Capítulo XII ¿Cómo seguir?

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La lluvia había cesado, también las lágrima de Amelia.  Lentamente se puso de pie y comenzó a caminar, sin mucho ahínco.  Se sentía vacía por dentro y al mismo tiempo completamente llena.  Vacía de culpas, vacía de reproches, vacía de sentimientos negativos.  Llena de fortaleza, llena de amor, llena de paz.

Entró al automóvil, encendió la radio, escogió una estación de música tranquila que fuera acorde al momento, nada triste, nada arrollador.  Emprendió el camino y mientras se iba acercando a casa su paz comenzó a tornarse en temor, porque la fortaleza se mantiene en un estado constante de cambio e inestabilidad, a veces nos inunda y otras nos abandona, sin previo aviso.

Sentía temor de enfrentar a Diego, de decirle que a pesar de que lo amaba no podía seguir con los planes establecidos, temor de lastimarlo al punto que la abandonara, temor de no volver a sentir sus labios, su piel, su sudor, su aroma...

Entró al apartamento y allí estaba él, sentado en un sillón con la mirada perdida, con un cigarrillo en una mano y una cerveza en la otra, totalmente absorto en sus pensamientos, en sus propias dudas, en su dolor.  Amelia lo observó por un corto tiempo y se dio cuenta que él ya sabía o intuía lo que pasaría a continuación.

-Hola- murmuró Amelia

-Hola, he llamado a tu madre para preguntar por ti porque estaba preocupado, me contó que habías salido del restaurante sin explicación, me alegra que estés bien- contestó desanimado sin quitar la vista del horizonte.  Seguidamente añadió -No hay problema alguno en cancelar la boda si así lo deseas, nunca fue mi intención precipitar las cosas, simplemente me enamoré.-

Amelia se acercó a él, tomó su rostro entre sus manos y lo obligó a verla a los ojos; necesitaba explicarle, necesitaba disculparse, necesitaba que él entendiera el porqué de su cambio, necesitaba que no se alejara, que no la dejara rota, que no la dejara sola.

-Yo también estoy enamorada, no estás solo en este sentimiento, pero no puedo entregar lo que esperas que entregue, no puedo lanzarme sin paracaídas como lo estás haciendo tú, no estoy preparada para dar este gran paso...-

-Nunca te pedí que entregaras más que tu corazón, nunca pedí que renunciaras a tu esencia, de eso me enamoré, nunca te pediría más de lo que yo estoy dispuesto a entregar, no soy Rodrigo y nunca lo seré.  Esperaba que éste tiempo juntos y mi entrega total a ti bastaran para mostrarte que no todas las relaciones terminan mal, esperaba que mis besos y amor sanaran un poco tus heridas pero me doy cuenta que no fue suficiente, no fui suficiente.-

Al decir esto Diego rompió en llanto, como un niño pequeño que ha perdido lo más preciado para él, un niño que no encuentra consuelo ni en la tierna caricia de su madre.  Estaba totalmente destruido, sentía como si le hubiesen arrancado una parte de su alma, lo único que deseaba era que Amelia no se alejara, no lo alejara, que se casaran y pudieran compartir el resto de sus vidas juntos.

Pero Amelia no podía ceder una vez más, no quería, no tenía las fuerzas necesarias para hacer algo que no sentía fuera lo mejor para ella en ese momento.  

-Diego, gracias a ti el peor momento de mi vida se convirtió en una nueva oportunidad, el que debería haber sido el momento más difícil de mi vida se convirtió en una ilusión hermosa y de eso nació el amor que te tengo, pero no me permití pasar por el duelo necesario, no me permití descubrir qué me había llevado a dejarme pisotear y maltratar, no me di tiempo de sanar y eso no tiene nada que ver contigo, tu me podías acompañar en el proceso pero como un amigo, no podías ser parte ni causa de mi sanación porque no eras tú el lastimado, era yo y el cambio debía surgir de mi interior de lo contrario sólo sería un placebo.  Te amo muchísimo pero no quiero casarme, y aunque me duele lastimarte no lamento mi decisión, es lo que quiero, es lo que necesito.  Si crees que puedes permanecer a mi lado de ésta forma sería muy feliz pero si no, lo entendería completamente, no quiero que me obligues a hacer algo que no quiero por lo que yo no quiero obligarte a permanecer en una relación que no es lo que tú esperas o como tú la deseas, eres merecedor de un amor tan apasionado y entregado como el que estás dispuesto a dar y por el momento yo no te puedo ofrecer eso.  Te puedo ofrecer estar a tu lado, amarte, comprenderte, acompañarte, pero con medida, con cautela, pensando en mi bienestar antes que en cualquier otra cosa porque lo necesito.

Diego no sabía qué contestar o qué sentir, no sabía si existían palabras en este mundo que pudieran lograr convencer a Amelia que él la amaba con una magnitud extraordinaria, la respetaba muchísimo y quería estar a su lado a toda costa, pero su lado egoísta no podía aceptar que ella lo amara menos de lo que él la amaba.  

Y es que por muy buenas personas que seamos, por muy puros que creamos que son nuestros sentimientos siempre somos egoístas, unos en mayor cantidad que otros, pero todo tenemos un lado egoísta; queremos más si nos quieren más, entregamos más si nos entregan más, no podemos amar sin medida si sabemos que la otra persona no lo hace, no nos podemos entregar de una forma absoluta si sabemos que la otra persona no está dispuesta a hacer lo mismo, y tal vez eso no sea tan malo porque una relación es de dos personas, y no es justo que una siempre de más que la otra, no es justo que una se desviva en atenciones mientras la otra sólo las recibe, no es justo que no pensemos en nosotros y en lo que nos hace felices antes que en lo que hace felices a los demás.  Pero éste no es un mundo justo... y a veces para tener a la persona que amamos a nuestro lado pensamos que debemos sacrificar lo que sea necesario, incluso anularnos a nosotros mismos, sin darnos cuenta que nunca podremos amar de una forma sana sin antes amarnos a nosotros mismos, y eso muchas veces significa perder a esa persona; muchas veces ese es el precio de ser fieles y leales a nosotros mismos, la soledad...

-No puedo Amelia, lo lamento, mi meta es ser feliz a tu lado pero quisiera que tú fueras enteramente feliz conmigo sin medirte ni restringir tus sentimientos, perdóname por no poder comprenderte y por no aceptar tus condiciones, perdóname por tener que irme...

Al decir esto Diego se levantó, besó a Amelia y se dirigió a la habitación.  Una vez más Amelia quedaba sola, sintiendo toda la tristeza que existe en el universo, por un momento quiso detener a Diego, pedirle que intentaran hacer que funcionaran las cosas a un paso que los dos se sintieran cómodos pero sabía que para Diego era todo o nada y ella no podía ceder una vez más, por mucho amor que tuviera hacia él, por mucho dolor que su partida le causara, por mucho temor que le causara el pensar estar sola, no importaba nada, ésta vez sería fiel a ella misma, velaría por ella y si Diego no podía aceptar eso estaba en todo su derecho, tal vez era mucho lo que ella le pedía y él ya había entregado todo lo que poseía.

ALAS ROTASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora