Día 10

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Hoy es el día de los escondites para Fina Valero y el día de los problemas para Marta de la Reina.

—¡Fina!

La misma, sin abrir los ojos, soltó un suspiro y se quejó:

—Ay, Marta, no hace falta que me grites —y escondió la cabeza aún más entre la almohada y el cojín.

Pero ella la ignoró por unos segundos, los mismos en los que caminó hacia la ventana y subió la persiana para que entrase la claridad a la habitación. Después, se cruzó de brazos.

—¿Y qué quiere la princesita, que lo haga como en las novelas con un par de caricias y unos cantos?

Fina sonrió, aún con los ojos cerrados.

—Pues podrías intentarlo, lo mismo me levantaba antes.

—Sí, claro, y si quieres también te visto.

—Tampoco me opondría —murmuró.

Marta alzó sus cejas, divertida.

—Tú tienes mucha cara —soltó burlona, haciendo que la morena se encogiese de hombros.

Fina se fijó en que la rubia ya estaba vestida, peinada y lista para salir mientras que ella aún no había salido de la cama. ¿Tan tarde era?, pensó.

—Tenemos que ir antes porque necesito arreglar unos asuntos con los del reparto —explicó Marta, intuyendo lo que Fina preguntaría a continuación.

—¿Tenemos? —repitió Fina porque le molestaba levantarse antes por algo que a ella no le incumbía —. ¿Y por qué yo también tengo que ir antes?

Marta hizo una mueca de obviedad.

—Porque no pienso dar dos vueltas, ¿o quieres ir andando después?

—Vale, vale, tenemos —aseguró Fina, quitándose la sábana de encima y buscando sus zapatillas para levantarse de la cama con rapidez.

Ambas salieron en aproximadamente diez minutos, pues Fina pareció hacerlo todo con bastante más rapidez que de costumbre y eso hizo que la rubia se sorprendiera, aún así no le comentó nada porque podía volverse en su contra. Después, cada una se fue su lugar: Marta al despacho y Fina a la tienda para adelantar todo lo posible antes de la apertura.

A las nueve, las puertas se abrieron y Fina pensó que tenía nueve años cuando se pasó más de veinte minutos escondiéndose tras el mostrador, las columnas y así sucesivamente.

—¿De quién te escondes? —Pero la morena miró a la sustituta de su amiga Claudia, sin saber si su nombre era Martina o Marina, y lo pensó por unos segundos.

—De nadie —susurró, encogiéndose de hombros. Pero la otra morena alzó las cejas, observó un poco por encima y descubrió a don Damian buscando a alguien por la tienda.

—¿No crees que eres demasiado grande para jugar al escondite?

Fina se aclaró la garganta antes de hablar.

—Estoy buscando unos papeles, Marina.

—Martina —corrigió, cruzándose de brazos. Después, se agachó hasta ella y pidió que le contase por qué se escondía de Damián de la Reina.

—Eres demasiado cotilla, pienso contárselo a la jefa —bromeó, pero con un tono serio que hizo que la morena lo sintiese como una realidad. —Que es broma, mujer.

Ella pareció respirar más aliviada.

—¿Te llevas muy bien con la jefa?

Fina sonrió casi sin pensarlo.

30 días con mi jefa-amanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora