Capítulo 10. - No caerá esa breva.

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Martin era una fuerza de la naturaleza.

Por su espalda bajaban pequeñas gotitas de agua, deslizándose desde su nuca, recorriendo su columna y perdiéndose en la cinturilla del bañador rojo que llevaba. Sus ojos estaban cubiertos por unas gafas de sol de pasta negra.

Juanjo intentaba mirar a los niños que se estaban bañando en el río, él jura que lo intentaba. Pero la cintura del vasco se llevaba toda su atención aunque se esforzara en evitarlo.

- ¡Daniel! No ahogues a Paula.

El menor seguía vigilando las acciones de los pequeños, de pie en la orilla. Sentía los ojos del maño clavados en él desde hacía un buen rato. Sabía que ese bañador le hacía un culo espectacular.

- ¿Quieres una foto y te la firmo?

La voz de Martin sacó al mayor de su ensoñación.

- ¿Qué?

- Que si quieres un autógrafo. - preguntó el vasco vacilando.

- No gracias, estoy bien. - respondió el maño sentado en su toalla, enrojeciendo y acomodando de nuevo su gorra.

- ¿Te has puesto crema? Tienes los hombros rojos ya.

- Sí, sí, ahora me pongo más.

- Trae.

Martin se acercó a él, arrodillándose a su lado y arrebatándole el bote de protección solar de las manos.

- Puedo yo solo.

- Me apetece.

Los suaves dedos del vasco en su espalda no ayudaban para nada al maño, que intentaba dejar de recordar esa primera noche en el río (y el posterior magreo en el almacén).

- Deberían ir saliendo del agua, no queda mucho para la hora de comer...

- Relájate un poco Juanjo, los horarios están como guía, no grabados a fuego.

- Estoy relajado. - dijo el mayor apartándose de su toque.

- A ver si empieza a notarse pues.

- Deja de tocarme la espalda y a lo mejor me calmo.

Martin soltó una carcajada y se dejó caer de espaldas sobre la misma toalla que el maño.

- Eres tan dramático.

- Y tú un provocador. - respondió Juanjo poniéndose de pie para vigilar a los niños.

- Y una mierda.

- Te has puesto ese bañador aposta. - añadió el maño con una mirada cargada de significado.

- Serás creído, me pongo lo que me da la gana.

- Te lo pones para que te mire.

- ¿Ha funcionado?

Juanjo no contestó, se acercó a la orilla y metió los pies en el agua.

Martin pasó por su lado, lanzando las gafas sobre su mochila y metiéndose al río para jugar con Jaime, que le pedía que lo lanzara al aire.

Al cabo de unos minutos Juanjo silbó bien fuerte para que todos fueran saliendo del agua. Tenían que secarse y recoger para volver al albergue.

Martin estaba secándose el pelo con la toalla cuando Juanjo se acercó.

- Claro que ha funcionado, imbécil. - le susurró al oído pasando disimuladamente el dedo índice por sus costillas.

A pesar del calor al vasco se le puso toda la piel de gallina.

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Habían decretado una ola de calor. No se podría salir al exterior esa tarde por las altas temperaturas y los niños estaban tan agotados que todo el mundo fue obligado a echarse una siesta.

Tenían que hacer un rato de guardia por los pasillos, pero Martin se estaba quedando dormido de pie.

- Pírate a echar una cabezada. Puedo estar aquí solo. - dijo Juanjo abanicándose con un folleto de rutas senderistas que había robado de recepción.

- Que no, que no. Ya paro de bostezar. - contestó el menor, efectivamente, bostezando.

- Martin vas a dormirte de pie y te abrirás la cabeza.

- Es que he dormido fatal esta noche. - se quejó el pequeño apoyado en la pared frotándose un ojo.

- Porque no has dormido conmigo.

- Porque tú no quieres.

- Ya lo hemos hablado.

- ¿Que eres un puritano?, efectivamente, ya lo habíamos comentado.

- Cállate y vete a dormir o te meto en la cama a rastras.

- En otro contexto esa frase me pondría verraco.

- En este contexto es una orden.

Martin se despidió con un beso en la mejilla, como ya se había convertido en costumbre. Juanjo cada día tenía más ganas de girar la cara y plantarle un beso, pero se resistía.

Cuando llevaba unos minutos solo apareció Ruslana.

- ¿Qué haces aquí? - preguntó el maño.

- Me manda tu marido, no quiere que hagas la guardia solito.

- Será imbécil... no necesito ayuda para revisar tres puertas.

- Encima que se preocupa por ti... - comentó la pelirroja sentándose frente a él.

- Le he dicho que no hacía falta.

- ¿Me vas a explicar este rollo raro que os traéis? Parecéis un matrimonio cascarrabias.

- No tenemos ningún rollo raro. Es mi compañero de trabajo.

- Yo no duermo con mis compañeros de trabajo las noches de tormenta porque tengo miedo.

- Es un amigo. - se corrigió el maño mordiéndose el labio.

- Yo no me como con la mirada a mis amigos cada vez que pasan por delante.

- Está muy bueno joder, ni que fuera culpa mía.

- Sois tal para cuál. Él dice lo mismo de ti. - dijo Ruslana con una pequeña carcajada.

A Juanjo se le sonrojaron las mejillas.

- No va a pasar. - añadió apartando la mirada.

- ¿Por qué? ¿Tanto miedo te da?

- No buscamos lo mismo, Rus. - contestó el mayor mordiéndose una uña.

- Tener un rollo de verano con un chico guapo no va a matarte, ¿sabes?

- No puedo tener un rollo con él. - sentenció Juanjo con cansancio en la voz.

- No seas soso, ya casi estáis igual que si estuvierais liados. - añadió la pelirroja gesticulando para quitarle importancia.

- No me estás entendiendo. No puedo tener solo un rollo con él. - dijo el maño haciendo hincapié en el "solo".

- ¿Por qué?

- Porque si nos liamos me enamoro de él a los dos días.

No hay verano sin ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora