Vínculos y ruinas.

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Ezra y su primogénito se encontraban cara a cara por primera vez en años. Ambos se sentían extraños, pues no eran mas que extraños, no obstante, la cordialidad o el sentirse bien uno con el otro era innegable.
Las tropas de Venus habían logrado repeler la amenazaba latente, replegando todo su arsenal y tácticas, salieron victoriosos, pero a un costo mayor.
Luego del arduo combate, padre e hijo entablaron un breve diálogo.

-Vámonos a hablar a solas.- Decía Ezra

-Está bien.- Asentía Ethan mientras lo seguía lentamente por el campo de batalla, donde la sangre corria como un río sin cesar, cadáveres de personas y lo peor, la familia que antes había visto Ethan, había perdido un padre, un esposo, aquella pobre mujer lloraba desconsolada mientras tenía en brazos a su marido. Los amigos de Ethan ayudaban a cargar los cuerpos, y contarlos.

Ethan se marchaba junto a su padre.
Ezra iba tan rápido como podía a caballo a su casa junto aquel joven de Chipre. Ethan quedaba sorprendido al llegar a la casa de su padre por lo inmensa y bonita que era por fuera.
Al abrir la puerta de su casa, una ballesta aparecía apuntando a su rostro.

- ¡Vete por donde viniste! ¡Ah Ezra! Eres tu cielo.- Por los ruidos y por lo que había visualizado en la calle, Gaia creyó que podía ser un soldado enemigo.

- ¿Cielo?

- Es Gaia, una huésped.

- ¿Así que eso soy para ti? Por cierto, quien es este muchachito tan apuesto que está contigo Ezra. ¿No me digas que se te ablando el corazón y seremos más "huéspedes"?- Bromeaba la simpática mujer mientras tomaba la mano de Ethan y la estrechaba con una sonrisa.

-Soy Ethan, su hijo.

Gaia quedaba completamente petrificada, y dejaba caer la ballesta que tenía en su otra mano. Entre el silencio se escuchaba una tetera en ebullición que se derramaba un poco e inundaba la gran sala de un aroma de café tan delicioso.
Ezra no decía nada, solamente indicaba con un gesto, más concretamente con la mano para que pase Ethan a su hogar.-

-Cuéntame de ti Ethan.- Indicaba mientras se sentaba en el comedor de la casa.

-Creo que hay tanto que hablar.- Decía con una sonrisa tímida el hijo del general. -Pues, empieza por el principio.- Decía Ezra.
Ethan comenzaban a narrar algunas de sus aventuras e historias que había vivido junto a sus amigos, de pequeño o cuando se iban a pescar en los barcos con sus amigos. Gaia quedaba completamente perpleja, Ezra no era aquel soldado tan frio, dejaba escapar pequeñas sonrisas cuando Ethan le hablaba de ciertas cosas y gustos.

- ¿Así que escribes? Yo también solía ser poeta.

-Es de las cosas que más me gusta hacer cuando observo el mar. ¿No has visto el cielo de Chipre?-

-Jamás en la vida.-

- ¡Deberías Ezra! Interrumpía Gaia. -Es de las cosas más bellas que verás.-

-Ella tiene razón, en esos momentos, te olvidas de todo.- Decía Ethan.

-Pues queda pendiente algún día.- Sonreía Ezra, aquel muchachito había logrado despertar sentimientos que creía muertos dentro suyo.
La charla entre padre e hijo se hizo un poco distendida, hablando de cosas tan banales, como le gustaba el café a cada uno, su fascinación por la poesía o que preferían comer cada uno en invierno o primavera. Ethan hablaba de una chica que le gustaba pero que le daba vergüenza acercase mucho. No obstante, el rostro tranquilo de Ezra cambiaba drásticamente cuando de la boca de su hijo salían dos nombres en particular. "Leah" y "Aitor". Luego de un cálido momento compartido, Ethan quedaba serio completamente mientras bebían del café hecho por Gaia.

RenasciDonde viven las historias. Descúbrelo ahora