— Me usaste — Las palabras finalmente escaparon de sus labios, el aire abandonó su cuerpo de un golpe sólido en sus costillas, la verdad era dolorosa — Tú. Tú me usaste, Cassian — dio un paso hacia atrás al perder el balance, la falta de aliento le jugó en contra.
— ¿Debo explicarlo todo desde el principio? — Él se deshizo del endeble agarre sobre su cuello, su ex amante no tenía la fuerza para apretar hasta condenarlo a la muerte de quien se había escapado. Podía sentir contra su piel, los gélidos dedos presionando como un vago recuerdo — Eres más estúpido de lo que creí... Casi siento lástima de ti —
— Todo... — Había pasado por varias decepciones amorosas, nadie le rompió el corazón como ese instante de claridad al entenderlo — Todo fue mentira. ¿No hubo ni una sola verdad? —
Cassian le dio la espalda a ese animal herido, tendido en el suelo, sosteniéndose con esfuerzo de las rejas — Solo intentaba sobrevivir — murmuró al encogerse de hombros, disfrutando de la brisa de la mañana, la vida era mucho más dulce con esa nueva oportunidad de escribir más historias — ¿Quién podría culparme? —
— Estás desquiciado — La voz no le salía, le costaba emular las sílabas. Las primeras lágrimas se deslizaron por sus mejillas, cayendo al suelo desde su mentón, ni la barba de un par de días sin rasurar podía detenerles el paso — ¡¡Estás desquiciado!! — Vociferó al negar repetidamente, negándose a vivir en esa realidad — ¡Maté a un hombre por ti! —
— Todos los días mueren personas, Albert. ¿Por qué debería importarme un desconocido? — Tampoco es que le interesaran sus propios padres, desde que abandonó su hogar al cumplir la mayoría de edad, había dejado de relacionarse con ellos. Quizá como una forma de retribuirles su amor incondicional, porque él no podía sentir afecto por ellos — Tú eres el desquiciado, Albert. El señor Price no era un desconocido para ti —
Intentó recomponerse, las rejas se sacudieron violentamente con el peso de su cuerpo — ¿Cómo... cómo sabes su nombre? — Tenía los dedos pintados de blanco de tanto aferrarse al frío hierro que lo mantenía en pie — ¡¿Por qué sabes su maldito nombre?! ¿Tienes siquiera un atisbo de culpa? ¡Él morirá en tu lugar! —
Cassian soltó una profunda exhalación, no sería bueno pasar mucho tiempo afuera o Wyatt empezaría a hacer preguntas, esa linda burbuja en la que le tenía sumergido, no podía romperse... Le necesitaba hermosamente puro e ignorante, dedicándole su vida a él. Su perfecta obra estaba concluyendo, solo faltaba el acto final, tejido lentamente en su red de mentiras.
— Sí, el señor Price morirá, porque tú lo decidiste. Tú me diste este corazón, Albert. Su sangre está en tus manos — el rastro de melancolía al mirar directamente el amanecer hasta ser insoportable, era otra de sus artimañas, jamás cargaría con la culpa, porque era incapaz de entenderla.
El rojo encendió sus mejillas, Albert no podía soportar el enojo y la incapacidad de callarlo, cada una de sus palabras era un veneno mortal peor que el anterior — ¡¡Eso fue porque tú!! — Su descarga de rabia fue mermada por una risilla del contrario.
— ¿Yo? No te confundas. Yo no tomé la decisión. Yo jamás te pedí el corazón del señor Price — delicadamente, paseó la yema de sus dedos sobre su pecho, allí donde los latidos eran más sonoros — Fuiste tú quien le condenó. Tú lo mataste, lo mandaste a la tumba. Yo no. Yo soy inocente, yo no hice nada —
Cassian emuló la pena en la expresión de su rostro, le costaba mantener la mirada con el contrario, sus labios curvos y temblorosos por contener el llanto, y los ojos manchados tras un cristal precioso de lágrimas de aflicción. La lágrima que descendió por su mejilla, tenía una sensación angelical, porque en él, todo parecía divino.
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Lovely
Romance¿Qué tan lejos se puede llegar por amor? Albert robó un corazón, literalmente. Cassian solo era un paciente más en su lista, un hombre al borde del abismo... Hasta que le miró a los ojos y sacudió su mundo entero.