Hacia lo desconocido.

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El pueblo donde creció Ethan se llamaba Chipre, a las afueras de la provincia de Valderrobres, una provincia pequeña de no más de 170.000 kilómetros cuadrados al sur del país de Gordes, un país de no más de 1.500.000 kilómetros cuadrados con 10 millones de habitantes. Limitando con el reino de Gador, Citalp, y Eldoria.
El pueblo más cercano era Córcega; allí podría estar la madre de Ethan.

En el camino, los jóvenes conversaron.

*—Gracias por acompañarme —dijo Ethan.*

*—Está bien —respondió Reginald.*

*—¿Por qué decidiste acompañarme?*

*—Quiero pasar por donde trabajaba, necesito algo de ese lugar.*

*—¿Era el pueblo de Tiae, verdad?*

*—Sí, pasando unos cuantos kilómetros Gadea, al oeste.*

*—¿Qué es lo que necesitas? —preguntó Ethan intrigado. No obteniendo respuesta, se disculpó rápidamente—. Lo siento.*

Siguieron cabalgando unos cuantos kilómetros hasta la puesta del sol, cuando llegaron a un pequeño hospedaje al costado de la ruta que conducía a Gadea. Ambos entraron a preguntar cuánto costaba el alojamiento. El dueño del lugar, un hombre robusto de no más de 1,60 metros, atendía en la recepción, que también servía de pequeña cantina. El rechinar de la puerta atrajo la atención de todos, y un silencio incómodo se apoderó del lugar.

*—Buenas noches, señor, estamos buscando unas habitaciones —dijo Ethan.*

*—Váyanse, no hay lugar para forasteros —respondió el dueño del hospedaje con tono agresivo.*

*—No queremos importunar, solo queremos descansar.*

De repente, un hombre alto y robusto con heridas recientes en ambos brazos se puso de pie, apoyando al dueño con agresividad.

*—¡Que se vayan! ¿No pueden escuchar?! —dijo Marc, mientras un anciano lo regañaba, pidiéndole que se calmara.*

*—Cálmate, Marc, disculpas, estamos alterados, pero no hay más lugar en la residencia —explicó el anciano.*

Los jóvenes se miraron entre ellos y observaron el lugar, viendo que en su mayoría había mujeres, niños y ancianos, todos sucios o con vendajes, lo que claramente era resultado de una batalla. Reginald, siendo más directo, preguntó:

*—¿Quién les hizo esto? ¿De dónde son?*

Una mujer con mirada de terror les pidió:

*—Por favor, no queremos más problemas, solo ¡váyanse!*

*—Estamos camino a Gadea, si nos dicen qué pasó, podemos ayudar —insistió Ethan.*

*—No creo que puedan ustedes dos solos —dijo el anciano.*

*—Viejo, no les digas más nada, no sabemos quiénes son —replicó Marc con recelo.*

Reginald, serio, dijo: *—Será mejor que nos den una habitación y que hablen si desean que su hijo no se muera de fiebre.*

*—¡Insolente! —gritó Marc, levantándose con esfuerzo.*

Lucía, la madre del niño, gritaba: *—¡Maldita sea! ¡Nuestro hijo se está por morir, necesitamos su ayuda!*

El dueño del hospedaje advirtió sobre la situación: *—¡Si siguen discutiendo se van todos a la calle!*

El anciano, poniendo una mano en el hombro de Ethan, les indicó que podrían encontrar medicina en su casa, un poco más al oeste, en la entrada de Córcega.

*—Me llamo Taiane. Mi consultorio es la única casa de dos pisos del pueblo, rodeada de vallas de abedul con un buzón de lata.*

Lucía, con ojos llenos de tristeza, dijo: *—Que Dios los acompañe, por favor, les daremos hospedaje —decía, a la vez que miraba al dueño de la posada. Aquel sujeto bajito desviaba la mirada rápidamente.*

*—¿Es un trato? —preguntaba Reginald.*

*—¡Maldita sea! —susurraba el sujeto y propietario—. Está bien, no se tarden.*

Afuera, los hombres conversaron con los jóvenes. Marc les advirtió:

*—No es recomendable que vayan a caballo todo el trayecto, por donde van, ya pasó la muerte.*

El anciano explicó que habían escapado por poco de un ataque, y el dueño del hospedaje solo les permitía quedarse por esa noche debido a un pacto con un rey desconocido.

*—Por favor, la vida de mi hijo está en sus manos —suplicó Marc, aunque desconfiaba rotundamente de los forasteros. Algo le decía que estos jóvenes podrían regresar y ayudar a su familia.*

Aunque cansados por el viaje, Ethan y Reginald decidieron partir en busca de la medicina para el niño, decididos a hacer lo posible por salvar al pequeño y descubrir más sobre la situación.

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