31 - Princess

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Era una mañana soleada cuando Rafael se preparaba para ir a su trabajo en Ramenautos. Mientras se anudaba la corbata frente al espejo, no pudo evitar notar la mirada de Alejandra.

—Qué daría por irme con usted a Ramenautos —comentó Alejandra con un suspiro, acariciando su aún plano vientre.

Rafael se volvió hacia ella y le dedicó una cálida sonrisa. Se acercó y la estrechó entre sus brazos con delicadeza.

—No, mi doctora, no es el momento —replicó con tono comprensivo—. Sumercé debe descansar y seguir con la presidencia trabajando desde la casa. No es el momento de regresar a su oficina.

Alejandra asintió lentamente. Aquel embarazo la había llenado de ilusión, pero también implicaba tomar un receso y desligarse un poco de su cargo directivo para cuidar su salud y la de sus bebés.

—Además, las cosas van bien en la empresa —prosiguió Rafael con un guiño cómplice—. ¿Qué es lo que le importa a la junta directiva y al doctor Bernal? Que se venda... Acuérdese, cerramos el contrato de hoteles Accor y fueron cuarenta camiones y el equipo de vendedores va muy bien. Piense en usted y en esos bebés que están creciendo en su barriguita.

—Tiene razón, como siempre —concedió—. Es sólo que a veces extraño estar trabajando con el equipo en Ramenautos.

Rafael la estrechó con ternura, depositando un suave beso en su frente.

El sol se ocultaba lentamente en el horizonte mientras Rafael salía exhausto del concesionario después de una agotadora jornada laboral. Se deslizó en el asiento del conductor del auto de Alejandra, permitiéndose un momento de relajación al sentir la suave brisa que se colaba por la ventanilla entreabierta. Sin embargo, su efímero instante de tranquilidad se vio abruptamente interrumpido cuando, apenas unos kilómetros después, el ensordecedor aullido de una sirena policial rasgó el aire y las cegadoras luces rojas y azules inundaron el interior del vehículo.

Con el corazón palpitando de aprensión, Rafael obedeció la orden de detenerse, orillándose lentamente. Un oficial de imponente presencia emergió de la patrulla y se aproximó con paso firme, su semblante severo presagiando problemas.

—Buenas tardes, señor. Me permite su cédula, registracion del vehículo y  licencia de conducción —exigió con tono autoritario, extendiendo la mano enguantada.

Rafael, con dedos temblorosos, entregó los documentos solicitados. El agente se retiró hacia su patrulla para verificar la información, dejando a Rafael sumido en una angustiosa incertidumbre. Tras unos minutos que parecieron eternos, el oficial regresó, su expresión aún más áspera.

—Tenemos indicios de que se están transportando drogas en un auto con las mismas características que el suyo. ¿Nos podría dar la autorización para proceder con una requisa del vehículo? —inquirió, clavando su mirada inquisitiva en Rafael.

Rafael palideció de golpe, sintiendo que el mundo se desmoronaba a su alrededor. ¿Acaso era una pesadilla? ¿Una broma cruel del destino? Miró al policía con ojos desorbitados, negando frenéticamente con la cabeza.

—Debe haber un terrible malentendido, oficial. Este es el auto de mi esposa y le puedo asegurar que es imposible que encuentre drogas aquí —balbuceó con voz trémula, el pánico filtrándose en cada palabra.

Pero el agente hizo caso omiso de sus protestas. Con un gesto de la mano, indicó a sus compañeros que se acercaran. En cuestión de segundos, Rafael se vio rodeado por un enjambre de patrullas, sus luces luminosas e intermitentes tiñendo la escena de un rojo y azul siniestro.

—Señor, por su propia seguridad, salga lentamente del auto con las manos en alto —ordenó uno de los policías, su arma reglamentaria apuntando directamente al pecho de Rafael.

HQLPNS - Cuando Regreses a MíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora