Odiaba la sensación de sentirse engañado por su pareja, cada que encontraba a Cassian en compañía de Wyatt. Desgraciadamente, era muy frecuente porque Ainsworth parecía un perro faldero persiguiendo un poco de amor.
Cuando él estaba, Albert no podía entrar, porque temía que leyese el secreto guardado en su corazón, se asustaría si pudiese escuchar sus pensamientos.
Los trazos del pincel sobre el lienzo eran suaves y lentos, entrelazando los colores con maestría, dándole forma a su expresión en un pedazo de papel. Un poco de aquel rojo le manchaba la mejilla y otro poco terminó cayendo sobre sus prendas.
— ¿Y si te doy mi corazón? — dijo, obligándose a callarse al apretar los labios, sus pensamientos salieron sin querer. Le temblaron las manos, haciéndole alejarse de su pintura, Wyatt tenía miedo de arruinarla.
Cassian le observó en silencio, provocándole muchos más nervios de los que estaba orgulloso de admitir.
— Ya lo tengo, Wyatt — le enseñó el puño cerrado sin dubitación, divertido por la curiosidad de su novio — Aquí adentro lo guardo, cuando me lo diste años atrás —
Wyatt suspiró, antes que un ataque de risas le hiciera retorcerse — ¡Cassian! ¡Hablaba en serio! — le apuntó con el pincel, llenándole los dedos de pintura — Ups, déjame limpiarte —
— Tú me ensuciaste, es lo mínimo que debes hacer — Cuidadosamente, aprovechando la cercanía, barrió con la yema de sus dedos, la gota roja sobre la mejilla del otro.
Tomando su mano entre las suyas, Wyatt quitó la suciedad con una toallita húmeda. Sus dedos tenían un par de rastros rugosos, especialmente en los dedos con los que sostenía su pincel. Ainsworth era maestro de arte en una pequeña escuela donde impartían talleres diversos para niños y adolescentes.
— Wyatt — le llamó tras apreciarle en silencio, pronunciar su nombre le hizo encontrarse con sus ojos — No vuelvas a decir una estupidez así, ¿entendido? —
Wyatt presionó los labios, esquivó su mirada, intentando no soltar cada uno de sus pensamientos. Los dedos de Cassian empujando su barbilla hacia arriba, le hicieron encararlo.
— ¿Entendido, Wyatt? No necesito tu corazón, no quiero tu corazón —
— Suena a que me estás rechazando — un par de lágrimas quedaron atrapadas en sus ojos, cristalizando sus orbes.
Cassian le apretó la mejilla, suspirando cuando una de las gotas se estrelló contra sus nudillos — Porque te estoy rechazando. Te va a sonar loco, pero quiero verte vivo —
— ¡No quiero estar vivo si tú te mueres! ¡Si tú ya no estás y me dejas solo! — gritó al abrazarlo buscando consuelo, apoyando su oído contra ese corazón latiendo dentro de su pecho — Cass... —
Le sorprendió lo mucho que el contrario había aguantado sin volver a echarse a llorar desde el primer día. Descansó su pómulo en sus cabellos al envolverle entre sus brazos, correspondiendo sus sentimientos.
— No me voy a morir, Wyatt. Lo prometo —
— No hagas promesas que no puedas cumplir, Cass — sus sollozos se estrellaban contra la tela de la bata manchada con sus lágrimas. Cassian le sostenía con fuerza, la suficiente para mantenerle en una sola pieza — Quizá... Quizá nunca, nunca aparezca un donante —
— ¿Desde cuándo eres tan pesimista? — Le preguntó en una mueca en sus labios igual a una risa, Wyatt parecía un niño asustado haciendo un berrinche al atragantarse con las palabras.
— ¡Nunca he sido optimista! —se removió lo suficiente para rogar por un beso al cerrar los ojos.
Solo por el gusto de molestar, plantó sus labios contra su frente, escuchando un par de reniegos de su novio, burlarse de él por ser cinco años menor siempre le resultaría divertido.
ESTÁS LEYENDO
Lovely
Romance¿Qué tan lejos se puede llegar por amor? Albert robó un corazón, literalmente. Cassian solo era un paciente más en su lista, un hombre al borde del abismo... Hasta que le miró a los ojos y sacudió su mundo entero.