Capítulo 13.

1.4K 130 75
                                    


Riconciliazione.

Aitara.

El clima más húmedo y frío de Rusia nos recibe, el día está gris y los árboles no tienen tantas hojas haciéndolo lucir más tétrico a pesar de que es al menos medio día.

Matteo baja delante de mí con Sareth en brazos que permanece dormido y unas camionetas ya nos están esperando.

Caminamos lado a lado, los dos escurriendo sangre por las balas de hace horas, aunque él está más pálido que yo. Tiene la bala aun dentro de su cuerpo, mientras que lo mío es solo un roce.

Él deja al niño en una de las camionetas y se quita la camisa dejando a la vista sus tatuajes y muchas cicatrices que antes no tenía, cosa que me hace estremecer de imaginar como fueron hechas. Tiene cicatrices en el abdomen, en la espalda, también algunas en los hombros, pero son apenas perceptibles con los tatuajes que las cubren.

Lanza la camiseta al pavimento y tras ello el hombre viene en mi dirección con intención de requisarme. Tiene una cara de perro asesino y el hecho de que me vea como un pedazo de carne solo aumenta el cólera que vengo cargando hace horas.

—Tus manos tocan mi cuerpo y serán lo último que tocarán. —Advierto levantando las manos en señal para que se detenga y doy un paso atrás.

En cuanto hablo, Matteo pasa sus ojos al tipo y noto como se tensa en segundos.

Yo misma saco las armas que tengo y me quito la chaqueta dejando que me vea, tengo una ropa ajustada, imposible de pasar un arma en ella.

—Ya está, no tengo nada más.

El tipo me ve en un total silencio y paso por su lado subiendo a la camioneta donde está Sareth.

—No tiene nada más, ni modo que traiga una metralleta guardada en las tetas. —Matteo le grita de mal genio, subiéndose a mi lado.

—Muy como un aliado no te tratan. —Le suelto.

—Ya. —Dice viéndome a los ojos—. Dame cinco minutos de paz, por favor, cinco minutos de no pelear, diez horas de viaje ya fueron suficiente.

—Haz lo que te dé la puta gana. Siempre lo has hecho.

Volteo la cara viendo el camino lleno de árboles. Nos toma al menos cuarenta minutos más llegar hasta una casa gigante que luce más como un antiguo castillo por cómo está construida. Es todo de ladrillos muy viejos y hierros gigantes.

Matteo baja primero que nosotros y Sareth se mantiene despierto y silencioso a mi lado. En cuanto su papá se acerca a nosotros, bajamos y entramos a dicha casa.

Un tipo ya nos espera con cosas para limpiar las heridas y me atiende a mi primero limpiando la sangre y colocando gasas sobre mi piel. Lo mío es rápido, es apenas un roce.

Sareth no ha inmutado palabra y cuando terminan conmigo el tipo trata de inyectarle anestesia a Matteo que lo fulmina con la mirada pasándome por el lado yendo a tomar una botella de whisky de la que se empina.

Se sienta en el sofá y el hombre trata de inyectarle la anestesia nuevamente.

—Saca esa mierda así. —Le ordena—. No voy a perder tiempo con esa payasada.

Sareth se voltea a verme y sujeta mi mano, luego ve al frente manteniéndose firme y sin apartar la mirada de su papá, quien también se la sostiene y apenas hace una mueca de disgusto mientras le sacan la bala a sangre fría.

En cuanto el hombre termina de retirársela, se empina del trago bebiendo más de lo que debería. Lo hace como si fuese agua.

En cuanto le ponen la gasa se pone de pie y basta una mirada para que el tipo se retire. Nadie aquí se mueve o habla, todos están atentos, con aspecto más agresivo y bestial que el de la mafia italiana. Lucen como perros atados a una correa, esperando solo la liberación para acabar con todo.

TUYO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora