El ocaso del miedo

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El tiempo transcurría, semanas de aquella heroica travesía por parte de Ethan y sus amigos. Un pueblo que había sido atacado por forajidos, ahora el reino siendo atacado por los demás reinos, Thaldria y Gador, mientras que Eldoria se mantenía al margen por ser hermano de Elizabeth.
Elijah, en Gador preparaba un golpe, habían extraído todos los minerales posibles de las minas de Mador, pero Gador tenía más minas para seguir extrayendo y fabricando armas destructivas. El pequeño pueblo de Mador ahora era un pueblo fantasma, un sacrificio que había hecho su rey para evitar un gran conflicto a gran escala.
Elizabeth cada día más paranoica de un posible traidor entre sus filas, se rodeaba únicamente de su más fiel ayudante, Adlai.
Las cosas para Gordes iban de mal en peor y una gran guerra estaba por comenzar.
Aitor, quien había aparecido para asesinar a su hijo, se vio frenado por motivos aún inexplicables. En un lugar lejano, en un gran palacio, fuera de Deb se encontraba, tomando una taza de café, mientras leía una biblia. Ahora algo diferente, con cabello más corto y una barba más prolija, aquel hombre de edad avanzada se sentaba observando el chisporrotear de las ramas y palos que estaban en el fuego, mientras por la ventana observaba un ocaso.
Recordaba aquellos años donde se codeaba con un poco de mayor juventud. El rey de Citalp, Amat llegaba y saludaba de un apretón de manos a aquel viejo soldado de Gordes.

-Es un placer recibirlo, Aitor.- Decía mientras salían y caminaban juntos por un jardín privado del rey Amat, repleto de guardias y rosas.- Nos ha faltado a su palabra señor.- Decía Amat observando a Aitor y mirando la espada que portaba el nombre de su hijo, Eloy.

-La paciencia es una virtud, alteza.-

-Me temo entonces que no somos tan virtuosos en nuestro reino.- Decía mientras Amat se colocaba al frente de Aitor y seguía caminando.- Creí que la cabeza de Ezra rodaría, pero me temo que no fue así.- Amat miraba nuevamente a Aitor mientras chasqueaba los dedos y sus soldados se acercaban a Aitor con lanzas que rozaban su garganta. -La sangre puede más, ¿Verdad? Si quiere desistir Aitor, cuente con ello, pero sepa que no puedo dejarlo vivir, somos "aliados" de Gordes.- Exclamaba el rey mientras hacía un gesto de comillas.

-Cumpliré con la promesa señor.- Decía Aitor sin inmutarse siquiera algo a pesar de tener soldados a su lado que podrían matarlo en un parpadeo. -Aparentemente Gordes sufrió un ataque, fue un momento de caos, lo perdí de vista-

-Fue un ataque de falsa bandera, para declarar la guerra a Gador, no se esperaban que Elijah tuviera un poco de coraje, lo subestimaron.- Decía Amat mientras con un gesto de su mano indicaba a sus soldados que se retiraran.- Si bien no me importa Elizabeth, Ezra es quien me asuta y lo sabe, sus victorias con las tropas de Venus son incuestionables, el arte de la guerra corre en sus venas.- Decía Amat sacando un cuchillo y jugando con el, mientras lo giraba en su mano.- Se necesita de otro Del Valle para acabar con uno Del Valle.- Expresaba el rey, quien apuntaba a Aitor con su arma blanca en mano. Aitor quedaba en silencio, mientras el rey de Citalp proseguía.- No podemos compartir los recursos de Gador con Gordes, son mejores, son muchos más, aniquilarian todo a su paso.- y proseguía en su diálogo con el abuelo de Ethan.

El rey Amat caminaba lentamente hacia Aitor y lo miraba no de forma amenazante, sino más bien curiosa, aquel excéntrico rey tenía una cosa en mente, una duda que rondaba su cabeza.- ¿Por qué dinero? Digo, matarás a tu hijo, ya estás viejo y moribundo...¿A quien proteges?-

Aitor solo guardo silencio y miraba al rey, pues no quería revelar de la existencia de Ethan, necesitaba el dinero porque a pesar de que su nieto no quiera saber nada de el, había oído de las hazañas que había hecho este joven héroe en Deb, sabía que algo grande se aproximaba y quería ayudarlo. También había escuchado de aquella tan banal leyenda que surgió, su nieto la encarnaba y quería ayudarlo como fuera, antes de partir de este mundo. Aitor seguía firme y solo sonreía y decía.

-¿Eres curioso Amat?-

-Y tu muy astuto amigo. ¿Sabes que Citalp le brindaría protección?

-¿De quien habla alteza?- Aitor quedaba algo atónito, perdiendo la compostura un poco y respirando lentamente, para tranquilizarse.

-Ya sabes, de aquella mujer...o tu otro hijo-

Las palabras de Amat resonaban fuertemente en la cabeza de Aitor, dejándolo completamente descolocado, el rey de Citalp solamente observaba la mirada tan profunda de aitor, luego una gran carcajada hacia que salga de Aitor.

-¡Que chistoso es alteza!

-Ya lo creo, ¡nadie que opine lo contrario vive jajaja!- un chiste de mal gusto, pero al fin a cabo, así era Amat.- ¡Deja! Un hombre tiene sus secreto supongo.- Amat cortaba una rosa con sus manos y la olía, refregando por la nariz de Aitor. -Magnifico, ¿no?- Aitor algo inquieto solo sonreía y asentía con su cabeza.

-Aitor, soy muy benevolente, solo no puedes, los rumores lo corroboran, pero muy viejo. Te llevarás a mis mejores hombres, infiltrate en Gordes.- Amat apretaba la rosa, la machucaba tan fuerte que sus espinas se clavaban en la palma de su mano y sangraba, abriendo su puño, dejaba caer los pétalos ensangrentados de aquella magnífica flor. -¡Quiero la cabeza de Ezra!-

Aitor solo asentía mientras partía escoltado por algunos soldados del palacio real de Citalp. Observo a la gente de aquellos lugares, gente más humilde, mayormente campesinos, hombres y mujeres que tenían servidumbre, ellos comerciaban y esclavizaban a su propia gente, gente de Citalp. Aitor subía a un caballo y partía hacia un largo camino que conectaba con Gordes junto a los soldados de Amat. Está vez, tendría que morir alguno de los del Valle.
Mirando a su alrededor veía pobreza, miseria y dolor, Citalp era un lugar que necesitaba de alguien como su nieto, si bien aquella tenacidad y frialdad que lo caracterizaba, parecía ir desvaneciendo poco a poco, quizás la luz al final del túnel de la vida lo sensibilizan, todo el mal que había sembrado lo veia en Ezra, no quería perdón, quería irse del mundo acabando con lo que empezó, aquello que destruyó.
Su andar reflejaba una tristeza notable, arrastrando los pies, con la mirada cansada, y algo intimidante, ¿como evitarlo? mataría a su primogénito, su único hijo, dejaría a Ethan solo en todo lo que se avecinaba.
En su andar con soldados solo miraba la puesta del sol, caminando como forajidos con sus caballos lentamente hacia un futuro que no podria evitar.
Los caminos de tierra y los niños corriendo y jugando en la calle le recordaban a Eloy, aquel niño que no cuido, si había un cielo, no sabría si sería digno de caber en el, dudaba incluso de su propio arrepentimiento. ¿Sería de corazón o solo por qué la muerte llamaba a su puerta? Sea como fuera, una esperanza surgía, pasaba por un grupo de campesinos que tras terminar de cosechar café y yerba mate decían.
-¿Escucharon hablar del rey sin corona?-
Y seguía su andar lentamente, pues a sus oídos había llegado tal rumor, su nieto se había hecho con aquel apodo, la noche caia, pero siempre vuelve a salir el sol.
Diez hombres a su cargo, no deberían levantar sospechas, una misión, un objetivo, acabar con Ezra.
Aitor daba la señal mientras miraba a sus soldados, girandose y asintiendo con la cabeza, todos sin dudar, subían a sus corceles y partían, al galope para aprovechar que la luna estaba llena e iluminaba aquel valle.

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⏰ Última actualización: Sep 28 ⏰

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