Parte siete

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Es la decimotercera vez que sus ojos se cierran esa tarde.

Diría que no entiende por qué, pues reconoce que evaluar las competencias para hacer el seguimiento de niños de tres y cuatro años no es excesivamente complejo, o al menos, a él nunca le ha supuesto una carga de trabajo que lo haga fatigarse como ahora. Sin embargo, sospecha que la mala noche a causa de una ruidosa tormenta que continuó hasta bien entrada la mañana lo tuvo en vela varias horas de manera intermitente aquella madrugada.

Solo pudo concebir el sueño cuando Harry lo enjaulaba más en sus brazos y empezaba a acariciar su brazo y las extensiones de piel cercanas con una suavidad inexplicable, teniendo en cuenta la dureza de las manos de un alfa que, además, posee heridas en ellas a causa de su profesión.

Quizás es eso lo que consigue perderlo por completo. A estas alturas, se ha olvidado de cómo dormir sin él y debería preocuparle, pero no lo hace. No lo hace porque no parece que Harry vaya a ponerle fin a ese hábito que han adoptado esas semanas.

Bien, pues ni eso ha podido evitar que estuviera lo suficientemente descansado para una larga jornada de trabajo en casa, pues era sábado, pero Louis se había pasado todo el día poniéndose al día con cosas de la escuela mientras Harry trabajaba en la pastelería.

Ya son las seis de la tarde y está deseando terminar los dos últimos expedientes que le quedan, pero antes cree que debería cenar y reponer fuerzas para no cometer errores tontos que solo le traerán más trabajo a posteriori. 

Justo cuando va a coger el móvil para preguntarle a su mejor amigo si quiere que le prepare algo para esa noche, escucha la puerta abrirse y su estómago lo alerta con mariposas que él ha aprendido a ignorar.

Aunque no es tan fácil hacerlo con la imagen que se encuentra cuando se asoma a la entrada del apartamento con nada más que su sudadera a la altura de los muslos y una sonrisa de oreja a oreja.

"Hola, pequeño." Harry le habla tranquilo y con una cansada sonrisa, todo como si no llevara un hermoso ramo de flores azules en una mano y una bolsa con el logotipo de su restaurante japonés favorito en la otra.

Ambas cosas le producen sentimientos contradictorios. Se muerde el labio nerviosamente sin apartar la vista de las flores, pues es su principal preocupación. Su omega ya esta gruñendo cuando pregunta por ellas.

"¿Y eso?", pregunta ansiando una repuesta que no le haga llorar al instante.

Harry deja ver aún más sus hoyuelos y se acerca hasta él sin dejar de mirarle como si no lo hubiese visto en años.

"La idea era comprarte solo la cena", confiesa alzando la bolsa blanca a su lado. "Pero la floristería estaba demasiado cerca y no pude resistirme", dice sin dejar de sonreír a la vez que le tiende el ramo lentamente. "Son del color de tus ojos."

Con el corazón al borde de un ataque, extiende su temblorosa mano y no oculta su sorpresa cuando aprecia mejor el tono azul de los pétalos. Es cierto, es idéntico al que baña sus orbes.

"Harry...", suspira mientras dirige el ramo a su nariz y comprueba lo frescas que se encuentran con ese neutro aroma a tierra húmeda. Perfecto. "E-esto es...–, es muy bonito de tu parte. Yo..."

"¿Te gustan?", pregunta Harry interrumpiéndole, con los rizos algo desordenados del movimiento del día y las mejillas coloradas del cambio de temperatura al entrar en la casa.

Louis lo besaría tan fuerte ahora mismo. 

"Las amo, dios." Louis ríe saliendo del shock y se abalanza encima del alfa, quién lo captura con un solo brazo vestido con la manga de su típico abrigo negro largo y con su olor impregnado. Es inevitable hundir su nariz en su pecho. "Eres tan dulce."

Tu refugio || l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora