Secretos familiares.

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En la arena los combates se ceñian de felicidad y alegría. Los jueces eran algunos comandantes de las tropas élite de la realeza, observando a los contendientes luchar con diferentes armas, en todos los pesos y tamaños. Uno entre ellos destacaba, un hombre alto y robusto, de un yelmo que cubría casi toda su cara, peleando a diestra y siniestra venciendo a los demás gladiadores en la arena, peleando contra dos y más, su cuerpo cubierto de cicatrices demostraban y demoraban su experiencia en el combate. Un tatuaje tenia en su pectoral izquierdo, una frase en una lengua casi extinta, algo que no podía distinguirse.
Aquel misterioso hombre marcado por la guerra seguía avanzando directamente en combate hasta llegar a enfrentar a los comandantes de Venus. Su mirada tenía un extraño pesar, lograba ganar y avanzar de ronda junto a un número seleccionado de hombres que habían combatido y habían asegurado su instancia en las tropas de Elizabeth y Ezra.
La tradición de los juegos de caballería dictaba que el mismísimo general junto a algunos de sus comandantes, aquellos que dieran batalla y presentaran dificultad para vencerlos, serían comandantes y soldados de las tropas de Venus, en caso contrario, quedarían por debajo de las tropas de Venus, es decir, no serían más que soldados que tendrían estar subordinados a las órdenes de sus comandantes.
Ezra hacia acto de presencia en la gran arena, en su pisar el suelo lleno de polvo, se agachaba y hacía una señal de reverencia hacia el palco de Elizabeth, quien aplaudía plácidamente el gesto de su mejor soldado, aunque algo llamaba poderosamente su atención.
La esbelta armadura plateada, ahora se encontraba con partes como las muñequeras y hombreras, teñidas del negro de las viejas tropas de Adonis, pero conservando el logo de Venus. Ezra había acatado el deseo de Elizabeth, de dar un lavado de cara a las tropas reales, pero conservando su identidad.
Elizabeth disgustada solo observaba aquel general, había cumplido su orden a medias, pero se mostraba más complaciente con ella, algo que solo toleraría por el momento.
Ezra a sus espaldas entraba con sus comandantes a la gran arena, diez hombres , quienes se colocaban sus armaduras blancas con el logo de Venus, mientras observaban asa contendientes, otros quince hombres, luchando por el honor y la gloria de servir a Gordes.
Uno a uno iban luchando, las reglas eran simple, aquel guerrero que venciera a un comandante, se consagraria como nuevo comandante de las tropas reales. Si aquel comandante era derrotado fácilmente perdería su lugar, mientras que si presentaba batalla y se lograba una suerte de empate, el nuevo retador quedaría como coronel, y en caso de perder ocuparía el cargo de teniente en las tropas reales. Si bien todos eran cargos militares, únicamente se llamaban caballería de Adonis o de Venus, a quienes eran comandantes de las tropas reales, como una suerte de leyenda en el campo de batallas, que hacían al respeto y la gloria militar.
Poco a poco luchaban los gladiadores blandiendo sus espadas de madera medianamente afilada, o en el combate cuerpo a cuerpo, los comandantes de Adonis eran superiores, muy pocos perdieron, pero así y todo, las tropas ganaban mejores soldados.
Ezra observaba al hombre con el yelmo que cubría casi totalmente el rostro del misterioso soldado, y le decía a sus hombres. -Dejenme a ese- puesto que lo había visto en combate y algo despertaba su curiosidad, a la vez que abandonaba el banco de dónde esperaba sentado su turno.
Ezra se lanzaba al combate con el hombre, quien dejaba ver sus manos completamente cubierta de callos, producto del trabajo pesado, algo agitado, pues su respiración denotaba un cansancio, y el sudor que recorría su cuerpo era evidente.
Espadas contra espadas, la multitud enardecida gritaba, aquellos hombres tenían tal destreza para blandir la espada que dejaba atónitos a todos. Ezra jamás había perdido un solo combate físico, su ego era casi tan alto como las nubes del cielo, pero aquel misterioso soldado poco a poco se estaba volviendo más molesto. Casi no atacaba, simplemente se defendía, se cubría, esquivaba y daba alguno que otro corte que el general de Venus, lo esquivaba con facilidad.

-¿Vas a tomarte esto en serio?- Decía Ezra arremetiendo contra el soldado, quien solo se cubría haciéndolo retroceder.
-¿No piensas hablar?- Decía Ezra, en ese momento, en ese instante un escalofrío recorría todo su cuerpo, seguido de un calor intenso y un hormigueo agobiante. Aquel hombre hizo un gesto, un gesto en particular que lo recordó a alguien del pasado. Se posición y guardia para cubrirse, era idéntica a la de Aitor, su padre. -¡¿Cómo?! ¡No! ¡Imposible!- pensaba Ezra, su mente daba vueltas nuevamente, un ardor recorría su garganta, sus ojos fijos en la mirada del soldado, de aquel sujeto.

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