Capítulo 4

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Veneno.

Aquello es lo que llevaba en la sangre desde que nací. No estaba loca. Simplemente aprendí a ponerme antes que a los demás. Aún si eso significaba quitar del medio a todo aquel que se me cruzase.

Toda mi familia me lo decía, yo era la peor de los Mascherano. Incluso peor que Antoni.

No me importaba utilizar a mi favor los sentimientos ajenos con tal de lograr mis propósitos. Y menos destruirlos. Me gustaba hacer daño. Lo disfrutaba tanto que pasé la mitad de mi vida haciéndolo.

Y ahora estaba comenzando de nuevo. Lo sentía en el fondo de mi ser. Mis instintos asesinos estaban más despiertos que nunca. Tenía más que claro a quien iba a matar.

Volví a la realidad cuando aquellas manos dulces con las que había soñado tantas noches se posaron en mi cintura, pegándome más a él. Mi mente divagaba por lugares equivocados, cuando en lo único en lo que debía enfocarme era en él. En hacerlo sentir bien. En hacer que olvidase.

Lo miré de nuevo, sus ojos oscurecidos eran la evidencia del deseo que sentía por mí. Y los míos también debían de serlo. Mi cuerpo reaccionaba muy bien a cada mínimo tacto de su piel contra la mía. Tanto que cuando me di cuenta ya me estaba restregando contra él, mientras suaves gruñidos escapaban de sus labios. Ya estaba duro. Hice el ademán de empujarlo hacia atrás, hasta quedar completamente tumbados sobre el colchón. Y comencé a besarlo de nuevo.

Conmigo la moral jamás existió. Nunca fui tímida, menos al momento de tener sexo con alguien. Incluso me volvía más vulgar que de costumbre.

Bratt me presionó más contra él, pegando nuestros cuerpos hasta que casi no hubo espacio entre ellos.

Sus manos bajaron curioseando mis curvas. Desde mi espalda hasta mi trasero, y se quedaron allí un momento, antes de estrujarlos un poco sacándome un jadeo. «¡Mierda!» lo deseo tanto. No puedo esperar más.

La intensidad de nuestro beso se intensificó, hasta volverse más como un beso porno-gráfico que de novela romántica. Su lengua se adentró a mi boca, recorriendo cada pequeño espacio. Aquel que por tanto tiempo no lo había sentido.

Bratt era tierno, ¿para que mentir? Incluso llegaba a ser uno de esos chicos a los que veías y querías quedarte abrazándolo de por vida. Pero por otro lado, tenía un lado más pasional, uno que yo ya conocía perfectamente. Aquel mismo que aventuré al liarme con él cuando seguía siendo el típico chico popular que no quería una relación seria y se la pasaba cogiendose a cada alumna del instituto. Hasta que surgió algo más entre nosotros y me dió el honor de ser su primera pareja formal.

Claro, todos le decían que se alejara de mi. Siempre fui la plaga, con la cual, si te juntabas, la relación que se formara conmigo no terminaría en nada bueno. Pero él nunca los escuchó. Por eso siempre lo quise de la manera en la que lo quiero. No fue mi primer novio. Sin embargo, siempre fue el único que creyó en mi cuando nadie lo hacía. El único que me vió como algo más que un objeto sexual.

──¿Me extrañaste? ──indagué al apartarme de él. Nuestras respiraciones eran un caos.

Tardó unos segundos en responder, sus manos seguían acariciándome. Podía tardar toda la vida formulando una respuesta si así lo deseaba, pero su cuerpo me lo decía todo.

──Como no tienes idea ──terminó admitiendo.

Sonreí. Acaricié su rostro, admirandolo como si fuera la obra de arte más bella y pura. ──Yo también te extrañé.

Comenzó a besarme el cuello. Seguía estando encima suyo. Solté un suave gemido y elevé la cabeza dándole todo el acceso que deseara.

──No sabes cuantas veces soñé con este momento. Con volver a verte.

Dark blood (Bratt Lewis x Tn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora