En un pequeño y pintoresco pueblo llamado Chipre, situado en Gordes, uno de los cinco grandes reinos de la región, vivía un joven llamado Ethan, cuya vida era bastante relajada. A menudo se le veía descansando bajo la sombra de un viejo árbol, leyendo apasionadamente y recitando poesías que pocos entendían. Trabajaba lo mínimo indispensable para ganar su sustento, contentándose con lo justo para sobrevivir. Ethan vivía con su abuelo, un humilde carpintero que había dedicado su vida al oficio de trabajar la madera. Este hombre sencillo estaba aprendiendo a leer y escribir gracias a las enseñanzas de su nieto. Frecuentemente, el abuelo le reprochaba a Ethan su aparente falta de ambición, instándolo a aprovechar la juventud que aún le quedaba. Sin embargo, el joven siempre responde con la misma determinación: -No me molestes, abuelo. Algún día seré un gran artista.-
A sus 19 años, Ethan tenía una considerable altura, era grande y fornido, su cabello oscuro combinaba con lo oscuro de sus ojos.
Ethan nunca conoció a sus padres; fue criado exclusivamente por sus abuelos. Su abuela había fallecido tiempo atrás, y sus recuerdos de ella eran vagos, apenas un eco de su voz y el rostro borroso de una mujer que lo había amado. Por las noches, su abuelo, al que Ethan cariñosamente llamaba "el viejo", se sentaba junto a una ventana que daba al río, observando una vieja fotografía de su esposa a la luz de la luna.
En temporada de pesca, Ethan acompañaba a su abuelo al puerto. También participaban en la cosecha de uvas, ahorrando unas monedas para comprar vino o ropa. La taberna del pueblo, dirigida por Bernardino, era un punto de encuentro habitual. Bernardino era amigo del abuelo de Ethan, y su hijo Mathew había sido el mejor amigo de Ethan desde la infancia. A pesar de que sus trabajos les dejaban menos tiempo para verse, la amistad entre los permanentes fuerte.-Buenas noches, señores. ¿Lo de siempre?- saludaba el tabernero Bernardino con una sonrisa familiar.
-Sí, querido amigo. Un vino. Vamos a celebrar el cumpleaños anticipado de Ethan antes de que zarpe a pescar y no sepamos cuándo volverá- responde a Aitor, el abuelo.
-No es necesario anunciar a todo el pueblo que voy a zarpar, abuelo. Además, solo será por unos pocos kilómetros. Volveré antes de mi cumpleaños, me lo aseguró el capitán- protestaba Ethan.
Aitor, un hombre de pocas palabras pero siempre aparentemente justas, replicó: -No importa, muchacho. Tomemos algo. Además, me da miedo que zarpes. Ahora entiendo cómo se sentía tu abuela cuando me iba al bosque o salía al mar.-
Matthew, el hijo del cantinero, se acerca alegremente: -¡Felicidades, Ethan! Por fin un trabajo en serio.- Decía revolviendo el cabello negro del joven.
-Ja, ja. Que gracioso. Vamos a zarpar juntos, así que lo de trabajo serio es mutuo- contestó Ethan con una sonrisa.
Mathew les sirvió una botella de vino y un poco de maní, cortesía de la casa. Mientras charlaban y bebían, Aitor notó la mirada nostálgica de Ethan al observar a Bernardino y su hijo trabajando juntos.Decidió animar a su nieto con una propuesta: -Vamos, Ethan. Busquemos nuestras cosas en casa y vamos a pescar mujeres tomamos otra botella de vino.- Ethan asintió felizmente, sus ojos brillando con anticipación.
Al salir de la cantina, saludaron a algunas mujeres del pueblo, pero Ethan solo tenía ojos para María, la nieta de doña Julieta, quién lo hacía sonrojar cada vez que la veía. De regreso en casa, recogieron las cosas necesarias: el vino, unas copas, la carnada en una lata vieja y oxidada, y también una pequeña caja envuelta en harapos. Era un regalo que Aitor había preparado para el cumpleaños de Ethan.
Caminando hacia el muelle bajo el suave murmullo de los grillos y la brisa nocturna, llegó al río.-Feliz cumpleaños adelantado, Ethan- dijo Aitor, entregándole la pequeña caja. -No es mucho, pero sé que te hará feliz.-
Avergonzado, agregó: -Ya vas a ser un hombre. Tendrás veinte, y a tu edad yo era más musculoso- bromeó mientras se servía otra copa de vino.-Sí, pero a mi edad no tenías suerte con las chicas como yo- respondió Ethan en tono sarcástico, abriendo la caja con entusiasmo.
-Es verdad, jamás la tuve-suspiró Aitor, esbozando una leve sonrisa.
-¡Wow! Gracias, abuelo, no era necesario- dijo Ethan, emocionado. -Pero, ¿y tus zapatos?- Decía Ethan mientras miraba una espada vieja que fue restaurada que su abuelo le había otorgado.-Ah, los zapatos pueden esperar un mes más. Los cumpleaños son solo una vez al año- respondió Aitor, su sonrisa transformándose rápidamente en una expresión seria. -Hijo, hay cosas que no saben de la vida. Toma esta carta- dijo con pesar.
Ethan, intrigado, pregunta: "¿Qué es?"
-Contiene respuestas a muchas de tus preguntas, pero tienes que prometer que no la abrirás hasta tu cumpleaños- contestó Aitor. -¡Pero falta una semana! La voy a abrir- protesta Ethan, algo molesto .
-Se que falta, pero si vences esta prueba, tendrás un regalo más grande- replicó Aitor seriamente. A regañadientes, Ethan aceptó, sabiendo que desobedecer a su abuelo solo le traería problemas. Esa noche, pescaron un pez grande, lo cocinaron a las brasas y se fueron a dormir. Aitor, como siempre, se sentó frente a la ventana, leyendo la Biblia a la luz de la luna, mientras Ethan dormía profundamente. A la mañana sigue, Ethan y Mathew se prepararon para zarpar. Bernardino y Aitor les dieron comida y la botella de vino que sobró.
El pequeño barco se llenó con los seis hombres de la tripulación, listas para una nueva aventura. Entre ellos, un joven con una cicatriz en el rostro llamó la atención de Aitor, quien asintió en su dirección.
-¿Todos unos hombres, eh?- comentaba Bernardino, observando cómo el barco se alejaba. -¿Fantasmas del pasado? ¿No se lo dijiste?- Continuaba Bernardino.-
-No tuve el corazón- fue la respuesta Aitor, agachando la cabeza.
-En un pueblo chico, el infierno es grande. Tendrás que hablar con él tarde o temprano- aconsejó Bernardino.
-Hice una carta sobre ello, pero no la leyó porque le dije que no lo hiciera"- confesó Aitor.
-¿Está seguro?- pregunta Bernardino, sorprendido.
-Lo conozco bien. De haberla leído, no podría dormir en toda la noche- aseguró Aitor.
-¿Entonces cuándo?- replicó Bernardino.
-Hoy mismo- respondió Aitor, suspirando mientras el barco se volvía un punto en el horizonte.
Los días pasaron y la tripulación regresó con un buen cargamento de peces. Era el cumpleaños de Ethan y, mientras el barco atracaba cerca de la taberna, abrieron el vino y lo bebieron en celebración.
Ethan se dio un baño al llegar a casa y comenzar a cocinar los peces. El silencio en la casa le pareció extraño, ya que su abuelo siempre estaba allí para recibirlo, especialmente en su cumpleaños.
Poco después, la señora Julieta golpeó la puerta. Ethan, envuelto en una toalla, abrió sorprendido.-¡Ay, por favor, vístase, joven!- dijo Julieta, riendo. -No importa, cámbiese y venga a mi casa. Hay una sorpresa para usted y no acepto un no como respuesta.-
Intrigado, Ethan se veía y se dirigía a la casa de Julieta. El cielo irradiaba un naranja precioso, pero la falta de brisa le hace sentir una inquietud. ¿Dónde estaba su abuelo? ¿Por qué la señora Julieta lo buscaba tan pronto? Mientras caminaba, grabación de la carta que Aitor le había dado. Decidió leerla en el camino, pero al sacar la carta, vio a María acercándose.
-¡Hola! Vamos a mi casa con la abuela- dijo María, sonriendo y tomando su brazo. Ethan olvido la carta y se deja llevar por la alegría de María. Al llegar, las luces estaban apagadas y, de repente, se encienden con un coro de voces:
-¡Sorpresa! ¡Feliz cumpleaños! - Gritaba la gente allí reunida.
Había un banquete preparado, con buena comida y bebida. Estaban Julieta, María, Bernardino, Mathew, y un joven llamado Reginald, quien también había estado en la pesca de hace unos días. Todos los menos su abuelo.-¿Y el viejo?- pregunta Ethan.
-Viejo son los trapos, hijo. Sabes cómo es tu abuelo, se internó en el bosque para no abrirse. Pero parte ayer, y los días que te fuiste estuvo haciendo otras cosas por el pueblo- responde a Bernardino.
Ethan sospechaba que algo ocultaban, pero decide disfrutar de la fiesta. Durante la cena, recordando la carta, Ethan la sacó del bolsillo. María, con seguridad, la tomó y la leyó en voz alta. Un silencio espeso llenó la habitación. Ethan, temblando de ira y tristeza, rompió a llorar.
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Renasci
AdventureUn joven huérfano descubre algo que cambiará su vida en un momento caótico, su vida feliz no era como la recordaba. Reinos en guerra, dolor y amor, todo esto le tocará afrontar a nuestro joven protagonista, su camino lleno de compañeros, aliados y...