16 - Renovados, Pero No Felices

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Ya de regreso en Bogotá, Rafael y Alejandra caminaban de la mano por los pasillos del aeropuerto, sumergidos en sus pensamientos sobre el increíble y renovador viaje que acababan de experimentar. Se sentían llenos de felicidad, contentos por regresar a su querida Colombia, cuya familiaridad les brindaba un cálido recibimiento.

Al abandonar el área de inmigración, se encontraron de frente con una figura del pasado de Alejandra: Marcela Márquez, una compañera de universidad, descendiente de una de las familias más prestigiosas y adineradas del país. Alejandra, al percatarse de la presencia de Marcela, intentó esquivar un encuentro incómodo y, consciente de la disparidad social entre Marcela y Rafael, procuró apresurar el paso junto a él. Sin embargo, su nerviosismo la delataba.

A pesar de su esfuerzo, la situación tomó otro rumbo cuando Marcela reconoció a Alejandra y la llamó con entusiasmo: "¡Alejandra, amiga!" Se acercó a ellos con una sonrisa, obligando a Alejandra a detenerse y enfrentar el momento, soltando involuntariamente la mano de Rafael.

Rafael, confundido por la repentina tensión en Alejandra, observó la interacción entre las dos mujeres. Marcela, con su porte elegante y una sonrisa radiante, saludó efusivamente a Alejandra. "¡Alejandra, amiga, cuánto tiempo sin verte! ¿Cómo has estado?" exclamó con una voz que resonaba con alegría y sorpresa.

Alejandra, incómoda, respondió con cortesía. "Hola, Marcela, sí, ha sido mucho tiempo. Estoy bien, gracias," dijo, evitando mirar a Rafael, quien se quedó parado a un lado, observando la escena con curiosidad y una ligera preocupación.

Marcela, notando la presencia de Rafael, extendió su mano con gracia. "Y usted debe ser...?" preguntó, esperando una presentación.

Alejandra, sintiéndose atrapada entre dos mundos, presentó a Rafael con cierta vacilación. "Él es Rafael, mi... amigo," dijo, eligiendo la palabra "amigo" en lugar de "pareja" o "esposo", una decisión impulsada por el miedo a ser juzgada o mirada con desdén por su antigua conocida.

Rafael, sorprendido por la presentación, extendió su mano con firmeza y calidez. "Un placer, Marcela. Rafael Mendez," se presentó, su voz llevando un tono de confianza y respeto.

Este incidente resultó ser un golpe contundente para Rafael, quien se sintió relegado y menospreciado.

Marcela, con una sonrisa diplomática, intercambió unas palabras más, preguntando sobre el viaje y comentando sobre su propia aventura por Europa. Sin embargo, la conversación fue breve. Pronto, Marcela se despidió con un "deberíamos tomar un café algún día" y se alejó, dejando a Alejandra y Rafael solos una vez más.

Alejandra, con un suspiro de alivio que no lograba ocultar su tensión, intentó reconectar con Rafael extendiendo su mano. Pero él, se resistió. Con una mirada que reflejaba una mezcla de herida y sarcasmo, confrontó a Alejandra. "No, Alejandra. Quizás se encuentre con más 'amigos' del club, o con algún cliente o conocido del estrato seis," dijo con un tono que no lograba disimular su molestia. "Mejor voy adelante, y la espero en el auto. ¿Y si quiere yo voy manejando y usted en el asiento de atrás para que crean que soy su chofer?" Las palabras de Rafael estaban cargadas de un resentimiento que no solía mostrar, y cada sílaba punzaba en el corazón de Alejandra.

Las palabras de Rafael la dejaron muda. Se sentía como si hubiera traicionado la confianza y el amor de Rafael al minimizar su relación frente a Marcela. La culpabilidad se anudaba en su estómago, consciente de que había herido a Rafael, no solo con sus palabras sino con lo que esas palabras representaban: una división en su mundo que no había podido superar.

En el silencio que los envolvió, Rafael y Alejandra continuaron su camino por el aeropuerto, cada uno inmerso en un mar de pensamientos y emociones. La distancia que antes apenas se notaba entre ellos ahora se había convertido en un abismo evidente.

"¡Rafael, espere!", exclamó Alejandra con una voz cargada de desesperación, deteniéndose bruscamente antes de llegar al auto. La intensidad y la angustia palpable en su tono hicieron que Rafael se detuviera de golpe, volviéndose para enfrentarla. Sus ojos reflejaban una mezcla de dolor y súplica. "Lo siento, Rafael. Sé que no hay justificación para lo que hice", continuo - "pero le pido que me perdone. Necesito que me entienda y que me tenga paciencia. . . Estoy tratando de lidiar con todo esto, y se que lo he herido," dijo Alejandra, su voz temblorosa y los ojos llenos de lágrimas, evidenciando la tormenta emocional que la embargaba.

Al ver las lágrimas en los ojos de Alejandra, Rafael, impulsado casi involuntariamente por sus emociones, la envolvió en un abrazo consolador. Este gesto, lleno de compasión a pesar del dolor y la rabia que sentía, tocó profundamente a Alejandra. El calor y la fuerza de su abrazo, en contraste con la frialdad de la situación, intensificaron su sentimiento de culpa. Se aferró a él, reconociendo en ese abrazo no solo el consuelo, sino también el amor y la comprensión enorme que Rafael le brindaba. Ese abrazo se convirtió en un símbolo silencioso de perdón y la posibilidad de superar juntos los obstáculos que enfrentaban.

Abrazando a Alejandra, Rafael se vio inundado por un torrente de recuerdos, que suavizaron la rigidez de sus emociones. Revivió vívidamente el día en que formalizaron su relación, aquel en que Alejandra publicó una foto de el en sus redes sociales, marcando un acto de amor audaz y abierto. Recordó cómo ella, con una mezcla de firmeza y ternura, le había dicho: "No lo voy a esconder. Y quiero que todo el mundo lo sepa... Quiero presumirlo." Este recuerdo, tan lleno de amor y orgullo, contrastaba dolorosamente con la situación presente, pero al mismo tiempo le infundió la fuerza para seguir adelante.

Durante esas semanas, Rafael y Alejandra se entregaron al trabajo en la hacienda, día y noche, buscando recuperarse y cumplir con sus obligaciones. Alejandra enfrentaba una situación complicada al no poder negociar con el cliente del último contrato firmado, cuya cláusula de incumplimiento amenazaba gravemente la estabilidad financiera y el patrimonio de su familia. Lo que no sabían era que detrás de ese cliente se escondía una trama de venganza orquestada por Luciano desde la cárcel. Su objetivo: despojarlos de la hacienda y sumir nuevamente a su "princess" en la bancarrota.

A pesar de ser una época llena de desafíos, el amor que habían redescubierto se convertía en su mayor consuelo y fuerza.

Una mañana, ante la creciente presión y sin saber cómo afrontar la situación, Alejandra tomó una decisión drástica. Sin informar a Rafael ni a su familia, se vistió de manera formal y partió hacia la ciudad. En su mente, un torbellino de pensamientos y un plan que creía podría ser la solución a sus problemas, o tal vez el inicio de un nuevo capítulo en su ya complicada historia.

Final del capitulo. . .

HQLPNS - Cuando Regreses a MíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora