Día 11

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Esto iba a ser algo dramático y emotivo hasta que la comedia se apropió de mí (como siempre)  y lo cambié ;)

—¿Qué?

Sí, queridos lectores y lectoras, esa es la expresión de una mujer que llevaba más de doce horas (contando las que no durmió) pensando en cómo decirle a su marido sus nuevos sentimientos y pensamientos, y que él se adelantó con una de las sorpresas que cambió el rumbo de todo.

—Que me he enamorado.

Pero Marta no se escandalizó, no se sintió mal, ni siquiera le dolió el hecho de que la hubiese estado engañando con la misma chica de la que ahora estaba enamorado. Es más, parecía estar tan feliz por esa confesión que lo abrazó de inmediato.

—¿Es la odiosa mujer que tanto odiabas? —Jaime asintió, separándose de ella aún algo sorprendido por esa actitud. No la entendía, y a decir verdad, no se sostenía para nadie que fuese coherente ante esa situación.

—No sabía que te alegrarías, más bien estaba esperando miles de escenas muy diferentes —susurró, rascándose la cabeza y mirándola con menos culpa que hacía unos minutos.

—Es que lo que intentaba decirte era que no veía un futuro claro sobre nuestro matrimonio —confesó, haciendo que él asintiera con la cabeza.

—Lo suponía, Marta —y la cogió de ambas manos en señal de cariño—, es más, sabía que nuestras conversaciones telefónicas de dos minutos, un día a la semana y mensajes con el noventa por ciento de monosílabos no eran propios de un matrimonio de tantos años.

Ella sonrió, acariciando sus manos.

—Eso no cambia lo mucho que nos queremos.

—En absoluto —concluyó, dejando en claro que aunque sus sentimientos también hubiesen cambiado, él la querría como el primer día—. Pero me da mucho miedo que esto nos separe, no quiero perderte.

—No lo harás —aseguró, aún sonriendo de manera sincera y tierna. Es más, lo miró y quiso ser completamente más sincera—, me encantaría que todo lo que hemos mantenido como un matrimonio a distancia, lo siguiéramos conservando pero como amigos.

—Yo también —susurró, y acercó su frente a la de ella para sentir esa conexión y complicidad que ambos tenían, sin darse cuenta de que eran más parecidos de lo que creían y que el tiempo les daba la razón.

Ambos pasaron la noche juntos tras la vuelta de Jaime, pero no hicieron nada más que fingir sobre lo ilusionados que estaban sobre ese reencuentro tan alocado y diferente a los demás. Es que Damián fue el protagonista de que eso ocurriera, pues el chico no quería ver a su mujer, no por falta de ganas o porque no la quisiera, sino por el hecho de querer alargar más esa conversación que pensaba de forma muy diferente a la realidad. Ella ni siquiera dio rienda suelta a un posible acercamiento, y si no es porque toda la familia presenciaba ese reencuentro como la película de romance más esperada de los tiempos, siquiera lo habría besado y fingido ser el acto más tierno del mundo.

Pero de eso trataría todo, fingir y más fingir hasta que unieran las fuerzas necesarias para enfrentarlo juntos.

—Entonces, ¿nos divorciamos?

—Sería lo mejor, ¿o lo dejamos estar? —Pero Marta lo miró, dubitativa con eso.

Jaime quería zanjar ese tema, rehacer su vida con la mujer que ahora lo tenía en una nube muy parecida a como lo fue con Marta, pero sabía que todo eso era mucho más complicado de lo que realmente pensaba.

—Tu padre —suspiró, sabiendo que si no lo hacían o no llegaban a dar el paso, era por ese ser que seguía creyendo que el divorcio era un pecado.

Pero Marta estaba muy cansada de vivir como el resto del mundo quería que lo hiciera. Más aún, su padre que no había hecho otra cosa que construir su vida paso por paso, sin darle voz y voto a lo que ella sintiera o necesitara.

30 días con mi jefa-amanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora