Luego de una noche pasada en la casa de Raphael, me apresuré a acabar de arreglar la casa y me marché con Apolo.
No le dije nada, aunque sentía que algo estaba sucediendo que no comprendía. Me sentía como en una extraña niebla.
Cuando llegué a casa, corrí hacia el baño. En cuestión de segundos, estaba llenando la bañera y metiéndome dentro del agua caliente.
-Ahh.- Suspiré, sintiendo que mi cuerpo se relajaba, pero mi mente seguía en alerta.
"Lo necesito" Pensé mientras mojaba una toalla y me la puse sobre los ojos.
Traté de respirar profundo, intentando calmar mis nervios y tranquilizar mis pensamientos.
Estaba tan relajada cuando repentinamente escuché la puerta principal ser abierta.
-¿Quién es?.- Pregunté, retirando la toalla y poniéndome de pie. -¿Michael? ¿Raphael?-
-Soy Michael, Daph. ¿Qué estás haciendo?.- Preguntó desde el otro lado de la puerta.
-Me estoy bañando. Dame cinco minutos y voy a verte.- Con mi mente aún en alerta, me enjaboné rápidamente y me sequé.
Me envolví en una bata para baño y me dirigí hacia la sala, donde Michael me estaba esperando.
Apenas me vio, me abrazó y me plantó un beso en la mejilla. -¿Cómo estás, Daph?.- Preguntó con una sonrisa.
-Fueron días... interesantes.- Dije con una sonrisa forzada, fingiendo normalidad. -Pero me alegro de que estés de regreso.-
Michael me observó con suspicacia, pero decidió no decir nada. -¿Quieres que vayamos a desayunar?.- Me preguntó.
-Voy a vestirme y luego podemos ir a desayunar a donde quieras.- Dije, riéndome para mí misma.
En ese momento, Michael nos interrumpió. -No entró ningún muchacho a casa mientras estuve fuera, ¿verdad?.- Preguntó suspicaz.
Me sonrojé, sabiendo que no debía contarle que Raphael había venido a casa.
Me dirigí rápidamente hacia mi habitación y me vestí con unos pantalones desgastados, una playera holgada y me cepillé el pelo, dejando que mis ondas caídas tomaran forma, no tenía ganas de hacerme producir.
Me dirigí hacia la puerta y salí, encontrándome con Michael, quien ya estaba afuera esperándome en su automóvil.
Me subí rápidamente y sonreí. -Quiero café sin azúcar.- Le dije, mientras cerraba la puerta y me abrochaba el cinturón.
Michael me sonrió y dijo con tono cálido -¿Café cargado para Rosita Fresita? ¡Qué novedad!.-
-No es ninguna novedad.- Respondí, sintiendo la obligación de tener que explicarme. -Fue una noche difícil. Ya sabes, vampiros, demonios y ese tipo de cosas.-
-Entonces vamos por un café cargado para Rosita Fresita, ¿Aalgo más?- Dijo Michael, guiñándome un ojo.
-Hamburguesa con extra tocino.- Respondí, riéndome. -Estoy de buen humor.-
Michael sonrió y puso el automóvil en marcha, dirigiéndonos hacia el café que estaba a unas cuadras.
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Latidos
VampirosDaphne tendrá que adaptarse a su nuevo hogar fuera del orfanato y a los habitantes, pero no podrá dejar de sentir una extraña sensación de desconfianza y miedo a la vida que tendrá en el pueblo, lo cual aumentará conforme descubre la realidad de "A...