Nota de aurora aquí: se me había olvidado poner la segunda imagen en multimedia, es Anna. Está en él capítulo 2, al inicio.
Fin de nota.
(Sebastián en multimedia)
————
De nuevo, al trabajo.
Creo que era la parte que menos me gustaba de esto de ser independiente.
Mi ánimo no era el mejor, había hablado con mi madre, aunque las cosas estaban un poco mejor, ahora que podía ayudarla económicamente, hablar con ella siempre me dejaba en un estado de melancolía muy grande.
Extrañaba a todos.
En parte habían sido mi motivación para abandonar mi país e iniciar de cero aquí, y ahora que había logrado estabilizarme un poco, necesitaba esforzarme más.
Por eso, estaba pensando en pedir el turno completo en el restaurante. Aunque, la paga no era tan buena, me era suficiente para poder sobrevivir y enviarle dinero a mi madre. Además, estaba libre por las mañanas, no me costaba nada intentarlo.
Con eso en mente, ingresé por la puerta trasera al restaurante, directamente a dejar mis pertenencias en la pequeña sala destinada para nosotros.
—Majo, que chimba que llegaste —Anna me abrazó—. ¿Adivina qué? ¡Hay un nuevo chef!
Yo sonreí.
Al parecer si había alguien desesperado por el trabajo o, simplemente, no había preguntado cuanto iban a pagarle antes de aceptar trabajar aquí… Cómo yo.
Gafa.
—¿En serio?
—Sí, tiene hasta a nuestro jefecito muy contento, algo me dice que será el empleado del mes.
—Bien por él.
Cerré mi pequeño casillero.
—Y por nosotras —una tercera voz se unió a la conversación—, nos alegrará la vista de ahora en adelante.
Ambas miramos a Valeria, nuestra otra compañera, ella era baja, algo rellenita, con curvas sutiles, una cabellera a media espalda color castaño claro y su piel era pálida.
—¿Tan bien está? Bueno, ya necesitábamos algo nuevo por aquí.
Dije mirándola. Ella sonrió
—Estoy totalmente de acuerdo contigo.
Soltando una risita salimos a hacer nuestro trabajo. Extrañamente, el trabajo había sido mucho más llevadero que de costumbre. Tanto así, que pude tomarme unos minutos de descanso extras a los quince que yo normalmente ocupaba.
Solía salir por la puerta trasera y sentarme en la pequeña acera para poder escribirle a mi mamá y a mi mejor amigo, Jorge.
Intentaba mantenerme en contacto con él lo más que podía, aunque a veces se nos hiciera algo complicado porque él también había emigrado hacía dos años atrás.
Lo extrañaba mucho, como a todos.
Repentinamente, cuando faltaban alrededor de cinco minutos. La puerta se abrió, llamando mi atención.
Por inercia me levanté, pensando que sería mi jefe buscándome, sin embargo, tras unos segundos de ver a quien atravesaba la puerta, me sentí muy confundida.
Ahí estaba él, con un delantal negro, un gorro cubriendo su oscuro cabello y con una mirada casi tan confundida como la mía.
De todos los lugares, no esperaba encontrarme con el chico de la motocicleta azul en mi trabajo, irónicamente, trabajando.
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Contra Corriente
Humor¿Quién dice que independizarse es sencillo? María José Ortiz, o Majo, sabía que la vida de un adulto independiente no era fácil, sobre todo teniendo en cuenta que se mudó de país para poder vivir sola y lograr sacar adelante a su madre. Llevaba sei...