Maegor II detestaba la mera idea de bastardos existiendo en el linaje puro de los Targeryen, la idea de un hijo nacido fuera del matrimonio lo horrorizaba tanto como a su madre.
Sin embargo después de tantos años, cuando sus ojos se posaron en Luce...
El príncipe Daemon mantuvo su mirada severa sin flaquear ni si quiera un segundo, con su gran mano sobre la mía recorriendo con la yema de sus dedos el dorso de la misma a medida que los tres observábamos como el maestre trabajaba en el ojo del pequeño bastardo Strong. Mi madre, aun oculta tras el príncipe canalla, intercalaba mi peso de un brazo a otro, negándose a dejarme de nuevo en el suelo, desprotegido.
Por mi parte me limite a observar todo con los ojos abiertos de par en par, notando como el maestre por fin lograba retirar el filo de la daga de la suave zona del ojo de Lucerys, apresurando a presionar un paño húmedo contra la zona cuando la sangre empezó a brotar brillando contra la luz de las velas y contra la hoja de acero negro.
—Gracias Daemon—.Dijo mi madre en medio del silencio sepulcral, acariciando con su mano libre mi espalda sudorosa. Mi medio hermana levanto el rostro atenta al intercambio, sin embargo, después de unos segundos en el que el príncipe Daemon no pronuncio ni media palabra, la princesa Rhaenyra volvió el rostro hacia su hijo, apretando la pequeña mano entre las suyas— No se que abría hecho sin tu intervención.
Mi tío soltó un suspiro a la vez que volvía el rostro para contemplarnos, yo le ofrecí una sonrisita que lo hizo agarrarme con un poco mas de fuerza.
—No lo hice por ti Alicent—.Hablo el príncipe Daemon, su rostro reflejaba indiferencia y rechazo hacia mi progenitora.
—Jamás creí eso—.Mi madre respondió con la misma indiferencia, cambiándome de nuevo de brazo cuando mi peso empezó a molestarla de nuevo—Se muy bien por quien lo hiciste.
—El príncipe Maegor es un jinete extraordinario, la conexión que tiene con su dragón es una con la que Aegon el conquistador solo podría fantasear—. Y entonces a medida que hablaba, pude sentir cierta calidez en mi pecho, una que pude identificar como orgullo— Él y la dragona Saskia son uno solo, ella ruge las palabras que él no puede decir.
—¿ves eso Maeg?—.Mi madre me apretó entre sus brazos presionando su mejilla contra la mía— Eres un excelente jinete.
—Y esa es la razón por la que intervine, seria una tragedia que esa conexión fuese sepultada el día de hoy—. Dijo el príncipe Daemon—Además, Caraxes y yo vimos a Saskia esta tarde en el funeral, no creo que a la dragona le hubiese gustado que algo le pasara s su jinete.
