60| Diré que es el final

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— Cumpleaños feliz, Cumpleaños feliz, Te deseamos papi, Cumpleaños feliz.

— ¡AVO, AVO! — balbuceaba Martina desde su trona con una mezcla de entusiasmo infantil.

— ¿Qué pasa, qué te pasa, bonita mía? — pregunté mientras soplaba las velas del pastel, no pudiendo evitar reír al ver cómo intentaba cantar con sus pequeños labios.

— Ay, que papitis tiene la niña — bromeaba María mi mujer con una sonrisa mientras limpiaba las migas de pastel de la mesa.

— Oye, la niña puede tener papitis hasta que yo me muera, vamos, tengo 35 años, de aquí hasta que me muera queda mucho, ¿no? — dije, besuqueándole toda la cara a Martina mientras ella reía y se retorcía en la trona.

— Cariño, por cierto — dije, refiriéndome a María mientras ella terminaba de recoger los restos del pastel.

— Dime, Dani — contestó, dándome un rápido beso en la comisura del labio antes de volver a limpiar el polvo de algunas estanterías.

— Hoy no me esperes para cenar, con todo el tema de la publicidad y la grabación de la película seguramente me tenga que quedar hasta tarde en la productora.

— Vale, amor, pues vamos hablando entonces — respondió, mientras sus labios rozaban los míos con una ternura que me hizo desear más, así que mis manos se deslizaron por su cintura, atrayéndola un poco más cerca.

— ¿Así es como dices adiós? — le pregunté con una sonrisa pícara.

Ella intentó no reírse, pero sus ojos brillaban con un toque de diversión.

— Anda, tira — dijo, divertida, señalándome la puerta. Yo acepté entre risas, despidiéndome mientras me dirigía hacia la salida.

Salí al frío de la mañana, el aire fresco me dio una sacudida agradable que despejaba los restos de sueño. Me dirigí al coche que me esperaba en la entrada, el día prometía ser largo. Al sentarme en el asiento del conductor, noté cómo la ciudad comenzaba a desperezarse lentamente, con los primeros rayos de sol iluminando las calles aún húmedas del rocío matutino.

— Buenos días, señor Urrutia — dijo el conductor, mientras ajustaba el retrovisor y me ofrecía una sonrisa profesional.

— Buenos días. — Contesté mientras me acomodaba en el asiento. — Vamos a la Productora Urrutia Bona, por favor.

— Entendido. — El conductor arrancó el coche y se incorporó al tráfico, dirigiéndose hacia el distrito de producciones.

Durante el trayecto, saqué mi portátil de la mochila para revisar los correos y mensajes pendientes. La mayoría de ellos eran de los miembros del equipo de producción, con preguntas sobre los borradores de escenas, el diseño de iluminación y detalles logísticos. A medida que revisaba los mensajes, me preparaba mentalmente para las reuniones que tendría a lo largo del día.

— Disculpe, señor, el GPS me indica que estamos bastante lejos de donde quiere ir. ¿Me puede confirmar el nombre de la dirección? No vaya a ser que lo haya puesto mal.

— Productora Urrutia Bona — aclaré, mirando por la ventana mientras observaba cómo los edificios modernos del distrito de producciones se sucedían uno tras otro.

— Perfecto — añadió el conductor, ajustando el volante mientras giraba hacia una calle secundaria que llevaba a la entrada principal del edificio.

Al llegar al edificio, el imponente rascacielos de cristal y acero reflejaba el sol matutino, creando un juego de luces que se proyectaba sobre el suelo. Me bajé del coche y me dirigí hacia la entrada del vestíbulo, donde el espacio amplio y moderno siempre me recibía con una sensación de grandeza y dinamismo.

Armonía prohibida (Ot 2023)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora