30 días/prólogo

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El sol apenas comenzaba a iluminar la cocina cuando Fina salió de su habitación y se dirigió a la cafetera para preparar su primer café de la mañana. Mientras esperaba con ansias a que aquel invento hiciera efecto, comenzó a tostar una rebanada de pan en la tostadora que se encontraba al lado.

Justo cuando estaba untando mantequilla en la tostada recién salida, ya sentada en la silla y disfrutando del silencio, Tasio apareció en la cocina en calzones, estirándose a sus anchas como si estuviera solo y con una sonrisa.

—Por Dios, Tasio, tápate.

—Si esto alegra la vista de una mujer, Fina.

—Pues a mí me da grima.

—Mira, te perdono porque sé que tú estás en otra onda —dijo él, guiñándole un ojo.

—¿Otra onda? —preguntó Fina, arqueando una ceja.

—Sí, a ti los hombres te importan menos que a un pez el agua.

Fina rodó los ojos mientras Tasio soltaba una carcajada. En ese momento, Carmen salió de la habitación con una sonrisa.

—¡Buenos días!

—Serán para ti, que estas vistas te tienen enamorada —exageró Fina, frunciendo los ojos antes de morder su tostada.

—Ya estamos —dijo Carmen, dirigiéndose a Tasio y dándole un golpecito suave en el hombro—. ¿Qué le has dicho?

—Nada, mujer. Aquí la niña, que se lo toma todo a la tremenda.

Fina casi se ahoga con la tostada.

—¿La niña? —repitió, mirando a Tasio con incredulidad.

—Claro, tú eres como la hija de este matrimonio. Sólo te faltan los lacitos en el pelo.

—Y a ti un espejo nuevo —respondió ella, con una sonrisa irónica.

—¡Oye, ya! Por Dios, que acabamos de despertarnos y ya estáis así —intervino Carmen, levantando las manos en señal de paz.

—Perdón, Carmen, es que este cavernícola me pone negra.

—Cavernícola dice la lesbiana —susurró Tasio, chasqueando la lengua y moviendo la cabeza de un lado a otro.

—Idiota —susurró Fina, aunque no le molestaba porque lo que Tasio consideraba un insulto, para ella era simplemente parte de su identidad.

Carmen suspiró y se sirvió una taza de café mientras Fina se levantaba para hacerse otra tostada, suspirando.

—Fina, solo trato de animar la mañana —dijo Tasio, aún sonriendo y con un tono calmado.

—Pues no es necesario empezar el día con tus tonterías —respondió ella, medio en broma, medio en serio aunque más la última.

Carmen, viendo que todo volvía a lo mismo, decidió cambiar de tema.

—Oye, ¿alguien ha revisado el correo?

Mientras que a unos diez minutos aproximadamente se encontraba otra mujer, Marta de la Reina. Todo lo contrario. Ella se despertó lentamente, estirándose bajo las sábanas y disfrutando del silencio absoluto. Su marido estaba fuera por trabajo otro mes más, y el apartamento se sentía demasiado grande y vacío sin él.

Ella, tan tranquila y sofisticada, se levantó de la cama, sintiendo el frío del suelo bajo sus pies descalzos. Se dirigió a la cocina, donde se preparó una taza de té, observando cómo el agua se teñía lentamente de un tono dorado. Después de servírselo, se preparó dos tostadas, y se sentó en la mesa de la cocina, disfrutando del desayuno mientras miraba por la ventana, contemplando la vida que transcurría fuera.

30 días con mi jefa-amanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora