Shit, Aquino

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Soaring y Mictia no tardaron absolutamente nada en empezar a murmurar cuando divisaron a Duxo ingresando a la cafetería acompañado de nada más y nada menos que Juan Diego Aquino.

-¿Oe, que putas les sucede a ustedes dos? Parecen dos viejas chismosas- se quejó Cejo, dirigiendo su mirada hacia sus dos amigos, quienes la miraron estupefactos y, después, señalaron hacia donde Duxo se encontraba acompañando a Aquino para que compre algo para almorzar.

-Ay, miren, Duxo está con el chico anaconda-.

Mictia soltó una carcajada.

-¿Le contaste a  Jose?- preguntó Mictia mirando acusadoramente a Soaring.

-De hecho, fue Duxo quien me contó. Estaba tan desesperado de que el triple pierna lo perdonara, que nos contó a todos... su hermosa y romántica primera charla- respondió Cejo con tranquilidad y sarcasmo.

Soaring estuvo a punto de regañarlo.

-Hola chicos- saludó Duxo, sonriendo con un poco de tensión. Sabía que sus amigos podían ser algo... extraños ya él no le importaba, sólo que, esta vez, no quería asustar a Aquino. -Eh... él es Diego Aquino. Va a ser nuestro amigo ahora.

Soaring, Mictia y Cejo se miraron entre sí con un poco de sorpresa.

-Yo soy Soaring Chu, encantado de conocerte- saludó el heterocromo, estirando una mano hacia el castaño oscuro, quien le correspondió el saludo con timidez.

-Un gusto...- susurró sonriendo.

-Mi nombre es Mictia 00Guerra y tu... ¡eres una cosita!- exclamó, apretando una de las mejillas de Aquino. Éste se quejó por lo bajo, pero sonriendo avergonzado.

-G-gracias...-

 -Jose Cejo- con su voz gruesa, sacudiendo levemente su mano. Aquino se acercó en forma de saludo. -Así que... tu eres el chico anacon....- Las palabras de Cejo fueron interrumpidas por las manos de Soaring sobre su boca y las histéricas risas de Mictia.

-No le hagas caso a , Aquino, no sabe lo que dice- le aseguró el mayor al ojimiel, sonriendo tranquilamente. -Cuéntanos ¿qué estudiaras?-

Duxo casi se sintió morir de un infarto. Si no fuese por Soaring, Cejo habría dicho algo verdaderamente estúpido e imprudente, lo que habría desencadenado un ataque de pánico en su nuevo amigo y de seguro habría salido huyendo. Iba a ser un complicado poco que Aquino y sus amigos se llevasen bien, peso esos idiotas estaban advertidos. Tenían que ayudarle a entrar en confianza con el moreno para conseguir su objetivo o Duxo se vería obligado a hacerles pasar vergüenza con sus novios y novias. Ser el consejero de todos sus amigos y su cofre de secretos tenía ventajas con aroma a chantaje...


-Oooh... mmm... siiii...-

De nuevo Duxo empujaba en su interior, más duro, más rápido. Oh, mierda, podía sentir todas y cada una de las hinchadas venas sobresaltando y palpitando por la carne caliente... o, al menos, eso era lo que se imaginaba... no podía entender el porqué, pero cada vez que pasaba. más tiempo con Aquino, sus fantasías se volvían mejores, más realistas y profundamente deliciosas.

Movió su mano con más rapidez, buscando llegar al orgasmo lo más pronto posible. No tenía demasiado tiempo, pero no había podido evitarlo.

-Mierda... Aquino...- susurró, intentando vanamente morder sus labios para callar sus quejidos placenteros. Pero, en el fondo, se sintió insatisfecho, aunque la potencia de su vibrador estaba al máximo y se encontraba moviéndolo fervientemente adentro y fuera de su entrada. Lo que el oji lila quería no era masturbarse pensando en Aquino, lo que Duxo quería era que Aquino lo masturbara mientras le metía ese gran y deseable pedazo de carne que cargaba entre sus piernas y al que, al parecer, no le daba uso alguno. Duxo siempre pensó que eso era un desperdicio absoluto.

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