Capítulo I - ¿Inicio del cuento de hadas?

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Una noche fría y que no da vía al optimismo o al positivismo. Después de recibir la noticia que la haría tomar la decisión de cambiar por completo su vida, Amelia se sentó, con un cigarro, su amiga y miles de recuerdos y sueños destrozados. Nunca pensó que éste día llegaría, el día en que Rodrigo le pidiera definitivamente el divorcio para unirse con su amante.

Esa noche Amelia decidió que ya no permitiría que nada ni nadie se adueñara de su ser, que nadie ocuparía sus pensamientos y que nadie gobernaría su vida.  Por años había permitido que todos a su alrededor y todas las circunstancias decidieran por ella sobre qué era mejor para su vida, sin importar sus sueños, sus deseos, sus anhelos, pero no más.  Una cadena al estar mucho tiempo puesta se vuelve parte de tu ser, parte de tu cuerpo al punto en que ya no la sientes y no te molesta.

La cadena de Amelia acababa de destrozarse, destrozando con ella parte de su vida, parte de su existencia y parte de su alma, porque eso es lo que hacen las cadenas al caerse, dejan una herida abierta, una herida que luego se convierte en cicatriz y te recuerda día a día a lo que estuviste atada y aferrada tanto tiempo.  Pero cuando la herida sana y queda solamente la cicatriz te das cuenta que ese dolor que sentías no te mató, simplemente te dejó una enseñanza, un recordatorio para que en el futuro no vuelvas a permitir que nadie te imponga una cadena.

Amelia y Rodrigo se habían conocido en la Universidad, ella estudiante de arquitectura, él de economía. Se conocieron una noche cálida, entre copas y amigos, entre felicidad efímera y apariencias perfectas.  Fue uno de esos encuentros que se pueden confundir con amor a primera vista, de esos que se dan fortuitamente, cuando confundes el amor por atracción.

Al principio ella pensó que él era un fanfarrón, mentiroso, arrogante y mujeriego; no se equivocaba, pero se daría cuenta que su instinto inicial era acertado después de 8 años de matrimonio, mentiras, engaños, manipulaciones y falsedades.

Como todo hombre de mundo y conocedor de las artes de seducción, Rodrigo se dedicó esa noche a envolver a Amelia en sus redes, unas redes de las cuáles le costaría mucho desprenderse, redes que la harían descender al abismo de los peores sentimientos que puede albergar el ser humano. Después de ser todo un caballero, de pagar la cuenta, de demostrarle sus habilidades en el baile y la galantería logró cambiar un poco la percepción de Amelia.

Tres citas y un mes después Amelia estaba rendida a sus pies, pensaba que era el hombre indicado para hacerla feliz, sin darse cuenta que lo que ella necesitaba para ser feliz era amor propio, auto valoración y respeto; cualidades que había perdido hacía ya algunos años después de tener un tórrido romance con un hombre casado.

Dos años después Amelia se sorprendió cuando una noche Rodrigo le propuso matrimonio. Todo fue perfecto, había vino, violines, rosas, el novio "perfecto" y un anillo capaz de quitar el aliento. Nunca se dio cuenta que para él, ella no era nada más que el accesorio ideal para coronar su exitosa vida, una adquisición más que él necesitaba para aparentar una vida envidiable.

Rodrigo pidió casi demandando a Amelia que renunciara a su trabajo, un trabajo que acababa de conseguir en un prestigioso estudio de diseño.

-Estamos por empezar una nueva etapa de nuestras vidas y yo puedo darte todo lo que necesites, no hay razón para que tú trabajes, es mejor que te quedes en la casa ya que serás mi esposa y cuando tengamos hijos ellos necesitaran de tu constante cuidado y atención.

-Entiendo tu punto Rodrigo, pero me gusta mi trabajo, estudié y me esforcé mucho para poder terminar mi carrera y encontrar este trabajo, en el momento en que tengamos hijos gustosamente renunciaré, pero creo que en este momento no hay razón para que yo me quede en la casa todo el día sin nada que hacer.

-Sabes que en mi familia las mujeres no trabajan, quiero poder llegar a la casa y encontrarte allí todos los días esperándome relajada y tan bonita como siempre para que podamos disfrutar de nuestro matrimonio. Si trabajas estarás estresada, cansada, sin ganas de hablar; hazme caso, lo mejor para nosotros en este momento es que renuncies y te dediques a ésta nueva etapa de tu vida, también recuerda que los preparativos de la boda consumirán tu tiempo y no harás bien ni una, ni la otra.-

Y sin más reproches Amelia aceptó la proposición de su futuro esposo. Tiene razón, se trató de convencer, ignorando esa pequeña voz que gritaba e imploraba que no le hiciera caso. Como bien dicen, "La ignorancia es la madre de todos los males", y Amelia era toda una ignorante en no permitirle a Rodrigo que la manipulara para que él consiguiera salirse con la suya y amoldarla a la forma errónea y retorcida que él tenía de una esposa.  Después de todo eso era lo que le habían implantado desde pequeña, entonces ¿porqué iba ella a rechistar la solicitud de su futuro esposo? Era el hombre perfecto, o eso parecía...

ALAS ROTASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora