23 - En La Sala De Juntas

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Como de costumbre, durante el comienzo del mes, Alejandra tenía programada una reunión con su equipo de ventas. Aquella mañana, llegó con retraso al concesionario. Isa intentó captar su atención en la recepción, pero Alejandra, apresurada y con la mente en otra parte, le indicó que hablarían más tarde y continuó su camino hacia la sala de juntas sin detenerse.

Al empujar las puertas de la sala, Alejandra se detuvo abruptamente, sus ojos se abrieron de par en par ante la vista inesperada. Sentado allí, con una presencia que llenaba la habitación, estaba Rafael. Vestido impecablemente con un traje azul marino, camisa blanca, y una corbata elegantemente anudada.

Por un momento, el mundo exterior se desvaneció, dejando a Alejandra y Rafael suspendidos en un vacío cargado de historias pasadas y sentimientos no resueltos. Rafael, al notar su entrada, se puso de pie con una mezcla de nervios y coraje en su mirada. La sala, usualmente un hervidero de actividad y conversación, cayó en un silencio denso, con los asistentes de la reunión capturados como testigos de este encuentro cargado de emoción.

Con cada paso que Alejandra daba hacia adelante, el eco de sus movimientos resonaba en el silencio tenso de la sala. Su mirada, intensa y llena de preguntas, se posó directamente en Rafael. "¿Qué hace aquí este señor?" inquirió con una voz que vibraba con la sorpresa y la incredulidad, llenando el espacio entre ellos con una carga emocional palpable.

Rafael, por su parte, se encontró en una encrucijada de emociones, pero logró responder con una calma que apenas disfrazaba el torbellino interior que lo consumía. "Buenos días Doctora... Permítame presentarme," dijo, con voz de desafío. "Soy su nuevo vendedor." Sus ojos, reflejando una mezcla de seriedad y protesta silenciosa, buscaron los de Alejandra, anhelando transmitir todo lo que estaba sintiendo.

Alejandra, con una energía que reflejaba tanto su frustración como su determinación, se dirigió a su gerente comercial. "¡Marta Patricia!" exclamó con firmeza, su voz dejando poco espacio para el debate. "La necesito en mi oficina, ¡YA!"

Con esa orden, salió de la sala de juntas como alma que lleva el diablo, su salida marcada por el sonido estruendoso de la puerta al cerrarse con fuerza detrás de ella.

Alejandra, con una mezcla de incredulidad y enfado, confrontó a la Generala en su oficina. "¿Qué significa esto, Marta Patricia? ¿Por qué contrató a Rafael sin consultarme?"

Marta Patricia, intentando infundir calma en la situación, le sugirió, "Doctora, le aconsejo que se calme."

La respuesta solo sirvió para avivar el fuego. "No me diga lo que tengo que hacer. Le hice una pregunta."

"Porque Rafael es un gran vendedor y un gran amigo. Cualquier concesionario estaría feliz de contar con semejante vendedor."

"Despídalo."

"¿Como así? No doctora eso no se va a poder."

"¿Va a desafiar una orden directa de su jefe? Una orden de la presidenta de la empresa."

"Pues si doctora. Aquí las dictaduras patriarcales se terminaron. O le tengo que recordar que existe un sindicato. Y el sindicato tiene la autonomía de decidir sobre las contrataciones y despidos, siempre y cuando haya una vacante disponible. Usted dio el visto bueno para incorporar a un nuevo vendedor, y Rafael fue seleccionado," explicó Marta Patricia con determinación.

"¿Y usted cree que esta es la manera correcta para que el sindicato tenga una buena relación con la empresa?"

"De parte del sindicato, siempre hemos tenido una disposición abierta y colaborativa. La actitud confrontativa surgió por su parte, al exigir el despido de un integrante del sindicato sin justa causa."

"La justificación es que estoy casada con ese señor, y como los chismes vuelan en Ramenautos, me imagino que ya todos saben de que estoy en proceso de divorciarme de él."

"Sí, por ahí va rodando ese chisme... nos sorprendió bastante."

"Por lo que sea. Usted debería saber que los estatutos de la empresa prohíben las relaciones románticas o noviazgos entre sus empleados."

"Ah, ahí hay un malentendido, doctora. La política de la empresa prohíbe las relaciones entre empleados y sus subalternos directos. Pero no se preocupe, Rafael no es su subalterno directo. La jefa de Rafael soy yo."

"Muy bien, Marta Patricia. Pero que quede claro, esto no se queda así. Estaré pendiente de cada acción de los vendedores y del sindicato. No les voy a dejar pasar ni una."

"Doctora, tranquila. Usted enfóquese en su trabajo y déjenos a nosotros manejar el nuestro." Y con esas palabras, Marta Patricia se retiró de la oficina presidencial.

Justo después de salir de la oficina, Rafael se encontró con Marta Patricia en el pasillo. Con un tono preocupado, preguntó, "¿Qué dijo la doctora?"

Marta Patricia, con una mirada seria, respondió, "Rafael, nos metimos en la grande, y estamos arriesgando todo lo que habíamos avanzado con la doctora. ¿Realmente está seguro de esto? La doctora está furica, fuera de sí... esta que mata y come del muerto., se lo advierto, no puede soportar la idea de tenerte aquí."

Después de tranquilizar a Marta Patricia con un "Tranquila, Generala, que yo me encargo," Rafael se dirigió con paso firme hacia la oficina de presidencia, entrando sin vacilar.

"¿Quién le dio permiso de entrar así en mi oficina? ¡Salga! Y cualquier cosa que tenga que decirme, puede hacerlo a través de mi abogada o su jefe... entre usted y yo no hay nada que hablar," exclamó Alejandra, visiblemente exaltada.

Con cada palabra, Rafael vertía el peso de sus emociones, cada frase cargada con la intensidad de su sentir herido y su resolución indomable. "Escúcheme bien, doctora, porque esto que está haciendo, esconderse detrás de abogados para hablar de divorcio, es una cobardía que jamás imaginé de usted. . .Y si, me dolió, y no solo por el amor que nos tuvimos, sino porque creí merecer al menos un gesto de humanidad, un adiós digno, por todo lo compartido, por cada sacrificio, por cada sonrisa y lágrima que nos dimos mutuamente."

Alejandra, sumida en un mar de pensamientos y emociones encontradas, escuchaba en silencio, la mirada fija en el hombre que amaba., pero que fingía odiar.

Rafael, con la voz temblorosa pero firme, prosiguió, "En cuanto a mi posición aquí, en Ramenautos, voy a ser claro y preciso: mi lugar me lo he ganado con esfuerzo y dedicación, por lo que logré conseguir como el vendedor que fui y como gerente comercial. ..Estoy aquí para probar que valgo mucho, para ganar plata, para poder levantar a la hacienda de sus cenizas, y lo haré por Milena, y por el respeto que le tengo a Don Benjamín, no por usted,. ..mis amigos me apoyan, mis compañeros me respetan, y no me iré. Nuestros conflictos no tendrán cabida en mi trabajo. Estoy aquí para quedarme, para trabajar, para reconstruir desde los escombros de lo que una vez fue nuestro mundo compartido."

Las palabras de Rafael resonaban en la oficina con la fuerza de un compromiso irrompible, una promesa a sí mismo más que a Alejandra, marcando un nuevo capítulo de su vida, uno donde él dictaba los términos de su futuro, sin sombras del pasado que lo detuvieran.

Al cerrarse la puerta tras la salida de Rafael, Alejandra se encontró envuelta en un mar de emociones contradictorias. La intensidad de su encuentro con Rafael había removido sentimientos los cuales quería enterrar, y la cercanía forzada por el trabajo prometía ser un desafío a su resolución de distanciarse. A pesar de su intención de alejarse para curar las heridas y seguir adelante, la realidad de tener a Rafael tan cerca, verlo y compartir el mismo espacio día tras día, se perfilaba como una verdadera prueba a su fortaleza emocional. La fuerza del amor que aún sentía por él era innegable, vibrante y palpitante, un recordatorio constante de lo que había perdido y lo que aún, en lo más profundo de su ser, deseaba conservar. La presencia de Rafael no solo revivía el dolor de su separación, sino que también reavivaba la llama de un amor que, contra toda lógica, se negaba a extinguirse.

Final del capítulo...

HQLPNS - Cuando Regreses a MíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora