Top M.

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El amanecer rompió con suavidad sobre la finca, bañando todo en una cálida luz dorada. Los primeros rayos del sol se filtraban a través de las ventanas, llenando la habitación de un resplandor tenue y acogedor. El cielo se teñía de tonos naranjas y rosados, mientras las aves comenzaban a cantar, anunciando el nuevo día.

Tomioka se removió en la cama, sus movimientos eran lentos y perezosos, dando indicios de que estaba a punto de despertar. Al abrir los ojos, lo primero que vio fue la cabellera negra de su pareja, quien descansaba a su lado, con el rostro descubierto y sin sus habituales vendas. Iguro dormía plácidamente, su expresión relajada y tranquila, lo que hizo que Tomioka sonriera suavemente. Observó las cicatrices que adornaban el rostro de Iguro, recordando con ternura las veces que había besado esas mismas marcas, demostrando cariño.

Con cuidado de no despertarlo, Tomioka se acercó más, envolviendo a Iguro con su brazo en un abrazo suave y protector.

La mente de Tomioka comenzó a vagar, recordando los momentos compartidos y los sentimientos que habían florecido entre ellos. La noche anterior había sido un torbellino de emociones, recordando cómo fue tomado bajo la mano del más bajo, recordando sus mismas súplicas y los besos hambreados que se dieron. La vergüenza le cayó como un balde de agua, al momento que las cosas pasaban era una persona muy lujuriosa, pero después, era una bolita de vergüenza.

Mientras la luz del sol llenaba la habitación, Tomioka decidió que era el momento de preparar el desayuno. Se levantó con cuidado, dejando que Iguro siguiera durmiendo. Se dirigió a la cocina y comenzó a preparar una comida sencilla pero reconfortante, con la esperanza de sorprender a su amado.

El aroma del desayuno comenzó a llenar la finca, y pronto Iguro se removió en la cama, despertando lentamente. Al abrir los ojos, se dio cuenta de que Tomioka ya no estaba a su lado. Un poco desorientado, se sentó y frotó sus ojos, dejando que el olor de la comida lo guiara hacia la cocina.

—Buenos días, dormilón —dijo Tomioka con una sonrisa, mientras colocaba los platos sobre la mesa—. Espero que tengas hambre.

Iguro, aún un poco adormilado, se acercó y abrazó a Tomioka por detrás, apoyando su cabeza en el hombro de su pareja.

—Buenos días —murmuró—. Huele delicioso.

Ambos se sentaron a la mesa y comenzaron a desayunar, disfrutando de la compañía mutua y del tranquilo amanecer que los rodeaba. La finca, bañada en la luz del nuevo día, se convertía en su refugio, un lugar donde podían ser ellos mismos sin temor a ser juzgados.

—¿Y Kaburamaru?— Pregunto el pelinegro rompiendo el incomodo silencio.

—Se quedó durmiendo en el futon— Respondió el contrario con simpleza.

—Entiendo—Añadió mientras volvía a comer.

—Ayer, me llamaste amor.— Ahora Obanai rompió el silencio levantando ligeramente la cabeza del plata para mirar a su pareja, la cual al recordar los sucesos se sonrojo intensamente.

—eh, bueno, yo mmm,— Su nervios salieron a flote, tenía algo de miedo que el apodo no le hubiera gustado y que por eso saco este tema a flote.

—Me gusto— Casi como leyendo su mente respondió. —Deberías decirlo más seguido, amor—.

Las palabras resonaron en la mente de Tomioka, su corazón se aceleró y su mente se nubló. Casi por instinto dejó su comida a un lado y se inclinó hacia Iguro, sus labios buscando desesperadamente los de su pareja.

—Te amo mucho, Iguro Obanai —dijo Tomioka con voz suave, justo antes de acercarse aún más y comenzar un largo beso. Sus labios se encontraron y, en un instante, las lenguas de ambos comenzaron una danza apasionada y sincronizada, explorando y acariciando cada rincón de la boca del otro.

Days of pleasure (30 Otp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora