36 - Memorias de un Parto Accidentado (Final)

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Era una mañana radiante en el pueblo de San Juan. El aroma a café recién hecho impregnaba la habitación de Alejandra y Rafael, quienes apenas hacía unos días habían regresado a su amada hacienda en el pueblo de San Juan. La luz dorada del amanecer se filtraba por las cortinas, acariciando suavemente el rostro de Alejandra, que dormía plácidamente.

Rafael, con una taza de café humeante en la mano, se acercó y contempló a su esposa con ternura. Su vientre abultado, hogar de los gemelos que pronto llegarían al mundo, se movía sutilmente con cada respiración. Conmovido por la escena, Rafael se inclinó y besó delicadamente la frente de Alejandra.

"¿Cómo amaneció mi doctora, la mujer más hermosa y valiente del mundo?", susurró, acariciando con suavidad el cabello de Alejandra.

Al ver que ella se resistía a despertar, esbozó una sonrisa y añadió en tono juguetón: "Está bien doctora, sumercé siga descansando. Te lo has ganado."

"Mmm... mi tinieblo, buenos días", murmuró Alejandra, abriendo lentamente los ojos y regalándole una sonrisa somnolienta a su esposo.

"¿Muy cansada?", preguntó Rafael con dulzura, sentándose al borde de la cama.

Alejandra se estiró cuidadosamente antes de responder: "Uf, sí. Entre el trasteo y el esfuerzo de llevar a estos dos traviesos en mi vientre, estoy agotada." Su mano se posó instintivamente sobre su barriga, acariciándola con amor.

Ambos intercambiaron una mirada cómplice, riendo suavemente. El amor que habían cultivado, incluso a través de la pérdida de memoria de Alejandra, brillaba en sus ojos con más fuerza que nunca.

Rafael tomó la mano de su esposa y la besó con ternura. "Mi doctora, recuerde que tengo que salir temprano para comprar parte del ganado que necesitamos. ¿Estará bien si la dejo un rato?"

Alejandra sonrió, acariciando la mejilla de Rafael. "Estaré bien, amor. Ve tranquilo. Además, recuerde que Isabela y Milena vendrán a visitarme hoy."

Rafael asintió, besando suavemente los labios de su esposa. "Es cierto. Me alegro. Volveré lo antes posible." Se levantó, tomó sus llaves, con una última mirada cargada de amor, salió de la habitación, tropezando cómicamente con la alfombra en su prisa.

Poco después, Alejandra escuchó un estruendo afuera. Se asomó a la ventana para ver a Milena e Isabela bajando de una camioneta que parecía haber sobrevivido a varias guerras. Era el jeep de trabajo de Milena.

"¿Dónde está mi cuñadita y hermana?", gritó Milena, su voz compitiendo con el chirrido de los frenos del jeep.

"¡En el cuarto, tratando de no rodar fuera de la cama!", respondió Alejandra, riendo.

Milena e Isabela aparecieron en la puerta, jadeando después de subir las escaleras.

"¡Mira nada más esa pancita!", exclamó Isabela.

"Más bien dos", bromeó Alejandra, "y creo que están jugando fútbol ahí dentro."

Las mujeres pasaron la mañana entre risas y anécdotas.

Ya por la tarde, decidieron salir al jardín. Alejandra, moviéndose con la gracia de un pato con sobrepeso, finalmente logró sentarse bajo un árbol con la ayuda de sus amigas.

De repente, Alejandra se quedó quieta, sus ojos abiertos como platos.

"¿Alejandra? ¿Está bien?", preguntó Milena, notando el cambio en su cuñada.

"Creo... creo que los bebés ya vienen", respondió Alejandra, su voz mezclada entre pánico y risa nerviosa.

"¿Qué? ¡Pero si apenas terminamos de comer!", exclamó Isabela. "Estos niños tienen más prisa que un político en campaña."

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⏰ Última actualización: Jun 25 ⏰

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