Día 5

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Esta actualización antes del jueves es un regalito de agradecimiento para todas esas personitas que me leen.
¡Disfruten amores! :)

No había nada que odiase más que dejar el móvil con sonido y que este fuera la causa de su despertar aquella mañana. Los mensajes llegaban cada vez más seguidos, y Fina estiró la mano para alcanzarlo y desearle la muerte. Pero al no encontrarlo, se incorporó y se sintió extraña al darse cuenta de dónde estaba. Miró a su alrededor, confusa, intentando recordar en qué momento se había quedado dormida en esa habitación. Entonces, vio la televisión apagada frente a la cama y las almohadas esparcidas por el suelo, y todo volvió a su mente: la tormenta, los pitufos y Marta.

Con un suspiro bastante pesado, entró en el chat de su mejor amiga, quien había enviado seis mensajes seguidos. Aunque ella solo contestó a los dos últimos.

¡Amore!
¿Se lo has dicho ya?

No.

¿Y a qué esperas, Fina?

Pues me acabo de despertar.
Voy a decírselo ahora.

Escríbeme en un rato para asegurarme de que estás viva. Suerte.

Gracias, Carmen, me estás animando muchísimo a hacerlo.

Respondió con sarcasmo antes de dejar el móvil a un lado y respirar hondo. Se levantó de la cama y con paso decidido, salió de la habitación. Bajó las escaleras lentamente, aún algo adormilada, pero el olor a café recién hecho que llegaba desde la cocina le hizo sonreír.

Al llegar al salón, encontró a Marta sentada en el sofá, totalmente absorta en la lectura de un libro.

—Pero bueno, ¿se ha levantado la princesita que casi me tira de la cama dos veces? —dijo Marta sin levantar la vista del libro, con una sonrisa burlona.

Fina frunció el ceño, sin entender.

—¿Qué?

La rubia finalmente levantó la mirada, cerrando el libro y dejándolo encima de la mesa con lentitud mientras la morena seguía sus movimientos.

—Necesitas una cama para ti sola, Fina.

—Perdón, estoy poco acostumbrada a dormir con alguien.

Marta asintió, dándole la razón.

—Me he dado cuenta.

La morena se sentó a su lado en el sofá, riendo, aunque cuando pensó en todo lo que tenía que decirle, la diversión desapareció de su rostro.

—Marta.

—Dime —ella la miró, expectante.

—No te enfades.

Marta frunció el ceño.

—Mal empiezas.

—¿Harías algo por mí? —la rubia dudó.

—Depende.

—Es algo importante para mí.

—¿Qué pasa? —suspiró, sintiendo que no se vendría nada bueno por la expresión de pánico que Fina tenía en el rostro. Creyó empezar a conocerla un poco más hasta que cayó en la cuenta de que puso la misma cara que cuando manchó su alfombra.

Pero la morena se tomó su tiempo, sin dejar de pensar en cómo decírselo o de qué manera sin que sonara brusco. Claramente, no había más opción, así que soltó:

30 días con mi jefa-amanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora