Rubí.
Londres, Inglaterra.
Año 2006.
Las lágrimas que comienzan a correr con fuerza por mis mejillas parecen no detenerse con absolutamente nada. Mi pecho se contrae a cada sollozo y la fuerza que ejerce mi padre al tomarme del brazo me hace llorar con más fuerza de la posible.
—¡Cállate! —ordena en un grito que me eriza la piel entera. Me arroja al suelo y el golpe impacta en la mitad de mi cuerpo, logrando que un inmenso ardor y dolor me recorra de arriba a abajo—. ¡Deja de llorar!
Ordena, con sus ojos verdes mirándome, llenos de odio y llenos de un enojo que me hace temer de él porque la mirada que me está dando es la misma mirada que siempre le daba a ella cuando su paciencia se agotaba y la golpeaba.
—Quiero ir a casa —suelto en un susurro, temiendo de su reacción.
Mi padre suelta una carcajada llena de ironía.
—Ya no existe un hogar, Rubí —comienza a acercarse a mí—. Tu madre destruyó nuestro hogar —se inclina de cuclillas hasta mí, me arrastro por el piso, alejándome de él.
—No es cierto —susurro, con la imagen de mi madre que llena mis pensamientos. Mis ojos arden con intensidad cuando recuerdo que ella ya no está aquí, él me la arrebató.
—Tu madre quería alejarte de mí, mi amor —toma uno de mis rizos y lo jala para después soltarlo, logrando que este regrese a su forma natural de inmediato. Como un resorte—. ¿Crees que yo podía permitir que me arrebaten a mi primogénita? —limpia las lágrimas que corren por mis mejillas—. Eres lo único que me queda, Rubí. Tú madre no iba a quitarme esto.
Oculto mis manos cuando da un paso más hacia mí. Me abrazo a mí misma y entre sollozos oculto mis manos dentro de mi chamarra. No me gusta no tener mis guantes.
—¿Puedes darme mis guantes? —pregunto entre tartamudeos, los ojos de mi padre coinciden con los míos—. Por favor —susurro.
Mi padre ladea la cabeza, noto como sus ojos van hasta mis manos ocultas.
—Tus cicatrices son lo que te diferencian del resto, Rubí —sisea él, como si esto fuera un orgullo.
—No me gustan —mi voz se rompe al terminar la oración.
Toma mis manos de manera brusca, se lanza sobre mí y logra liberar mis manos, mostrándolas y haciendo que me retuerza cuando planta ambas manos entre los dos.
—¡Mírate! —ordena—. ¡Mira esto!
Mis ojos verdes bajan hasta mis manos. El llanto incrementa cuando recuerdo a mi madre conmigo, besando cada cicatriz y haciendo que el dolor desaparezca. Mis lágrimas se vuelven más cuando la recuerdo regalándome mi primer par de guantes.
ESTÁS LEYENDO
INCONTROLABLE DESEO
RomansRubí Dagger, una de las mejores asesinas europeas, con piel de perlas, ojos de esmeralda y cabello de rubíes. Una manipuladora e insensible de pies a cabeza. Fría, cruel y despiadada. Mason Windsor, el mejor coronel dentro del Ejército Militar de Él...