Epílogo

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Cuando Sesshomaru supo que sería padre de dos niñas se imaginó su vida llena de color rosa, brillos por todos lados, muñecas, juegos de té, unas pequeñas damitas, sus niñas vestidas de princesas horneando un pastel junto a Rin.

También supo que sería tío de una niña, así que en ocasiones serían tres las pequeñas princesas que tomarían el té en una mesita afuera de la casa de muñecas.

Cuando eran muy pequeñas todo se hacía al gusto de Rin o de él, pero al tener cuatro años ya empezaban a elegir sus propias cosas.

Suspiró al verlas correr en el jardín. Towa había pedido que le cortaran el cabello porque le molestaba cuando hacía piruetas.

Setsuna era admiradora de Kohaku, quería trabajar con él y ser guardaespaldas. Por eso estaba usando un cinturón donde guardaba una espada de juguete.

Moroha salió corriendo de la casa con un arco y una fecha, con punta de goma desde luego.

—¡Vamos a capturar monstruos! — Gritó.

Sesshomaru dejó de ver por la ventana y se concentró en la melodiosa voz de su esposa. Rin lo estaba llamando desde la habitación de sus hijas.

Al entrar la vio buscando en el vestidor.

—¿Necesitas algo?

—Sí. ¿Dónde quedó la tienda de campaña grande? Las niñas quieren acampar en el jardín esta noche.

Suspiró una vez más y ayudó a buscar. ¿No se supone que las niñas pequeñas hacían pijamadas de spa o veían películas de sirenas?

Era el doble de alboroto cuando estaban las tres juntas. No podía quejarse. La siguiente semana le tocaba a Inuyasha y Kagome cuidar de ellas mientras él y Rin disfrutaban de un fin de semana a solas.

Mientras tanto tenían que cuidar a las niñas. Y mañana irían al mismísimo infierno: A una fiesta infantil.

Maldecía a Inuyasha por tener la suerte de no ir. Aunque, era importante estar ahí, ese tan Hisui tenía demasiadas atenciones con Setsuna. Era mejor vigilarlo de cerca.

Después de encontrar la tienda de campaña salieron a instalarla con las niñas revoloteando a su alrededor.

Por fin después de que se ducharan y cenaran se fueron a acampar. Metieron pececitos de plástico en el lago artificial y los capturaron de regreso son sus cañas de pescar.

—¡Mira papá! Este se parece al abuelo Jaken — Le dijo Towa.

Efectivamente, tenía los ojos saltones.

Sesshomaru y Rin terminaban cansados por la enorme carga de trabajo de la semana. Aún así trataban de pasar tiempo con las niñas y salir a solas de vez en cuando.

Extrañaron su cómoda cama porque acamparon en la sala de estar donde tenían vista al jardín.

[...]

Era extraño conducir una camioneta familiar en lugar de su precioso Audi R8 negro o el Lexus plateado. Apreciaba por el espejo retrovisor a las niñas en sus sillas viajando seguras, ajenas al tráfico de las abarrotadas calles. Se entretenían jugando a contar los vehículos de cada color.

Llegaron a la casa de la familia Kimura donde se celebraría la fiesta en el jardín.

Cuando Sesshomaru dijo que iría al inframundo o al mismo infierno por Rin se refería a cruzar una tormenta, un incendio, escalar una montaña, dejarse atravesar por una bala, venderle su alma a la mafia, asesinar a alguien o algo menos dramático y estresante que acudir una fiesta infantil.

Había unos doce niños corriendo despavoridos por todos lados. Únicamente se acercó para las fotografías y se alejó de los demás. Tener una familia a la que amaba profundamente no significaba que le agradara convivir con tantas personas.

Se sentó en el sofá fingiendo tener asuntos urgentes de trabajo que resolver. Siempre fruncía el ceño, así los demás evitaban acercarse.

—Hola, Sesshomaru-sama — Saludó Kohaku.

Al parecer el ceño fruncido no funcionaba con él. Era lógico, era de las pocas personas a las que toleraba y que no se ofendían cuando respondía a sus preguntas con monosílabos. Además, al ser soltero y no tener hijos también parecía incomodarle estar rodeado de tantos niños.

Lo acompañó a beber té helado.

Casi de inmediato llegó Setsuna muy entusiasmada.

—¡Kohaku-san! ¡Kohaku-san! Cuando sea mayor, ¿Vas a casarte conmigo?

Kohaku casi se ahoga con el té y tosió repetidamente.

—Cuando seas mayor, yo seré aún más grande Setsuna. Tengo la misma edad que tu mamá.

Enojado, llegó Hisui y observó a su tío con el ceño fruncido.

—¡Yo voy a casarme con Setsuna!

—¡No!, ¡Tú no! — Gritó la niña

A toda prisa llegó Towa gritando.

—¡Ya vamos al pastel!

—¡Pastel! —Gritaron todos los niños a unísono.

Desaparecieron tan rápido como llegaron. Siempre alegres y enérgicos.

Sesshomaru sintió una ligera jaqueca al imaginar que algún día sus niñas iban a hablar en serio sobre tener novios y casarse. Tal vez debería enviarlas a un internado solo para señoritas. No podía, Rin no lo permitiría.

Sin importar lo que deparare el futuro para sus hijas, estaba seguro de que tomarían buenas decisiones. Él les enseñaría su lugar en el mundo como herederas de dos grandes compañías, la Constructora Takahashi y la Casa de Modas Sakamoto. Les enseñaría a ser seguras de sí mismas y que el mundo estaba a sus pies. Rin les enseñaría a ser amables y prudentes para no dejarse llevar por el poder.


[...]

Llegaron a la playa justo a tiempo para ver el atardecer. Dejaron a las niñas con sus tíos más tarde de lo previsto. Pero, todo valió la pena. Estarían dos días y dos noches a solas, disfrutando de su mutua compañía.

Se sentaron en la orilla de la playa uno junto al otro viendo hacia el horizonte. El azul del cielo y el azul del mar se mezclaban hasta perderse. Conforme el sol descendía, el cielo se tornaba amarillo, anaranjado y rojo.

Rin amaba sentir la arena en sus pies, la brisa en su cabello y el aroma a brisa marina en sus fosas nasales. El atardecer era hermoso, pero había algo mejor que sus ojos querían admirar. Fijó la vista en su esposo, amaba decir esa palabra aún después de cinco años de matrimonio.

Sin previo aviso se dejó caer encima de él quedando acostados en la arena.

—Te amo — Le dijo antes de besarlo.

Sus grandes y expresivos ojos mostraban la calidez que había en su corazón.

Sesshomaru la miró, como solo a ella puede ver, con ternura y un inmenso deseo.

Capturó sus labios con desesperación. No importaba cuantos años pasaran, cuantos días y cuantas noches estuvieran uno junto al otro, uno encima del otro, siempre quería más.

—Te amo, Rin. Por toda la eternidad.

FIN  

Amor clichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora