Capítulo 2

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Después de la actuación, el entusiasmo en el aire era palpable. John y Paul, aún con la adrenalina del momento, se sentaron en un rincón del campo, sus guitarras apoyadas a su lado. La conversación fluyó con una facilidad sorprendente, como si se conocieran desde siempre.

“Eres realmente bueno, Paul,” admitió John, rompiendo el silencio inicial. “¿Dónde aprendiste a tocar así?”

Paul sonrió, un poco sonrojado por el cumplido. “Mi padre me enseñó lo básico, pero después de que él murió, la música se convirtió en mi manera de mantenerme conectado con él. Practico siempre que puedo.”

“Eso explica mucho,” dijo John, asintiendo. “La música es también mi refugio. La vida no siempre es fácil, ¿sabes? Pero cuando estoy tocando, todo parece tener sentido.”

Ambos intercambiaron historias sobre sus vidas, sus familias y sus sueños. Descubrieron que compartían no solo una pasión por la música, sino también un anhelo de algo más grande, algo que trascendiera las calles de Liverpool.

En los días siguientes, Paul comenzó a reunirse con John y los otros miembros de The Quarrymen en la casa de John, en Mendips. Las sesiones de práctica se convirtieron en un ritual casi diario. La madre de John, Julia, a menudo los animaba desde la cocina, su risa y su energía positiva llenando la casa.

Un día, mientras estaban en medio de una sesión particularmente inspirada, John se detuvo de repente.

“Paul, tengo una idea,” dijo, sus ojos brillando con emoción. “¿Qué te parece si empezamos a escribir nuestras propias canciones? Podríamos intentar algo diferente, algo que sea realmente nuestro.”

Paul asintió con entusiasmo. “¡Eso suena increíble, John! Siempre he querido componer, pero nunca he tenido a alguien con quien hacerlo.”

Esa tarde, se sentaron en el pequeño salón de John, con guitarras en mano y cuadernos abiertos. La primera canción que escribieron juntos fue una mezcla de sus estilos y influencias, una prueba de la química creativa que habían descubierto. La música fluía entre ellos con una facilidad casi mágica, como si cada uno supiera instintivamente lo que el otro quería expresar.

Mientras su amistad y colaboración florecían, también comenzaron a surgir pequeños desafíos. George Harrison, un joven guitarrista que había conocido a Paul en el autobús escolar, se unió a las sesiones. Aunque más joven, George impresionó a John con su habilidad y técnica. Sin embargo, la dinámica del grupo empezó a cambiar, y las tensiones ocasionales brotaban entre los tres.

Una tarde, durante una de las prácticas, John se mostró especialmente crítico con uno de los solos de George.

“No, no, no, George. Así no es,” dijo John, frunciendo el ceño. “Tienes que sentir la música, no solo tocarla.”

George, con una mezcla de frustración y determinación, replicó, “Estoy haciendo lo mejor que puedo, John. No todos tenemos tu talento natural.”

Paul intervino, tratando de suavizar la situación. “Vamos, chicos, estamos todos en esto juntos. George, intenta lo que John dice. John, dale un poco de espacio. Estamos aprendiendo.”

La tensión se disipó, pero el incidente dejó una marca. Era evidente que, aunque su colaboración era poderosa, también tendrían que aprender a manejar sus egos y diferencias.

A medida que el verano avanzaba, John y Paul se volvieron inseparables, pasando horas en la casa de John o en la de Paul, trabajando en nuevas canciones y soñando con el futuro. Sin embargo, sus ambiciones comenzaron a chocar con la realidad de sus vidas cotidianas. Las responsabilidades escolares, las expectativas familiares y la falta de recursos financieros eran obstáculos constantes.

Una noche, mientras caminaban por las calles de Liverpool después de una larga sesión de práctica, Paul expresó sus preocupaciones.

“John, ¿crees que realmente podemos hacer esto? Quiero decir, sé que somos buenos, pero hay tantas cosas en nuestro camino.”

John, siempre el optimista, respondió con firmeza. “Lo sé, Paul. Pero he sentido algo diferente desde que empezamos a tocar juntos. No sé cómo explicarlo, pero sé que estamos destinados a algo grande. Solo tenemos que seguir adelante.”

Paul sonrió, reconfortado por la determinación de John. “Tienes razón. Vamos a hacer que esto funcione, cueste lo que cueste.”

Esa promesa, hecha bajo el cielo nocturno de Liverpool, solidificó su compromiso. Juntos, enfrentarían los desafíos que se interponían en su camino y trabajarían incansablemente para alcanzar sus sueños. La travesía apenas comenzaba, y aunque no podían prever las dificultades y triunfos que les esperaban, sabían que juntos eran

Ecos De Liverpool | Mclennon | #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora