55| Eres una estrella

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Después de nuestra breve pero intensa demostración de afecto, nos separamos con una sonrisa. Juanjo se dirigió al baño para una ducha rápida, y yo volví a mi guion, sumergiéndome en la complejidad del personaje. La trama me absorbía, llevándome a un mundo de misterio y emociones conflictivas.

Mientras repasaba las líneas, me di cuenta de que había una escena en particular que me causaba cierta inquietud. Era una confrontación emocionalmente cargada entre mi personaje y el principal sospechoso del asesinato de su hija. Sabía que debía abordar esta escena con toda la autenticidad posible, así que decidí pedirle a Juanjo que me ayudara a ensayarla.

Cuando Juanjo regresó, más relajado después de su ducha, me acerqué a él con el guion en la mano.

—¿Podrías ayudarme a ensayar una escena? —le pregunté, esperando que no estuviera demasiado cansado.

—Claro, amor. ¿Qué escena es? —preguntó, tomando el guion y ojeando las páginas.

—Es una confrontación entre mi personaje y el sospechoso principal. Necesito que me ayudes a capturar la intensidad y el dolor de la situación —expliqué, señalando la escena en cuestión.

Juanjo asintió y nos preparamos para empezar. Su habilidad para meterse en el papel del sospechoso me impresionó; su actuación añadía una capa de realismo que me ayudaba a profundizar en mis propias emociones.

—¡Tú mataste a mi hija! —grité, dejando que la desesperación y la furia se apoderaran de mí.

Juanjo, en el papel del sospechoso, respondió con una frialdad que me estremeció. —No sabes de lo que hablas. Estás cegado por el dolor.

La tensión entre nosotros creció, y en ese momento, sentí que algo hizo clic dentro de mí. La mezcla de ira y tristeza se sintió tan real que casi me hizo olvidar que estábamos actuando.

Cuando terminamos la escena, ambos estábamos respirando pesadamente. Juanjo me miró con una mezcla de orgullo y admiración.

—Lo hiciste increíble, Martín. Esa intensidad es justo lo que necesitas para la escena —dijo, sonriendo.

—Gracias. Tu actuación me ayudó mucho. Eres un gran apoyo, Do —respondí, sintiéndome más seguro de mi capacidad para abordar el papel.

Pasamos el resto de la noche juntos, disfrutando de una cena ligera y hablando sobre nuestras expectativas para los próximos meses. Juanjo me animó a seguir practicando y a confiar en mi instinto como actor. Su apoyo incondicional me llenaba de energía y determinación.

Los días siguientes se llenaron de clases de acento, ensayos y reuniones con el equipo de producción. Cada vez que me sentía abrumado, recordaba las palabras de aliento de Juanjo y las sonrisas de Dani. Mi familia era mi pilar, y gracias a ellos, sabía que podría superar cualquier desafío.

Finalmente, llegó el primer día de rodaje. Me desperté temprano, el corazón latiéndome con fuerza en el pecho. Después de un desayuno ligero y una última revisión del guion, Juanjo me acompañó hasta el set, ofreciéndome palabras de ánimo.

—Vas a hacerlo genial, amor. Solo sé tú mismo y deja que tu talento hable por sí solo —dijo, dándome un beso de despedida.

—Gracias, cariño. Sinceramente estoy que me cago te lo prometo —respondí, sintiendo una mezcla de nerviosismo y emoción.

El set estaba lleno de actividad, con técnicos ajustando luces y cámaras, y actores repasando sus líneas. El bullicio del equipo preparándose para la primera toma llenaba el ambiente de una energía vibrante. Caminé hacia mi camerino para vestirme y maquillarme. El vestuario de mi personaje consistía en un traje oscuro y una corbata sobria, reflejando la gravedad de su profesión y el dolor contenido por la pérdida de su hija.

El director, un hombre con una barba espesa y gafas redondas, me recibió con una sonrisa y un apretón de manos.

—Buenos días, Martín. Hoy comenzamos con una escena crucial. Quiero que captes toda la desesperación y el conflicto interno de tu personaje —dijo con un tono serio pero alentador.

Asentí, sintiendo el peso de la responsabilidad. Sabía que esta escena era clave para establecer el tono emocional de la serie. La escena se desarrollaba en una sala de interrogatorios fría y estéril, iluminada por una sola lámpara que colgaba del techo, proyectando sombras duras en las paredes. La atmósfera era opresiva, diseñada para resaltar la tensión entre mi personaje, el inspector Álvarez, y el sospechoso, interpretado por un talentoso actor llamado Hugo.

Nos colocamos en nuestras posiciones y el director nos dio las últimas instrucciones.

—Recuerden, quiero ver la lucha interna en tus ojos, Martín. Y tú, Hugo, mantén esa frialdad impenetrable —dijo, tomando su lugar detrás de la cámara.

—¡Acción! —gritó el director, y de inmediato, me sumergí en mi papel.

—¡Tú mataste a mi hija! —grité, golpeando la mesa con los puños, la voz quebrándose con una mezcla de rabia y dolor.

Hugo, en el papel del sospechoso, levantó la mirada lentamente, sus ojos oscuros y desafiantes. —No sabes de lo que hablas. Estás cegado por el dolor.

La tensión en la sala era palpable. Podía sentir las miradas de todo el equipo sobre nosotros, pero en ese momento, solo existíamos Hugo y yo. Cada palabra, cada gesto, estaba cargado de emoción. Me acerqué más, invadiendo su espacio personal, intentando arrancarle una confesión.

—Dímelo. ¿Por qué lo hiciste? —susurré, mi voz apenas contenida, los ojos llenos de lágrimas no derramadas.

—Nunca podrás probarlo —respondió él, su voz tan fría como el hielo.

El silencio que siguió fue ensordecedor. Mis emociones estaban a flor de piel, y la impotencia de mi personaje se reflejaba en cada músculo tenso de mi cuerpo. Finalmente, el director gritó "¡Corte!", rompiendo el hechizo de la escena.

El equipo estalló en aplausos, y el director se acercó con una sonrisa de aprobación.

—¡SUBLIME URRUTIA SUBLIME ! Exactamente lo que necesitábamos. La intensidad fue perfecta —dijo, dándome una palmada en la espalda.

—Gracias —respondí, todavía recuperándome de la inmersión en mi personaje.

El resto del día transcurrió en una serie de tomas y repeticiones, cada una más intensa que la anterior. Al final de la jornada, estaba agotado pero satisfecho. Sentí que había logrado captar la esencia de mi personaje y la gravedad de la situación.

Cuando volví a casa, agotado pero feliz, encontré a Juanjo y a Dani esperándome con una cena especial. La mesa estaba decorada con velas y flores, y una botella de vino tinto descansaba en el centro.

—¡Sorpresa! —gritaron al unísono, haciéndome sonreír.

—¿Qué es todo esto? —pregunté, sorprendido y emocionado.

—Queríamos celebrar tu primer día de rodaje —dijo Dani, abrazándome.

—Y felicitarte por lo increíble que lo hiciste —añadió Juanjo, dándome un beso en la mejilla.

Nos sentamos a cenar, disfrutando de una deliciosa comida y compartiendo anécdotas del día. Les conté sobre la intensidad de la escena y cómo había sentido la conexión con mi personaje.

—Sabía que lo harías genial, papá. Siempre has sido un actor increíble, PORCIERTO — Exclamó emocionado— Tengo ya los agradecimientos del libro y bueno el final también —dijo Dani, con orgullo en sus ojos.

—Gracias, hijo. Pues léelo luego si quieres cuando terminemos de cenar —respondí, emocionado.

— ¿No queréis esperar a tenerlo en físico para leerlo?

— Daniel Urrutia Bona nos lees esos agradecimientos y el último capítulo por tu vida eh — Dijo Juanjo con su característico humor provocando la risa de Dani y la mía.

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Confirmado chicas!!! Oficialmente terminaré este fanfic en el capítulo 60, he intentado alargarlo lo máximo posible las tres últimas ideas que tenía planeadas pero el final es irremediable y es el que es desde que empecé a planear este libro, creo que no dejara indiferente a nadie el final del libro y os sacará alguna que otra risa y lágrima ❤️‍🩹

Armonía prohibida (Ot 2023)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora