Capítulo VII - Despertar de los sentidos

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Al salir vio a Diego, recostado en el coche. Al verla sonrió y se acercó a ella, la abrazó por la cintura y sin decir una palabra le dio un beso en los labios. Suave, rápido y tierno pero con una pasión que hizo a Amelia estremecer. Ella no pudo decir nada, solamente se sonrojó.

Al subir al coche él le dijo: -Te veías muy hermosa hoy por la tarde, no sé qué pasó entre tu ex esposo y tú pero eso me dio la oportunidad de conocerte y tenerte a mi lado esta noche, te agradezco por haber aceptado mi invitación.-

Amelia estuvo tentada a contarle todo lo que había sucedido pero sabía que eso bajaría considerablemente su estado de ánimo así que solo sonrió y tomó su mano. En el trayecto charlaron de diversos temas, rieron y pasaron un momento muy ameno; momentos como los que Amelia no había pasado desde hacía muchas lunas.

Llegaron a la fiesta y Amelia al principio se sentía un poco incómoda entre tantas personas tan jóvenes, por un momento pensó en pedirle a Diego que la llevara a su casa pero decidió quedarse, no permitir que algo tan superficial y efímero como la edad la llevara a encerrarse a su casa y amargarse.

Charló con las amistades de Diego, reía de los disparates que muchos de ellos decían y hacían, bailó, bebió y pensó que era una de las noche más felices de su vida. Al filo de la medianoche recibió una llamada; era Rodrigo... Después de cinco segundos decidió contestarle... -Aló Rodrigo, ¿qué deseas? Estoy en una reunión y no puedo hablar mucho.- Rodrigo al escuchar la música, las risas, el tono de voz tan vibrante de Amelia no pudo más que sentir rabia, desolación, celos y todos esos sentimientos que nos carcomen por dentro y matan nuestra alma poco a poco.

-¿Todavía no has regresado a tu casa? Recuerda que eres una señora y no es bien visto que estés por allí a altas horas de la noche haciendo quien sabe qué, te pido que regreses lo antes posible, estoy preocupado por ti, en estos momentos estás vulnerable y no quisiera que ese joven se aproveche de ti.-

Amelia escuchó pacientemente a Rodrigo, esperó que terminara de dar sus órdenes y sólo le contestó: -Te recuerdo por última vez que soy tu ex esposa desde ésta tarde, no me puedes decir qué hacer o qué no hacer, el poder que pudiste tener sobre mí lo perdiste hace ya mucho tiempo.- Y sin darle oportunidad de contestarle o reprocharle colgó.

Rodrigo se encontraba en la sala del apartamento de Sofía. La desesperación y frustración lo invadieron... Somató la pared, proliferó unas cuantas groserías y se sentó en el sofá nuevamente. Sofía al escuchar el alboroto se despertó. –¿Pero qué te pasa? ¿Por qué haces tanto alboroto? Te recuerdo que estoy durmiendo y me has despertado. Desde que regresaste de tu cita en la tarde has estado insoportable y yo no voy a soportar tu mal carácter, no soy tu ex esposa que soportaba todo lo que tú quisieras hacerle.-

Rodrigo la vio y solamente le respondió: -Definitivamente no eres ella, en eso estamos de acuerdo.- Y se marchó.

Mientras la pelea se desarrollaba en el apartamento de Sofía, Amelia regresaba a su casa con Diego, al estacionarse Diego la tomó por sorpresa y le dio un beso de esos que hacen despertar hasta el último poro y la última célula del cuerpo, tomó su rostro entre sus manos, acarició sus cabellos, mordió su labio inferior. Amelia se sentía agitada, excitada y con un deseo carnal por Diego inmenso.

Lo invitó a subir a su apartamento. Entraron y al cerrarse la puerta Diego la volvió a besar, la tomó entre sus brazos y la recostó en el sillón, se quitó la camisa y Amelia pudo ver lo que hasta hace poco solamente podía imaginarse. Un cuerpo escultural, pectorales, brazos y abdomen bien definidos que denotaban mucho ejercicio, sintió hervir sus entrañas.

Se recostó sobre ella y la besó con deseo, recorrió su cuerpo sobre la ropa, luego le retiró la blusa y el pantalón. Exploró su cuerpo con sus labios, cada centímetro, cada rincón. Ella se sentía viva nuevamente y se entregó completamente al deseo.

ALAS ROTASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora