Capítulo 2

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Despertar en habitaciones de hospital era su nueva rutina. Aburrida, considerando que podía amanecer al lado de un dulce chico de sonrisa boba, humor altamente cambiante y mirada enigmática, él escondía un par de galaxias en esos ojos achocolatados, estaba seguro.

Parpadeó cansado de abrir los ojos, casi luchando por volver a cerrarlos, lo haría si tan solo dejase de sentir ese par de dedos aferrándose con fuerza a su mano. Ni siquiera dormir le hacía sentir descansado.

Wyatt yacía derrumbado a su lado, sentado en un incómodo sofá pequeño, sosteniendo su mano, apoyando su mejilla contra el borde de la cama, cuidándolo aunque estuviese agotado igual que él. Cuando le invitó a salir no imagino todo lo que ello conllevaría, se convirtió en un dolor en el culo, le succionaba la vida a ese pobre hombre ilusionado con su amor.

Palmeó el bolsillo de su pantalón, pero ya no vestía su ropa. Envuelto en una bata de hospital, solo puso resoplar esperando que nadie perdiese sus pertenencias o alguien estaría en problemas.

Acarició sus castaños cabellos, porque las fuerzas no le daban para más. Aquel inútil corazón defectuoso le estaba matando, acabaría por entregarlo a la parca.

La puerta terminó abriéndose y uno de sus médicos entró con la misma seriedad de siempre, su profesionalismo era impecable, su doctor debió tomar alguna clase especial para ser tan frívolo, quizá ver morir a sus pacientes pulió la técnica. Él sería el siguiente, lo presentía.

— Señor Hathaway — Bernant se aclaró la garganta, su calma era una fachada practicada.

Cassian se llevó un dedo contra sus labios pidiendo silencio, su amado descansaba plácidamente. No quería arruinar su descanso.

— Susurre. Si no susurra lo sacaré de aquí — la punta de las hebras de Wyatt le hacía cosquillas, verle a él calmaba sus preocupaciones — ¿Es malo? —

El profesional se acomodó los lentes en el puente de la nariz — Entramos a una etapa avanzada, podemos seguir con la medicina, pero... —

— Seguirán sin hacer nada —

Wyatt empezó a removerse perezoso, le dolían los músculos de la espalda y el cuello tras pasar tantas horas en la misma posición. Cassian quiso mantenerlo contra la camilla, cubrió su oído con la mano, como si ello pudiese dejarlo sordo.

— ¡Cass! — Se quejó frunciendo los labios, entre confundido y enojado con su novio — ¿Qué pasa contigo? —

Bernant carraspeó llamando la atención de ambos. Conociendo a Wyatt, se acercaba una tormenta.

— ¡Doctor! — Se le iluminaron los ojos, había estado insistiendo durante toda la noche y madrugada por tener su presencia — Bien, ya está aquí. ¿Qué sigue? ¿Cuál es el siguiente paso? ¿Otro marcapasos? ¿Medicina experimental? ¿Qué haremos? —

— Señor Ainsworth, temo que... —

— Usted no teme nada, a usted no le importa realmente — La combinación del miedo, el enojo y el desvelo no eran una buena combinación para racionalizar palabras cordiales — Es mi familia quien está aquí, no la suya... Solo dígame qué sigue —

Cassian acabó por abrazarle, apoyó su mejilla contra sus cabellos y enredó sus dedos con los suyos en su mano derecha.

— Wyatt, respira cariño. Parece que vas a matar a alguien — su voz era melosa, una caricia dulce al oído. Debía controlar a su pequeño diablillo o alguien acabaría a los golpes.

— No, no me voy a calmar. Voy a ser una perra egoísta hasta el final — inevitablemente, se le empezaron a inundar los ojos de lágrimas y su voz acabó por quebrarse — no-no voy a dejar... dejar que mueras, ¿me oíste, Cassian? —

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