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Maratón porque ustedes merecen ser consentidos♥️

Lunes, mi día menos favorito de la semana.

Nuevamente, me dirigía hacia mi trabajo, intentando no demorarme mucho porque iba en contra del reloj.

Cuando llegué al callejón del restaurante, suspiré de alivio, aún faltaban unos cuantos minutos para que iniciará mi turno.

Y justo como era de costumbre, ingresé directamente a dejar mis pertenencias en la pequeña sala del personal.

—Que bueno que llegas, esto es un completo caos, amiga —le sonreí a la rubia mientras terminaba de atar mi delantal.

—A mí también me alegra verte. 

—¿Cómo estuvo tu fin de semana? —volvió a romper el silencio.

—Tranquilo, pero olvidé adoptar el cactus —Ella soltó una risita—. ¿Y a ti?, ¿cómo te fue?

—Tengo muchas tareas, pero nada que no pueda resolver si me organizo bien. 

En ese momento, recordé que Anna aún era estudiante y sus clases las veía los sábados.

—Ya falta poco para vacaciones, seguro podrás descansar más.

—Dios te oiga, parce, porque me estoy volviéndo loca.

Sonreí y caminamos juntas para atender a las personas.

Cómo otros días, la primera parte de nuestro turno fue relativamente tranquila y una vez más, pude tomarme unos minutos extras junto con mi hora de descanso.

Cómo era costumbre, comencé a escribirle a mi mamá para saludarla y explicarle que me encontraba bien. También respondí los mensajes acumulados de Jorge.

Cuando quedaban alrededor de diez minutos para terminar mi descanso, la puerta fue abierta de forma repentina y la enorme figura de Sebastián apareció por ella.

—Esta vez no activé el seguro. —Sonreí ante sus palabras.

—¡Qué chévere! —él sonrió.

Cómo la última vez que nos habíamos encontrado aquí, volvió a apoyarse en la pared de al frente. 

Sin poder evitarlo, mi vista fue a parar en sus brazos, eran casi inexistentes las zonas que no estuvieran cubiertas por tinta negra y por lo poco que pude distinguir, tenía una enorme flor tatuada en la mitad.

Los tatuajes siempre me habían llamado la atención, pero no estaba segura de si alguna vez me haría uno.

—¿Cómo te fue con eso del apartamento? 

Rápidamente, volví a hacer contacto visual con él y un fuerte sonrojo invadió mis mejillas al darme cuenta de que me había estado observando atentamente todo este tiempo.

—Aún… No encuentro nada —aclaré mi garganta.

—Es una pena. 

Asentí con la cabeza. 

—Lo es, pero no voy a dejar de buscar.

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