Capítulo 20.

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Famiglia.

Aitara.

Sicilia, Italia.

Horas antes.

Los muros de la fortaleza aún se mantienen de pie, aunque todo lo que había en su interior está quemado. Salgo de la casa caminando a paso de lento y cuidadoso hasta el arsenal donde se encuentra Alenka.

Abro la puerta con cautela y veo como se mantiene silenciosa limpiando las pistolas ubicadas sobre la gran mesa. De reojo noto como sus mejillas están llenas de lágrimas y su rostro enrojecido mientras limpia las armas con más fuerza de la necesaria.

—Alenka.

Musito y el disparo que resuena a solo unos milímetros de mi cara me hace plantar los pies en mi sitio.

En cuanto nota que se trata de mi baja el arma y rápido se obliga a apartar las lágrimas de su rostro.

—Estas viva. —Siento que en sus ojos brillan un poco por la esperanza de que Sareth también lo esté—. ¿Y Sareth? ¿Está vivo?

Quiero decir que no, pero el corazón no me da para hacerlo.

—Necesito que te calmes, me escuches y guardes silencio.

—¿Está vivo? —Su barbilla tiembla calándome en lo más profundo del corazón.

—Está a salvo. No permitiría que nada le pase.

Observo como su pecho sube y baja mientras deja salir todo el aire de sus pulmones. Ubica el arma sobre la mesa y sin importar que, viene y me envuelve en sus brazos como nunca lo había hecho antes.

A pesar de que no tolero mucho los abrazos de la mayoría de las personas, correspondo envolviendo mis brazos entorno a ella.

—Con un demonio, ¿qué carajos pasó esa noche?

—Sucedieron muchas cosas, no puedo decírtelas todas, y en algún momento voy a explicarles todo, pero por ahora necesito tu ayuda.

—¿Qué necesitas?

—Quiero que me entregues a Ileana.

Se echa a reír en mi cara.

—¿Me estás jodiendo? No, a esa perra solo la matará Matteo cuando recupere sus recuerdos, y en caso de no hacerlo, es de Sareth. Que cobre venganza por su padre.

—Sareth no tendrá que cobrar venganza por su papá.

—¿Qué quieres decir con eso? —Sus ojos me taladran, es una genio, obvio está comprendiendo al instante—. No me jodas con que el italiano ya recordó por fin.

—Do zobaczenia, Polaku.

«Nos vemos las caras otra vez, polaca.»

No logro descifrar en su cara si quiere matarlo, abrazarlo o ambas al mismo tiempo.

Va por el arma y Matteo avanza rápido acorralándola contra la mesa, el disparo que suelta en medio del jugueteo choca contra el techo sin herir a nadie y el italiano debe sujetarla de las muñecas dejándola acostada sobre la mesa.

Ella se remueve y alcanza a pegarle en el centro del abdomen, pero este ni se inmuta así que lo hace otra vez logrando que retroceda unos pasos y en cuanto la suelta, le pega una cachetada que me hace arrugar la cara.

Eso debió doler.

—¡Casi me matas hace un año! Pendejo de mierda, agradécele a tu madre que estas vivo.

—A mí también me alegra verte, Alenka. Tan sutil como siempre.

—Agradece que te quiero pendejo de mierda, o ya tuvieras un balazo decorándote la frente. Aunque si hubieses matado a mi niño, te hubiese matado de todas formas.

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