ᴏᴍɴɪꜱᴄɪᴇɴᴛ ʀᴇᴀᴅᴇʀ'ꜱ ᴠɪᴇᴡᴘᴏɪɴᴛ
Dicen a menudo que los detalles pequeños son los que hacen de la vida algo hermoso. Shin Haenul no buscaba eso, sino detalles grandes. Deseaba encontrar un mayor sentido a la vida de mierda, pero de su gusto, por...
La fatiga lo abrumaba. Estaba exhausto. Apenas y había salido de la estación subterránea una manada de rondadores, enormes cuadrúpedos similares a hienas con el doble de su tamaño, lo cazaron. Tuvo que huir preparando aparatosamente sus trampas una vez tuvo ventaja; los veinte metros de alambre sirvieron para cortarlos en pedazos en la entrada a un almacén de ropa. Los maniquíes sirvieron de distracción. Mató a los que quedaban con sus dagas acudiendo a su sigilo. Hubo un momento durante la caza en la que perdió uno de sus purificadores, siendo envenenado por la niebla mortal. Apenas y había subido unos cuantos niveles. Al final, se dedicó a jugar "divide y vencerás" con una manada de rondadores más numerosa. Ahí fue cuando descubrió el uso de sus habilidades.
Pero ya no deseaba pensar en eso.
Se hallaba llegando a la puerta de acceso de la estación, que esperaba, no fuera la equivocada, mientras llevaba arrastrando de las patas traseras el cuerpo degollado y todavía caliente del Alfa de la manada. Hacia unos días no habría podido siquiera moverlo un centímetro, pero su fuerza se había duplicado. Lo que extrañaba, era lo tanto que había durado, de manera relativa, la tranquilidad. «No debí haber pensado demasiado rápido...», se dijo para sí mismo viendo como una deforme silueta impedía el cierre de las rejas con lo que parecía ser una espina gigante.