Capítulo 6. - Se juntaron el hambre y las ganas de comer

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Juanjo se dejó caer pesadamente sobre la silla del comedor con un suspiro. El primer día completo con los niños había sido más duro de lo que esperaba. Ni siquiera le hizo tanta ilusión que hubiera sanjacobos para cenar de lo cansado que estaba.

Habían pasado la mañana jugando a juegos de agua con mangueras y globos. Por la tarde habían hecho una ruta de montaña que le había destrozado la espalda. Una niña se había doblado el tobillo a los cinco minutos y le tocó cargarla a caballito el resto del camino. Y por si fuera poco...

- Juanjito se ha quemado... - el vasco se burló sentado frente él.

Chiara desvió su mirada hacia el maño, riendo al ver sus mejillas rojas como dos cerezas en mayo.

- Rus, mira la cara de Juanjo. - dijo la medio inglesa a su amiga, que se acercaba con su bandeja a la mesa, para ocupar el lugar a la derecha del de Zaragoza.

- ¿Qué te pasó? ¿No tienes crema solar en tu rutina de skincare? - vaciló la pelirroja.

Esa misma mañana se habían cebado con él por tener una larga lista de productos para el cuidado de la piel. A Juanjo le encantaba cuidar su aspecto y sobretodo su piel. No le sabía mal ser víctima de sus inofensivas burlas, le hacía sentir que empezaba a crear confianza con el grupo y él siempre había sido partidario de saber reírse de uno mismo. En realidad, Ruslana aprovechaba cualquier ocasión para burlarse cariñosamente del maño.

- Claro que me pongo crema. Pero me ha tocado cargar con Martina a hombros todo el camino y se me ha olvidado reaplicarla. - contestó Juanjo haciendo hincapié al "me ha tocado" mientras miraba significativamente hacia el vasco.

- No me mires a mí, yo me he ofrecido a cargarla un rato pero la niña no se soltaba de tu espalda ni a tirones.

- Entendible... - replicó Rus levantando las cejas y mordiéndose el labio de coña, mientras pasaba un brazo por encima de los hombros del más mayor de manera provocativa.

Todos rieron cuando las mejillas de Juanjo se volvieron aún más rojas (si es posible).

- Me voy a pedir más sanjacobos... - susurró el maño poniéndose de pie, intentando escapar de la vergüenza que le provocaban los piropos.

- Busca a Denna, ella te dará más si le dices que me conoces. - dijo el del bigote.

- ¿Quién es?

- Es la rubia bajita, antes te ha sonreído... - añadió el vasco señalando hacia una de las trabajadoras de la cocina.

- Vale, gracias. - Juanjo caminó hacia ella, agradeciendo con un gesto la ayuda de Martin.

Habían pasado el día en un ambiente distendido y muchísimo más cordial. Aún estaban los dos un poco nerviosos por su nueva dinámica y por tener que compartir tantas horas juntos. Pero con los niños se habían entendido a la perfección, Martin tenía las cosas clarísimas y guiaba todas las actividades. Juanjo era como un oso amoroso, todos los niños buscaban tener su atención constantemente.

Era un poco establecer roles de poli bueno, poli malo, pero siempre desde el respeto y el amor hacia los más pequeños. A Juanjo le encantaba el tono que Martin usaba para hablarles, no les gritaba ni les hablaba como si fueran bebés, era cuidadoso y alegre, pero con firmeza. Por su parte Martin se derretía cada vez que el mayor se mostraba tan abierto y afable con los niños.

- Hola, ¿eres Denna, verdad? - preguntó el maño a la joven rubia que le sonreía detrás del mostrador de comida.

- Sí amor, esa soy yo.¿Te falta algo? - preguntó alegre.

- ¿Por casualidad te quedan un par de sanjacobos? - preguntó.

- Mmmmm, no suelo dejar que los desconocidos repitan semejante delicia... - sonrió.

No hay verano sin ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora