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La mañana se asomaba por la ventana, mis ojos apenas se abrían... Pesados por la vagancia que cargaba mí cuerpo... Aun si me sentía mucho mejor que el día anterior. Parte de la fuerza que había pedido se había recuperado, incluso podía ponerme de pie y salir de aquel lugar... Más un cuerpo tumbado y adormecido sobre mí me impidió moverme.

Giré mí cabeza para observar al pequeño que me estaba usando de almohada, oliendo un poco su cuerpo para asegurarme que no estuviera herido o con frio. Comenzó a hacer ruidos con su boca, indicando que estaba despertando, por lo que me vi en la libertad de lamer su mejilla... Algo que le provocó una pequeña risa. Aquel par de ojos celestes se abrieron, mirándome de forma alegre.

-Buenos días, Sebastián ¿Dormiste bien?- Preguntó acariciando mis orejas.

-Si, muchas gracias... ¿Usted está bien?- Respondí de manera suave.

Su rostro cambio en menos de un segundo... Observandome con un ligero susto y temor. Se puso de pie de un solo salto, acompañado de un ligero gritó... Por lo que me apresure en pararme también.

-No tengas miedo... No voy a lastimarte.- Le informé al instante, intentando calmarlo.

-Tú... ¡Tú hablas!- Gritó, retrocediendo unos pasos.

-Usted también habla, y sin embargo yo no me asusto por eso...- Le dije sentándome frente suyo he inclinando la cabeza.

Su mirada cambió en ese instante... Viéndose ligeramente pensativo.

-Supongo que tienes razón...- Reflexionó mientras miraba al techo, luego volvió la mirada a mí, arrodillándose al frente mío rápidamente. -¡Es genial! ¿Tienes un nombre antes de "Sebastián"? Tal vez ese no te gusta.

-Sebastian es perfecto... No se preocupe por eso.- Respondí con una sonrisa, un poco sorprendido por el repentino cambio de actitud por su parte.

-¿Quieres ser mí amigo?- Me preguntó, con un ligero tono de inocencia y ternura en su voz que era imposible negarse.

-Me encantaría.- Respondí, mientras mí cola se movía de forma lenta.

Me sonrió de una manera en la que jamás había visto alguien hacerlo antes... Mucho menos para una creatura como yo.
Comenzó a hablarme sobre su vida y su familia... Entendí que su padre era un reconocido conde, dueño de una gran fortuna... También descubrí que él era hijo unico, que tenía siete años, y que no tenía demasiados amigos a excepción de sus primos que veía cada tanto. Yo lo escuchaba con atención, preguntando alguna que otra cosa o compartiendo comentarios para hacerlo reir... Más nuestra soledad fue interrumpida con la llegada del amo de la casa, quien venía acompañado con un hombre anciano y de elegante vestimenta.

-Buenos días Ciel... El desayuno está listo. Luego vuelves a ver a tu amigo ¿Si?- Indico el padre del niño, tomándolo entre sus brazos para alzarlo.

-Se llama Sebastián... Y charlamos durante un largo rato. Oh, ¡Y puede hablar!- Mencionó emocionado el pequeño, sin dejar de sonreír.

-Tienes demasiada imaginación... Pero está bien, le traeremos comida a Sebastián en un rato.- Le dijo el mayor, quien ahora volteaba a observarme. -¿Estás de acuerdo con eso?- Preguntó ahora refiriéndose a mí.

-Me parece bien...- Respondí de manera cordial.

En ese momento los dos mayores presentes transformaron la mirada de la misma forma que el niño lo había hecho hace un instante. El más anciano de los dos se puso en una posición, como indicando que estaba por atacarme, por lo que reaccione más rápido colocándome en un modo de defensa y mostrando los dientes, más no quería herrir a nadie... Primero, porque sería descortés después de la forma tan amable en la que me trataron... Segundo, no me encontraba en condiciones de pelear... Y tercero, no quería hacer nada violento en presencia del niño.
Sin embargo, antes que las cosas se nos fuera de las patas, el señor Phantomhive se interpuso entre el anciano y yo... Entregándole el niño al mayor.

-Tanaka, lleva a Ciel al comedor... Iré en un segundo.- Mencionó el amo de la casa, mirándome aún sorprendido por lo ocurrido, pero manteniendo la compostura.

Una vez quedamos el señor y yo solos, el silencio fue abrumador por unos largos minutos... Hasta que finalmente fue capaz de preguntar algo.

-¿Cómo puedes hablar?

La pregunta me parecía un poco vaga y sin sentido... Algo típico de un humano, así que no puedo culparlo... Son seres realmente débiles en todo tipo de aspectos, incluido el conocimiento.

-La realidad es que no soy un Lobo común... Y hablar es lo mínimo que puedo hacer, comparado a mis otras "habilidades" - Le mencioné, al tiempo que me estiraba un poco, tratando de no esforzar mí cuerpo recién curado.

-No tiene sentido...- Dijo viéndose ya más relajado, llevando su mano a su barbilla.

Me acerque unos pocos pasos, tratando de no alterarlo o romper el ambiente pacifico que habíamos creado para comunicarnos. Me senté frente suyo, dispuesto a confesar la verdad... Una realidad que incluso a mí me costaba explicar.

-No busco lastimarlos... A decir verdad, ayer mismo pensé que sería mí último día... Sin embargo estoy con vida, y todo gracias a su hijo.- Expliqué, intentado no verme amenazador.

-Ciel tiene un corazón muy bueno.- Mencionó el sujeto, dibujando una sonrisa... Lo que me daba a entender que de alguna forma le gustó lo que dije.

Pensé un poco en ese niño... Es hermoso, es bondadoso, es pequeño.... Y siento como si fuera mío, o tendría que serlo. ¿Cómo explico eso al padre? La verdadera pregunta era... ¿Cómo explico algo que ni yo mismo puedo entender?

Me acerque otros dos pasos más, acostandome lentamente en el suelo y colocando mí cabeza en mis patas delanteras.

-Quisiera pedir permiso para permanecer aquí...- Confesé finalmente, notando cómo el señor Phantomhive se veía confundido nuevamente, así que procedí a dar mis motivos. -Su niño salvó mí vida... Y hace un rato me ofreció ser su amigo... Deseo protegerlo, cuidar de él el tiempo que sea necesario. Pido su permiso para quedarme al lado de Ciel, y lo protegeré con mí vida.

El hombre me observó por un rato, sin decir nada, fue la primera vez que sentí lo pesado que puede llegar a ser el silencio. Finalmente, sentí como posaba su mano en mí cabeza, rascando un poco mis orejas.

-Perderás tu libertad... ¿Que ganas a cambio?- Preguntó, y yo no debí pensarlo demasiado, la respuesta era tan simple que parecía que la tenía en frente.

-A él...

Aquella mañana se me bautizó como Sebastián... El lobo de los Phantomhive.
Sabía que mí vida no volvería a ser la misma de antes, y no me importo.

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~Good Boy~ Kuroshitsuji Donde viven las historias. Descúbrelo ahora