Admirándole en esa triste habitación, dándole la espalda a la ventana, oliendo la combinación entre químicos de limpieza y rosas naturales, intento contener las lágrimas.
— No, no tenemos... Seguro vas a decir una tontería —
— Debemos terminar, Wyatt — Una gota le hizo callarse y bajar la mirada, odiaba lastimar a un corazón tan amable, sin embargo, ya no podía seguir a su lado.
— Lo sabía — Una a una, perdió la batalla por retener el llanto — Estás diciendo estupideces, Cass. Deja de jugar, estoy cansado — tambaleando llegó hasta su lugar, perdiendo el balance, cayó de bruces en el sillón.
El silencio incómodo entre ellos, solo con los sollozos de Wyatt inundando el ambiente, le robó un suspiro, si seguía callado, la charla en verdad terminaría y él ignoraría sus deseos.
— No estoy jugando, Wyatt. Estoy cortando nuestra relación — irguió la cabeza, los huesos de la espalda le crujieron, estar demasiado tiempo acostado le estaba pagando una factura, el chico vivaz y energético se estaba apagando, la enfermedad le consumía — Ya no podemos seguir juntos —
Wyatt negó insistentemente con la cabeza, prefería pincharse todos los dedos de la mano antes de escucharlo — ¿Por qué, Cassian? ¡Estamos enamorados! ¡Yo estoy enamorado de ti! Ayer... —
— Pero yo no — le interrumpió echándole una cruel verdad — Yo no, Wyatt — susurró, su voz se le acabó apagando por la culpa de ver tan miserable al compañero de los más buenos y tristes recuerdos, agobiado en lágrimas.
Le tembló hasta el alma. Ahora, ya no podría donarle el corazón a Cassian, porque acababa de perderlo — ¿No? — si no estuviese sentado, hubiese caído junto a sus sentimientos. Un desgarrador dolor como aquel le estaba matando — ¿No me amas, Cass? —
Aguantó la respiración antes de asentir. Él había sido su primera relación seria, aprendió el arte de amar en las páginas que escribieron juntos. Dar un paso hacia adelante nunca fue tan aterrador como emocionante, sin embargo, era tiempo de soltar su mano e ir por otro rumbo.
— No, no lo hago, Wyatt... Ya no puedo fingir que te amo, cuando es una mentira — restregó la lagrimilla traicionera enterrada en su ojo, no tenía valor para ver destruido al hombre que tanto le dio.
Wyatt no conocía otra palabra para describirse más allá de patético, desde el llanto de un pobre desconsolado, hasta las ansias de hundir sus miserias en el alcohol, cuando ni siquiera toleraba más de dos cervezas — ¿Te enamoraste de alguien más? —
Quizá siempre debió esperar ese día en el que al fin le tocaría despertar de ese sueño de cuento de hadas en el que el príncipe se enamora del mugriento plebeyo, y no de la princesa. La idea ni siquiera sonaba alocada, se le hacía hasta natural, como si muy en el fondo ello fuese inevitable.
Cassian asintió, las sábanas bajo sus dedos acabaron arrugadas, un par de gotas cayeron sobre la tela, empapándola. Lo único que podía hacer para despedir ese amor, era llorar... En silencio porque él era quien había fallado.
Wyatt se apartó un poco de esa tristeza con las manos, la sangre se le mezcló con un par de pizcas de pintura, ni siquiera tuvo tiempo de lavarse las manos, no había querido perder ni un solo segundo más lejos de su amado... Ahora ya no tenía más que un par de dibujos en la mochila, una herida en el dedo y los bolsillos vacíos.
— Hathaway, al menos mírame a la cara al decir que amas a alguien más... Al decir que me dejas — se saboreó la sal en la piel, sus últimas fuerzas las estaba usando para no perder la voz, vaya día plagado de infortunios — ¿No merezco ni ese respeto? ¿Tan malo fui? —
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Lovely
Romance¿Qué tan lejos se puede llegar por amor? Albert robó un corazón, literalmente. Cassian solo era un paciente más en su lista, un hombre al borde del abismo... Hasta que le miró a los ojos y sacudió su mundo entero.