Missionary

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El calor de la noche envolvía los alrededores mientras Iguro y Tomioka corrían juntos, sus pasos resonaban en el suelo húmedo mientras se dirigían a la casa de glicinas más cercana. Esta era su primera misión como pareja, y aunque lo habían mantenido en secreto, la conexión entre ellos había crecido con fuerza. El patrón, sin saberlo, los había enviado juntos para que "mejoraran" su relación, pero en realidad, ya habían pasado esa etapa.

El pueblo al que llegaron estaba bajo la amenaza de un demonio, pero resultó ser un enemigo bastante débil. Iguro, fue quien decapito al demonio con la ayuda del pelinegro. No les tomó mucho esfuerzo acabar con el demonio. Sin embargo, a pesar de la fácil victoria, ambos estaban agotados y decidieron descansar en una casa de glicinas cercana.

La caminata hasta la casa fue tranquila, envueltos por la calidez de la noche. Las estrellas brillaban sobre sus cabezas y el sonido de sus pasos sobre el suelo parecía llenar el silencio entre ellos. A pesar de la tranquilidad, Tomioka se mantenía callado, sus pensamientos revoloteando en su mente. Iguro lo notó, como siempre lo hacía, y decidió romper el silencio.

—Oye, Yuu... —dijo suavemente, llamando la atención de su pareja.

Tomioka, que había estado mirando al frente, volteó la cabeza hacia él, sus ojos reflejando la luz de las estrellas. —¿Qué pasa,? —preguntó, aunque su tono era algo tímido, casi como si todavía no se hubiera acostumbrado a ese tipo de momentos entre ellos.

—¿Qué pasa, cariño? —respondió Tomioka, su voz baja y curiosa, usando el apodo que había empezado a surgir entre ellos de forma natural pero aún un poco tímida.

Iguro esbozó una sonrisa traviesa bajo sus vendas, deteniéndose por un momento para observar a Tomioka más detenidamente.

—Te veías jodidamente sexy concentrado. —soltó sin rodeos, sin perder la oportunidad de elogiar a su pareja. —Pero ¿Sabes como te verías mejor?— Pregunto mirando directamente a los ojos de Tomioka, casi como si buscara su respuesta en sus iris. —Te verías mejor bajo mío rogando por mi polla.

Tomioka sintió cómo sus mejillas se calentaban de inmediato. El cumplido lo tomó por sorpresa, sin embargo el ultimo comentario fue mucho más y sin poder mantener el contacto visual, bajó la mirada rápidamente hacia el suelo. El rubor en su rostro era inconfundible, y aunque intentó ocultarlo, Iguro no pudo evitar notar la reacción y rio con orgullo.

—¿Por qué siempre tienes que decir esas cosas? —murmuró Tomioka, avergonzado pero con una sonrisa pequeña que apenas se asomaba.

Iguro soltó nuevamente una risa pero ahora más suave, acercándose un poco más y colocando una su mano en la definida cadera de Tomioka y otra en su mejilla, obligándolo a detener su andar y a mirarlo de nuevo.

—Porque me encanta cómo te pones así —respondió Iguro, sus ojos llenos de diversión y algo más profundo. Sus dedos rozaron con delicadeza la barbilla de Tomioka, obligándolo a mirarlo directamente—. Y porque es la verdad.

Tomioka, aunque aún sonrojado, permitió que su mirada se encontrara con la de Iguro de nuevo. Por un momento, se quedaron en silencio, el tiempo pareció detenerse mientras se perdían en los ojos del otro. La brisa de la noche soplaba suavemente, y el ambiente se sentía íntimo, rodeados por la calidez de la naturaleza y el eco de sus propios corazones acelerados.

Iguro sonrió de nuevo, esta vez de manera más suave, y sin decir una palabra más, bajo rápidamente sus vendas y acercó sus labios a los de Tomioka, sellando el momento con un beso lento y lleno de cariño. El azabache más alto correspondió con torpeza al principio, pero luego se dejó llevar, disfrutando de la tranquilidad y el amor que compartían, lejos de las miradas de los demás.

Days of pleasure (30 Otp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora