacer cualquier actividad. También cada niño y niña tenía un número asignado para poder hacer recuento rápido en cualquier situación.

En el transcurso de diez minutos Juanjo ya sabía quiénes iban a ser sus preferidos y quiénes iban a dar guerra. Nadia y Valeria eran dos hermanas gemelas que no podían ser más adorables, con sus coletas adornadas con lazos y sus sonrisas enormes se ganaron el corazón del maño al instante. Paula en cambio parecía la típica que contestaba y rebatía cada frase de los monitores.

No hay verano sin ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora