Epílogo

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— Cass... —

La somnolienta voz de su prometido le hizo ver por encima del hombro, le encontró recostado contra el marco de la puerta, batallando por mantener los párpados abiertos, mientras los dedos se le deslizaban por la madera. Cuidadosamente cerró su laptop, impidiéndole ver lo que había estado haciendo en su monitor. Esbozó una sonrisa y le llamó al extender su mano.

Atontado por el sueño, trastabillando con sus propios pasos, Wyatt alcanzó a tomar su mano, consiguiendo sentarse encima del contrario — Cass, ¿qué haces? Vuelve a la cama. Tengo frío — murmuró con esfuerzo de no enredarse con las palabras, dejándose abrazar melosamente por su prometido, quien plantó un beso en su nuca.

Cassian le abrigó entre sus brazos, sosteniéndolo para evitar que acabase cayendo hacia el escritorio de su oficina — ¿Me llamaste tu cobija personal? — Le preguntó contra su oído, sintiendo la risilla divertida de su amante, Wyatt ni siquiera hizo el esfuerzo de apartarse, solo se quejó cuando coló sus manos debajo de su camisa.

— Sí, y no voy a fingir que no lo hice — suspiró embobado por las suaves caricias en su piel, aún recordaba el dulce momento de horas atrás, en las que le hizo el amor con tanto cariño, Wyatt estaba seguro de haber encontrado a su alma gemela — Lo eres, y pronto lo serás para siempre —

— Eres un hombre cruel y frívolo, Wyatt Ainsworth. Quizá deba cuestionar si debería casarme contigo — Le mantuvo cautivo, ansioso por controlar hasta el ritmo de su respiración.

— Nos casaremos en tres días — decirlo en voz alta le produjo un escalofrío, los toques de su amado habían espantado un poco el sueño. El portarretratos con una foto suya al lado de la computadora le sacó una amplia sonrisa, cuando se lo proponía, Cassian podía ser un bobo enamoradizo — Ya es tarde para ti, Hathaway... No puedes cancelar nada, serás mi prisionero de por vida. Tuviste tu oportunidad de escapar y no la aprovechaste —

— Cierto — sus manos viajaban con libertad, amando con suavidad, sus uñas marcaban con posesividad y su boca no dejaba de repartir besos sobre su cuello — Vamos a estar atados. Nunca podrás dejarme —

— ¡Oye! ¡Cass, para! — Un gemido acabó en suspiro al sostenerlo de las muñecas porque empezaba a tocar con bastante indecencia uno de sus pezones y a subir juguetón por su muslo, queriendo alcanzar su miembro — Cariño, para. Ya no puedo más, estoy cansado... Voy a denunciarte por explotación —

— Aguafiestas, eres un aguafiestas, Wyatt. Tú dijiste que el ejercicio es bueno para mí — se quedó solo rozando, esperando tentarlo al ponerle presión — y ahora me lo niegas, ¿no es muy cruel? —

Wyatt le acalló al besar su mejilla, una muestra de afecto sonora y un poco húmeda. Se removió para acomodarse de lado, justo recostando su oído contra el pecho de su amado, escuchando cada uno de sus latidos, agradecido por esa nueva oportunidad.

— Prometo complacerte con todo lo que quieras en la noche de bodas — entrelazó los dedos de su mano con los de su prometido, a veces odiaba su pobre vocabulario para expresar todo su afecto por él — Vamos a casarnos... — murmuró, ser más consciente de la fecha le produjo nervios — Yo solo tengo una petición, Cass —

— Pídeme lo que desees, cariño. Sabes que te lo daré todo — Amorosamente, plantó un beso sobre el anillo adornando aquel dedo, pronto podría reemplazarlo por una joya de enlace, una promesa de amor eterno.

— Por favor, cuida de mí, no me hagas daño —

Aquellas palabras susurradas en su oído le provocaron una sonrisa — Wyatt, yo sería incapaz de hacerte daño, eres la única persona a la que no puedo lastimar — sus labios acabaron presionándose sobre la frente del contrario en un beso, bastante delicado y torpe.

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