CAPÍTULO 1

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Era sábado por la mañana, habías conseguido que el día anterior tus padres te ayudaran a mudar tus cosas de su casa. Tu mamá no estaba feliz por la idea, fue un mar de llanto cuando le contaste que habías encontrado una nueva casa donde vivir, en cambio tu papá, siempre más liberal, dijo que ya estabas lista.

Hacía ya varios años que habías emprendido tu búsqueda de un hogar nuevo, ya empezaba a incomodarte la idea de tener que pasar toda tu vida en la casa de tus padres. Tu papá había accedido a sacar un préstamo en su nombre para que pudieses financiar una casa. Unos cuantos años más de ahorro y ¡Vualá!, aquí estabas.

La casa era linda, por dentro y por fuera, el vendedor había insistido en que te quedaras con los muebles que aún residían en la casa. Raro, sí, pero había salido tan considerablemente barata que no te importaba lo raro del asunto. De igual manera sólo eran unos cuantos muebles viejos y una cama, muy bien cuidada, que se encontraba en la habitación principal.

-Estoy exhausta- exclamaste. Tenías toda la mañana limpiando, acomodando, desempacando- Puedo tomar un descanso-

Dejaste todo de lado y saliste un momento al patio trasero, era pequeño, pero muy lindo, el dueño anterior parecía ser un amante de las plantas, estaba tan bien decorado que parecía un rincón sacado de un cuento de hadas. 

El césped estaba perfectamente cuidado. A lo largo de los bordes del jardín, una variedad de flores de vivos colores creaban un mosaico vibrante, mientras que arbustos bien podados proporcionaban estructura y privacidad.

Una pared encalada al fondo estaba adornada con una ventana falsa, enmarcada con hierro forjado. Sobre la pared, colgaban pequeños adornos de cerámica.

Cerca de los lirios, un banco de hierro, cubierto parcialmente por enredaderas y rodeado de flores, ofrecía un lugar perfecto para descansar y disfrutar de la belleza del jardín.

-Que lindo lugar- pensaste mientras te sentabas en el banco- me pregunto cómo habrá sido el dueño anterior, seguro eran unos viejitos- lo creías así porque no podías imaginar que alguien más pudiese tener un gusto tan rustico y acogedor.

Te recostaste en el banco, cerrando los ojos por un momento y permitiendo que el sol cálido acariciara tu piel. El aroma de las flores te envolvía. Sentiste una paz que hacía mucho tiempo no experimentabas.

Entonces, una suave brisa te acarició el rostro, y te invadió una sensación extraña, como si alguien te estuviera observando. Abriste los ojos lentamente y miraste a tu alrededor. No había nadie, sacudiste la cabeza, convencida de que solo era tu imaginación.

Estuviste unos minutos más ahí, hasta que regresaste al interior de la casa y decidiste limpiar un poco más. Había una pequeña bodega debajo de las escaleras, que probablemente tenía un montón de cosas que no te servirían. Abriste la puerta y sólo habían cajas empolvadas y una guitarra vieja, pero parecía estar en buenas condiciones. La tomaste y deslizaste tus dedos sobre las cuerdas, haciendo que un montón de polvo se elevara y produjera un sonido sordo.

-A quién engaño, ni guitarra sé tocar- reíste y la dejaste a un lado, apoyándola contra la pared.

Te inclinaste sobre una de las cajas y comenzaste a abrirla. Dentro había una colección de libros antiguos, algunos en buen estado y otros con las páginas amarillentas por el paso del tiempo. Pasaste tus dedos sobre las cubiertas, leyendo los títulos con curiosidad. Eran en su mayoría clásicos de la literatura, y algunos parecían bastante raros. Cada vez más convencida que eran viejos los antiguos dueños.

Mientras explorabas, encontraste un álbum de fotos, con las esquinas desgastadas y un broche oxidado que ya no servía. Lo abriste con cuidado, descubriendo páginas llenas de fotografías en color y algunas en blanco y negro. Las imágenes capturaban momentos de hace pocos años. En la mayoría de ellas se encontraba un muchacho, de algunos 25 o 28 años.

Era un joven de cabello castaño y alto, con una sonrisa que parecía iluminar cada fotografía. En una de las imágenes, sus ojos azules brillaban con una intensidad que te hizo sentir como si estuviera mirándote directamente. Había algo magnético en su mirada, una mezcla de tristeza y alegría que te intrigaba.

-Feliz cumpleaños Alonso, te quiere mamá- leíste en el reverso de una de las fotografías, donde se mostraba un niño pequeño junto con otros más, jugando en bicicletas. Esta foto era más vieja, probablemente era el joven castaño de niño.

-Alonso- susurraste. 

Una sensación de melancolía te envolvió mientras seguías mirando la foto. Había algo profundamente conmovedor en la imagen, la inocencia de la infancia contrastando con la tristeza que parecía rodear al Alonso adulto en las otras fotos.


GHOST // Alonso VillalpandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora