passive M.

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Mientras los últimos rayos del sol iluminaban suavemente la finca, Tomioka se encontraba junto a su lago artificial, observando cómo los peces nadaban tranquilos antes de caer dormidos, las pequeñas estrellas que comenzaban a aparecer se reflejaba en la claridad del agua al igual que sus bellos ojos. Sus pensamientos vagaban entre los recientes eventos, especialmente en el comentario de Uzui, gracias a eso se dio cuenta que pasó la vergüenza de su vida.

"¡Parece que te divertiste, Tomioka!" Las palabras resonaban en su mente como un eco molesto. Sabía que salir corriendo sonrojado no ayudaría a verse más inocente, y realmente no sabía cómo enfrentarse a sus compañeros después de eso.

El pelinegro trató de no profundizar más en esos pensamientos. Soltó un pequeño suspiro y dirigió su mirada hacia el cielo nocturno. Las estrellas parpadeaban como pequeños faros de esperanza en el vasto mar azul oscuro.

De pronto los recuerdos de el día anterior llegaron a su cabeza y el como fue interrumpido por el cuervo de su pareja —Oba, tu misión era anoche. ¿Por qué todavía no has venido a verme? —se preguntó en voz baja, sintiéndose un poco apenado. Normalmente, al terminar sus misiones, se mandaban una carta o se encontraban en la finca del otro para compartir momentos juntos.

Tomioka seguía perdido en sus pensamientos, su mirada fija en la inmensidad del cielo nocturno. Estaba tan concentrado que no notó que Iguro ya había llegado.

Iguro, al percatarse de la distracción de su pareja, se quedó un rato embobado, admirando la belleza serena de Tomioka bajo la luz de la luna. Finalmente, decidió moverse. Con pasos silenciosos, se acercó y se sentó detrás de Tomioka, quien aún no lo había notado. El heterocromático se preguntaba qué podía tener tan ocupada la mente de su amado, pero pronto borró esos pensamientos.

En un movimiento rápido y decidido, Iguro jaló del cuerpo de Tomioka, atrayéndolo hacia él en un abrazo cálido. Tomioka se sobresaltó, su cuerpo tenso por un momento antes de relajarse al reconocer el toque familiar. 

—Oba... —susurró Tomioka, en su voz se notaba la emoción de encontrarse con su amado.

—Perdon la tardanza cariño, llegue muy exhausto de la misión y no me dio tiempo a escribirte.— Como si supiera que tomioka le iba a preguntar eso el se adelanto para responder.

—¿Cariño...?— Esa simple palabra hizo que su corazón se llenará de felicidad y gozo.

—¿Que? ¿No te gusto el apodo, Yuu?— Preguntó algo preocupado, no quería hacer sentir mal a su pareja. Algo irónico a su mismo parecer porque sabia que lo trataba muy mal anteriormente pero estaba en un proceso para remediar todo el daño que le había hecho.

—No es eso Oba, me encanta el apodo, solo que me sorprendió.— Dijo antes de romper el abrazo y robarle un pequeño beso a Iguro, el cual aun tenia las vendas.

Tomioka simplemente sonrió como un tonto enamorado, perdiéndose en los ojos bicolores de su pareja. Esos ojos, tan perfectos, reflejaban la luz de la luna, haciéndolos brillar con una intensidad hipnotizante. Ese pensamiento dominaba la mente del pelinegro más alto, haciéndolo sentir un calor agradable en el pecho.

El silencio entre ellos se volvió casi palpable, cargado de una intimidad que solo ellos comprendían. El suave murmullo del agua del lago artificial y el susurro del viento en los árboles circundantes componían una sinfonía tranquila que envolvía la noche. El resplandor plateado de la luna se reflejaba en la superficie del agua, creando un ambiente mágico y romántico.

Finalmente, Tomioka se dio cuenta de que habían estado mirándose fijamente durante mucho tiempo. Con una sonrisa aún en los labios, decidió recostarse en el frío piso de madera de la finca, apoyando su cabeza en el regazo de su amado. Iguro, con ternura, comenzó a acariciar el pelo de Tomioka, sus dedos deslizándose suavemente entre los mechones oscuros.

Days of pleasure (30 Otp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora