En el corazón de la sociedad londinense del siglo XIX , Donde los lujos y las apariencias dictaban el ritmo de la vida . La temporada social estaba en su mayor y pleno apogeo . Entre bailes , fiestas y paseos por Hyde Park .
La familia Bridgerton...
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Emily no podía estar mas sorprendida de observar como Amelia preparaba los bocadillos para los mas menores de la familia , se desenvolvía de una manera en la cocina que no le seria difícil confundirla con algún chef .
── Veo que sabes cocinar de manera excelente ── Emily observo a la joven terminar de acomodar los detalles de los platillos .
── Si ... realmente lo disfruto , una vez Lady Eleanor viajo a Francia a visitar a una Duquesa y tuve la oportunidad de ir con ella y conocí al Chef de la familia y me ayudo mucho aprender algunos secretos ── Ella acomodo las frutas y sonrió a Emily .
── Veo que ya se a quien acudir cuando me vea muy atareada en la cocina
── Seria un gran placer ── Ella sonrió ── Bueno debo ir a preparar algo mas .
Amelia salió de la cocina y pasando por la sala observo que los menores aun seguían con sus maestras , así que Salió al jardín donde observo todo el panorama y encontró el lugar perfecto para armar todo ── Con permiso del ama de Llave saco algunas cosas para armar todo ── Anthony Bridgerton se encontraba en su despacho, rodeado de documentos y cartas que esperaban su atención. Sin embargo, su mente estaba lejos de allí. A través de la ventana, sus ojos se posaron en el jardín, donde la joven doncella , Amelia, estaba ocupada preparando un picnic. La luz del sol de la tarde iluminaba su cabello, haciéndolo brillar como el oro. Con movimientos gráciles , ajena a la atención que recibía desde el despacho.
Anthony a pesar de que solo la había visto dos veces antes. La primera vez, en el bosque, donde se había topado con ella por casualidad mientras él cabalgaba. La segunda, esa misma mañana, cuando descubrió que trabajaría en su casa como doncella de sus dos hermanos menores. Desde ese momento, no había podido sacarla de su mente.
Observándola ahora, su corazón latía con fuerza. Había algo en la serenidad de sus movimientos y en la dulzura de su semblante que lo tenía cautivado. Amelia se movía con una gracia natural, organizando las cosas con una precisión que solo podía venir de alguien que ponía cariño en cada detalle.