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Los días pasaban, y el lugar entero estaba bañando en los copos de nieve. El invierno había llegado, pero eso no detenía a mí niño de jugar en sus alrededores.

Ambos estábamos en el patio trasero jugando con la nieve... Él llevaba una amplía cantidad de prendas para protegerse contra el frío, como campera, guantes, gorro, bufanda, pantalón largo, etc... Y por más que mí pelaje sea más que suficiente para mí, Ciel igual decidió colocarme una bufanda también.

Caminaba y olfateaba el suelo, buscando pequeñas rocas que estén escondidas, las sostenía en mi boca y se las entregaba al pequeño... Quien estaba haciendo un muñeco de nieve, y las usaba para la boca o los ojos.

-Necesita una nariz.- Mencionó él, al tiempo que volteaba a verme. -Sebastian... ¿Me traes una zanahoria de la cocina?

-Por supuesto...

Di media vuelta, camino a la mansión.
La casa contaba con dos puertas traseras, y una de estas iba directamente a la cocina, por lo que tomé esa para buscar mí mandado.

Al entrar, ya estaban algunos de los cocineros realizando los preparativos para la cena... De un lado al otro, cumpliendo sus respectivas labores. El chef me pidió hace un tiempo que no entrara a la cocina, por miedo que pueda tirar pelo, por lo que no entré a la habitación, solo me quedé parado en puerta... Esperando llamar la atención de alguien.

-Buenos días, Sebastián...- Dijo Maira, la ayudante del chef, mientras se acercaba a dónde estaba.

-Buenos días... El señorito Ciel quiere una zanahoria para un muñeco de nieve.- Explique con tono cordial.

-Por supuesto, no me tardo.- Mencionó ella, acercando a uno de los canastos donde guardaban las verduras, saco de allí una zanahoria y luego volvió hasta donde estaba. -Aqui tienes.

Tomé cuidadosamente la raíz, procurando no morder la mano de la joven por accidente, y una vez listo volvía a retomar mí camino afuera.

Mantenía el paso lento, hasta que note que mí joven niño se encontraba en el suelo, a pocos centímetros de dónde estaba su muñeco de nieve.
Comencé a correr, llegando a su lado en casi un segundo. Su rostro estaba enrojecido, su respiración estaba agitada y temblaba como una hoja. Volví hasta donde estaba el trineo de madera con el que antes estábamos jugando, tomé de la cuerda con mí boca y lo arrastré hasta donde estaba el azulino... Con el poco cuidado que tengo, mordí la campera de Ciel, levantándolo para dejarlo sobre el trineo, una vez estuvo arriba, me senté junto a él y comencé a aullar... Ya que mí aullido solía indicar a la mansión entera que algo había pasado. Tomé de la cuerda otra vez y volví a la casa a paso veloz, procurando que el niño no se cayera.
Llegando ya a las puertas de la mansión, noté como algunos de los sirvientes ya nos esperaban, seguros alarmados por el llamado que hice, entre uno de esos estaba el viejo Tanaka, quien se apresuró en ir junto al pequeño.

-¿Que pasó?- Quiso saber inmediatamente el mayordomo, al tiempo que tomaba al niño en sus brazos.

-Tiene fiebre... Está consciente, pero paralizado.- Explique mientras dejaba el trineo y caminaba detrás del hombre, quien se adentraba a la mansión.

El resto de los sirvientes se pusieron en marcha... Y en pocos minutos, Ciel ya se encontraba en la tina del baño. Su rostro estaba rojizo, sin embargo, su respiración ya sonaba mejor. Yo permanecí sentado a su lado, con la cabeza apoyada en el borde de la tina... Pérdido en pensamientos propios hasta que sentí su mano colocarse en mí cabeza, mojando un poco mí pelaje.

~Good Boy~ Kuroshitsuji Donde viven las historias. Descúbrelo ahora