CAPÍTULO 8

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Era domingo por la tarde, habías decidido quedarte en casa y limpiar un poco. Compraste un colchón nuevo para poder dormir de nuevo en tu habitación. Probablemente eso no cambiaba nada, pero te daba un poco más de comodidad, y además llevabas días durmiendo en el sófa que ya empezaba a dolerte la espalda por las mañanas.

Mientras colocabas el colchón en su lugar, notaste que la habitación se sentía diferente, casi como si el ambiente hubiera cambiado ligeramente. Quizás era solo tu imaginación, pero te reconfortaba pensar que estabas tomando el control de tu espacio otra vez.

-Oye, ¿qué haces si me muero en este también?- bromeó Alonso mientras colocabas el colchón en su lugar.

Te sobresaltaste por un momento, no acostumbrada a la forma en que Alonso aparecía de repente y rompía el silencio. Luego, te reíste suavemente.

-Bueno, en ese caso, prometo comprarte un colchón aún mejor en la próxima vida- respondiste con una sonrisa.

Alonso sonrió, aunque una sombra de melancolía pasó por su rostro por un instante. A medida que pasaba el tiempo, comenzabas a darte cuenta de lo difícil que debía ser para él aceptar su situación.

Terminaste de acomodar el colchón y te sentaste sobre él, probando la comodidad. -Este debería ser mejor para mi espalda -dijiste con una sonrisa.

Alonso se acomodó a tu lado. Sentías su presencia de manera más sólida cada día. -Espero que te ayude a dormir mejor. Y quién sabe, tal vez hasta yo pueda descansar un poco más.

Ambos se quedaron en silencio por un momento, disfrutando de la tranquilidad de la tarde. La luz del sol entraba suavemente por la ventana, iluminando la habitación con un resplandor cálido.

-¿Quieres salir afuera?- sugeriste rompiendo el silencio.

-¡Claro!- respondió Alonso, mirándote a los ojos con una chispa entusiasta.

Ambos bajaron al primer piso. Tomaste una manta que tenías en el sofá y salieron al patio trasero. Se hacía un poco tarde, así que el sol estaba bajando poco a poco, tiñendo el cielo de colores cálidos y dorados

Extendiste la manta sobre el césped y te sentaste, invitando a Alonso a unirse a ti con una pequeña palmadita a tu lado.

-Me encanta esta hora del día -comentaste, mirando el horizonte-. Todo se siente más tranquilo, como si el mundo estuviera tomando un respiro.

-Sí, es hermoso -respondió Alonso, observando los colores cambiantes del cielo-. Aunque admito que no he prestado mucha atención a esto en mucho tiempo.

Lo miraste con curiosidad. -¿A qué te refieres?

-Supongo que estar atrapado entre dos mundos me ha hecho perder de vista algunas cosas simples pero importantes -dijo Alonso, su voz cargada de una nostalgia suave-. Como el atardecer, o la sensación de simplemente estar aquí, en el momento.

Asentiste, comprendiendo sus palabras. -Bueno, estás aquí ahora, y eso es lo que importa.

Pasaron un rato en silencio, disfrutando de la compañía mutua y la serenidad del atardecer. Volteaste a verlo de reojo; parecía estar disfrutando realmente el momento.

-Alonso... -dijiste- ¿por qué no puedo tocarte, pero tú sí puedes caminar y sentarte a mi lado?

Alonso frunció el ceño, pensativo. -Es una buena pregunta. La verdad es que no lo sé con certeza. Es como si mi existencia estuviera en un punto intermedio, no completamente aquí ni completamente allá.

Te giraste hacia él, buscando una respuesta en sus ojos. -¿Crees que algún día podré tocarte, como si fueras una persona real?

Él te miró con una mezcla de tristeza y esperanza. -Me gustaría creer que sí. Todo esto es nuevo para mí también.

GHOST // Alonso VillalpandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora